Un agente inspecciona uno de los vagones siniestrados por el fuego y el humo LP
«Era muy evidente que el tren iba directo al epicentro del incendio»
Relato de las víctimas ante la Guardia Civil del horror del tren de Bejís ·
Llamas de 10 metros de altura, pasajeros andando sin rumbo dentro del convoy, gritos de «¡salta, salta!», viajeros con magulladuras al escapar de las vías entre los matorrales... El sumario del juzgado de Segorbe que investiga el caso recoge la agonía de una docena de afectados por el siniestro
Belén Hernández/Arturo checa
Sábado, 11 de febrero 2023, 01:22
Sus nombres se pierden en una maraña de declaraciones, informes, atestados y números de folios judiciales. Parecen simples testificales, números dentro del sumario del juzgado de Segorbe que investiga el infierno de fuego, humo y cenizas que el pasado verano rodeó el tren de Bejís y puso al borde de la muerte al casi medio centenar de pasajeros que viajaban a bordo. Pero tras los nombres de Andrés, Isabel, Paula, Manuela... y así hasta media docena de víctimas que han declarado ante la Guardia Civil, hay vidas en el abismo. Pasajeros angustiados que relatan el horror vivido. LAS PROVINCIAS reconstruye la pesadilla vivida con las declaraciones que constan en el atestado de la Guardia Civil.
Paula iba a bordo de uno de los vagones. Ella fue capaz de prever lo que no lograron ni el Puesto de Mando Avanzado ni la central de Adif. Que el convoy en el que viajaba se encaminaba al desastre. «Era muy evidente que el tren iba directo al epicentro del incendio», es la clarividente frase de la mujer ante la Benemérita. Mientras las ventanillas se oscurecían por las cenizas, el pánico se adueñó de los pasajeros. Comenzaron las dudas. «Una señora me dijo que habían desalojado los pueblos de la zona», recuerda Paula. Pero ellos seguían dentro de aquel tren infernal. Nadie lo detenía. Viendo cómo se aproximaban al peligro. Cómo su cuerpo se precipitaba en dirección contraria a su instinto de supervivencia. «La conductora no detuvo el vehículo hasta que llegamos a un punto sin visibilidad por el humo y las llamas».
Ante llamas de 10 metros de altura
El fuego superaba los 10 metros de altura. Las llamas amenazaban con engullir al tren. Y por ende, a todos los pasajeros que viajaban a bordo de él. En el parte policial de la causa se incluyen las grabaciones del interior de los vagones. La gente, atemorizada, se movía de un lado a otro del convoy, buscando una escapatoria. Andrés, otra de las víctimas, estuvo durmiendo la mayor parte del trayecto. Los gritos y el humo le despertaron cuando ya se encontraban en el centro del desastre.
Pero Paula lo tiene claro. En su narración de los hechos, afirma que la maquinista no fue capaz de asumir el liderazgo. En aquel momento, todos los presentes sólo pensaban en salvar sus vidas. Sin brújula que seguir. «No nos avisaron del protocolo de seguridad. Tampoco nos dijeron que después de accionar el freno el tren tarda unos segundos en volver a arrancar».
En la memoria de Paula persisten las palabras de la maquinista. Su tono de voz tenue. Pedía a los pasajeros que mantuvieran la calma. Pero la desesperación iba a más en el convoy. «La conductora no puede arrancar el tren y algunos pasajeros le ayudan a tratar de hacerlo entrando en la cabina», es otra de las declaraciones de la afectada. En el atestado policial se incluyen las grabaciones de los viajeros que intentaron que el convoy se pusiera en marcha. Dos varones, uno de ellos con una camiseta y unas bermudas de color oscuro; el otro, con un vendaje en la pierna derecha y un polo de un azul claro. Llevaba un extintor en la mano. Imposible. El tren no se movía.
«Íbamos a morir calcinados»
Mientras se aferraban a sus ansias de salir de allí con vida, el viento azotaba el tren. Las llamas se avivaron. «La gente empieza a ver que si el tren no arranca, morirán calcinados». El atestado incluye fotografías que son la viva imagen del pánico. Pasajeros levantando las manos. Viajeros asomándose a las ventanas intentando ver la vida más allá del humo y las cenizas. El instante en que un hombre con un bebé en brazos no aguanta más. Agarra un martillo de emergencias y rompe una de las ventanas. El humo irrumpe con voracidad al interior del tren. Él y su pareja escaparon del convoy.
¿Quién abrió las puertas?
Las declaraciones de las víctimas son contradictorias sobre quién abrió las puertas. Paula detalla que fue la maquinista la que accedió a hacerlo. Los pasajeros insistían y ella terminó accediendo. Sin embargo, en la declaración que hizo ante la Guardia Civil, la ferroviaria aseguró que no fue ella quien permitió la salida del convoy. Las versiones se superponen en la reconstrucción de la pesadilla. Andrés fue otro de los nombres propios de la pesadilla. También afirma en el atestado que fue la conductora quién abrió la puerta. «¡Salta, salta!», sostiene que le dijo. Y él dejó de lado sus pertenencias y escapó del convoy.
Fuera como fuera, las puertas se abrieron de par en par. Los viajeros que vieron la oportunidad de correr para escapar del incendio no dudaron en hacerlo. «No vi a nadie medianamente joven quedarse dentro del tren», añade Paula. Tampoco recuerda que la ferroviaria les sugiriera que no salieran. «Bajé a su lado, por la única puerta que había abierta. La última puerta que había mirando hacia Valencia».
«Bajar era un suicidio»
En el primer punto en el que se detuvo el convoy «bajar era un suicidio». Pero en el segundo tramo en el que se paró, Paula pensó que lanzarse a las vías era su única escapatoria. Así que saltó. Trató de escapar del fuego. «Nunca había sentido tantísimo miedo». La mujer no teme confesar: «Me oriné encima mientras corría». No podía contener la tos. Sus piernas no pararon de moverse durante 20 minutos. «Había mucho humo». Paula se cruzó con un ciclista que les gritó algo desde la carretera. «No lo entendí del todo». Pánico y confusión.
Reposacabezas mojados contra el humo
Mientras tanto, el caos seguía reinando dentro del tren. Como refleja el atestado de la Guardia Civil, llegaron dos personas al vagón dispuestas a darlo todo para ayudar al resto de pasajeros. Empaparon los reposacabezas. Aquellos fueron Manuela y su marido. También afectados. Pero reunieron todas sus fuerzas para evitar que las cenizas incendiaran la tapicería de los asientos. «Cogimos agua del baño y mojamos los asientos. Queríamos evitar que las chispas prendieran los asientos». La ventana rota que podía haber sido una escapatoria se convirtió en una trampa mortal por la que entraba fuego y humo. «Con los reposacabezas que vi, los fui mojando para repartirlos contra el humo. Le di a todos los pasajeros que vi. Hasta a la maquinista», recuerda Manuela. El horror seguía fuera. Su marido lo comprobó «Había una chica en la vía con una pierna rota».
«Cruzamos un túnel corriendo, oímos la bocina...»
La lucha de Paula por sobrevivir continuaba. En la oscuridad, acosada por el calor del incendio. «Cruzamos un túnel y oímos la bocina del tren». La maquinista había logrado poner de nuevo en marcha el convoy y empezaba a subir de nuevo a los viajeros. Pero Paula ya llevaba su propia lucha. «Decidimos volver a la vía en cuanto pudimos». Los habitantes de Viver les ayudaron y les llevaron al pabellón del pueblo. Paula se magulló las piernas con los matorrales al intentar escalar el talud de las vías. Exhausta. «Pasé mucho rato pensando que me iba a morir». Presa de los nervios, pero viva: «Sentí alivio. Me había salvado».
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