Cada cinco minutos, suena el teléfono móvil de Javier Noguera. «Estamos acostumbrados a trabajar a un ritmo alto», dice. Pero no tanto como el que mantiene desde que, el pasado 29 de octubre, el barranco del Poyo se ensañara con el humilde barrio torrentino ... del Xenillet. Él fundó y dirige el Evangélico, una escuela de fútbol que nació en 2007 bajo el paraguas de la asociación Nova Vida. Un proyecto cargado de compromiso social que abraza a numerosas familias que se encuentran en situación vulnerable dentro de la capital de l'Horta Sud. Y ahora, más aún. El campo de L'Alter, donde juegan los 230 niños y jóvenes que visten la camiseta del equipo, se convirtió hace dos semanas en un centro logístico de ayuda humanitaria. Alimentos, ropa, juguetes, alojamiento... Una acción social vinculada a la Iglesia Evangélica que llega a casas como la de Daniel, quien vive en primera línea de la rambla. A diez metros. «No hay palabras para explicar lo que hace», afirma sobre Javier.
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La pasarela que conecta el Xenillet con el campo de fútbol de L'Alter y el colegio Juan XXIII fue arrastrada con furia por la DANA. «Justo aquí confluyen los dos barrancos. El de los Caballos y el del Poyo. Nos ha dejado incomunicados con el barrio. Ha roto toda la posibilidad de que los niños puedan acceder ahora a nuestras instalaciones. La mayoría son de familias con escasos recursos y no disponen de vehículo. Y aun teniendo vehículo es muy complicado llegar ahora mismo», explica Javier mientras recorre la orilla de la rambla. Al otro lado, el escenario resulta dantesco.
«El agua se ha quedado a escasos centímetros del campo. Para nosotros es un milagro», destaca con asombro. Habrá que esperar algunas semanas para retomar los entrenamiento en las instalaciones, pero Javier ya planea soluciones en forma de autobuses para facilitar el desplazamiento de los niños.
En estos momentos, el campo carece de suministro de agua y luz: «Todavía no nos hemos sentado para ver qué vamos a hacer. Ahora mismo estamos en la fase en la fase de ayudarles en el tema de la alimentación y la vivienda. Muchas familias han perdido sus casas. Algunos han sido acogidos por familia extensa, sus tíos, primos o hermanos. Pero hay una parte de la población que no tienen ningún tipo de recurso de ese estilo». De esta forma, en el Vedat, el proyecto cuenta con una casa en la que acogen a 40 personas que se han quedado sin hogar: «Muchos de ellos juegan en nuestra escuela».
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El Xenillet mira el futuro con incertidumbre. «No sabemos cómo va a acabar todo», advierte Javier, pastor evangélico. Ve en la escuela de fútbol una herramienta perfecta para trabajar a nivel educativo y deportivo con los niños, preocupándose por su formación y sus necesidades alimenticias: «La mayoría son familias con poca estabilidad económica».
Precisamente, un día antes de la DANA, en pleno barrio del Xenillet, el Evangélico había inaugurado una tienda de ropa deportiva y de segunda mano con el propósito de recaudar fondos para los proyectos sociales y deportivos en Torrent y Mozambique. El plan ha dado un giro por las dramáticas circunstancias: «Este espacio nos ha dado la posibilidad ahora de seguir trabajando de forma directa con nuestros usuarios».
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La tienda tiene magia. Por su ambiente y por su arquitectura. En su día perteneció al pintor torrentino Genaro Palau. «Ahora se ha convertido en nuestro centro neurálgico de actividad para el barrio», comenta Javier. En el establecimiento, ofrecen gratuitamente desayunos, comidas, cenas, ropa, productos de higiene...
Javier gestiona el proyecto de ayuda humanitaria dentro de la red de acción social Diaconía: «El campo ahora es un centro logístico donde estamos almacenando alimentos». Y su destino no se limita al comedor instalado de forma provisional en la tienda: «También hay distribución a otras iglesias evangélicas. Vienen pastores de diferentes iglesias de la zona de Alaquàs y Aldaia».
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Javier se encuentra en el interior de la tienda cuando, a través del escaparate, ve pasar a Daniel por la calle con dos de sus hijos. Se saludan efusivamente. Este vecino tuvo la tragedia delante de sus ojos. «Dentro de lo malo, vivimos en un quinto y no nos entró el agua. Las casas de la planta baja y el primero se las llevó. Estos días son de mucho nerviosos y mucho estrés. Muchos vecinos están viviendo en albergue», cuenta este padre de familia. Y lanza un mensaje de optimismo: «La normalidad tardará varios meses en llegar o incluso un año, pero damos gracias porque estamos bien de salud y por poder contarlo el día de mañana. El dinero va y viene, pero la vida no va y viene».
Tres de sus hijos juegan en el Evangélico. Se trata de Isaac, Amalia y Daniel. Este último cuenta los días para volver a jugar, ya que arrancó la temporada con un hat-trick. «Lo pasamos muy bien. Ya tenemos muchas ganas».
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Iniciativas que cuentan, por ejemplo, con el apoyo del futbolista Keylor Navas y del chef José Andrés. En la tienda, lo próximo en llegar serán balones para los más pequeños. «Muchos tuvieron que salir con lo puesto. No tienen nada», recuerda Javier.
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