![Vecinos de la pedanía Casas de Moya, de Venta del Moro, miran hacia la zona donde está el fuego.](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202207/05/media/cortadas/venta-moro-fuego-RnpVWZtWD829kGcxUB2hWyH-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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Con el ruido imparable del ir y venir de hidroaviones, algunos de los vecinos de la pedanía de Casas de Moya, directamente afectados, hablan de la situación del incendio. «Estamos muy indignados», es lo primero que dicen al preguntarles cómo están viviendo la situación, porque han pasado la peor noche que recuerdan en sus vidas.
Visiblemente afectados, muchos de ellos no pueden contener las lágrimas, aseguran que este incendio ha dado la vuelta a sus vidas. «Todo lo que teníamos nos lo han quitado», manifiesta Rosario Sánchez, una mujer mayor que muestra su rabia porque considera que nunca han hecho nada por la aldea.
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EP/BELÉN GONZÁLEZ/Ó. DE LA DUEÑA
«¿Quién va a querer venir ahora si se ha quemado todo», se pregunta y sus casas que se habían revalorizado porque se estaban vendiendo como segunda residencia volverán a no valer nada, porque, insiste «ya nadie va a querer venir».
Al respecto, algo por lo que están también muy molestos estos vecinos es por el hecho de que se hable del incendio de Venta del Moro, siendo esta pedanía la directamente afectada porque han perdido sus medios de vida, cultivos de almendros, viñedo y olivos, además de una masa forestal (ellos hablan de parque natural, aunque la zona afectada aún no ha llegado a la zona protegida) que asegura sus nietos no verán regenerada.
«Mis oliveras porque las labramos y eso ha servido de cortafuegos, sino hubieran ardido porque las que estaban pegadas se han quemado. Solo se han salvado las zonas que estaban cuidadas, las que de la gente mayor que ya no está o la que no puede cuidarlas porque no hay quien haga las labores, se han perdido», asegura Marcos Guaita, uno de los jóvenes del pueblo.
Son pocos los vecinos de Casas de Moya que no hayan perdido cultivos. «Lo he perdido todo», dice rotundamente Francisco José Ilechitz. En concreto más de mil almendros y unos 600 olivos.
«Era nuestro salario anual, aparte de lo que pudiéramos trabajar fuera. Eran los Reyes de mis hijos, la ropa y los extras de los imprevistos de la casa y de los aperos de labranza», indica con lágrimas en los ojos.
«Los que vivimos aquí, lo hacemos principalmente de la agricultura. Somos pequeños agricultores que no nos podemos permitir seguros como los terratenientes de las fincas que hay en la zona. A esas sí que las atienden rápidamente», lamenta y se pregunta qué van a hacer ahora.
«Hablan de la España vaciada. Yo vine aquí hace quince años. Mi hija fue la primera niña en nacer después de 33 años sin nacimientos y he dado tres niños al pueblo y ahora, qué hago», subraya y apunta que no quiere nada, «lo que quiero es que nos ayuden a hacer algo para poder vivir. Se nos ha quemado la casa por dentro y por fuera porque todo esto es nuestra casa».
Además de preocupación ante el futuro que se les presenta, también lamentan la situación de impotencia que vivieron la tarde del lunes. No entienden los protocolos de actuación y temieron también por sus casas y su integridad física.
«En cuestión de pocas horas el pueblo estaba envuelto en llamas y aquí nadie hacía nada», lamentan y recuerdan la impotencia de ver acercarse el fuego sin poder hacer nada.
Más sobre el incendio
JESÚS SIGNES | CONSORCIO PROVINCIAL DE BOMBEROS DE VALENCIA
BELÉN GONZÁLEZ/Ó. DE LA DUEÑA
Creen que se actuó tarde. «Es cierto que la orografía es complicada, pero el domingo hubo un mayor despliegue de medios aéreos y si lo hubieran mantenido, el fuego no se hubiera extendido tanto», a su entender.
El pueblo no fue evacuado, pero la mayoría de los vecinos, principalmente las personas mayores se marcharon, aunque algunos volvieron este martes a ver cómo estaban sus casas.
Las autoridades no vieron peligro a pesar de que las llamas llegaron a escasos 200 metros del núcleo urbano. Un vecino perdió su corral y los animales que tenía dentro, «perdices, pollos y gallinas», explican los vecinos que están en permanente estado de alerta cuando ven la más mínima columna de humo.
Francisco José Ilechitz sí que actuó cuando vio avanzar las llamas por unos de sus terrenos, junto a la zona conocida como la del pozo, en la parte baja de la población. «El fuego corría por la hierba y rápidamente cogí mi tractor para hacer un cortafuegos, si no hubiera entrado a los corrales y se hubiera ya extendido a las viviendas. Luego estuve refrescando la zona con la cuba de agua», narra y, aún así, él perdió dos remolques.
Lo cierto es que la estampa de la zona este martes era desoladora. El color negro predominando con algunas zonas en las que, inexplicablemente sin arder. Aún se podía percibir el calor que desprendía el suelo quemado, aún humeante. Incluso un pino centenario, en el que se podía observar cómo la llama, aún activa, consumía poco a poco el tronco.
A pesar de lo cerca que estuvo el fuego, el inspector jefe del Consorcio de Bomberos, José Miguel Basset, defendió la decisión de no evacuar al pueblo. «Si no decidimos evacuar es porque evaluamos que la situación de riesgo era asumible para la población, como se ha demostrado» y aseguró que desde el minuto cero se trabajó con la población.
Reconoce que los camiones tuvieron un problema al no poder circular por las calles de la aldea por ser estrechas. «Trajimos vehículos más pequeños y empezamos a trabajar en pequeños focos del incendio que la gente creía que iba a impactar contra sus domicilios».«El miedo es entendible cuando no sabemos lo que hay, pero nosotros pusimos nuestros servicios a disposición de la población que es nuestra principal prioridad y estábamos seguros de que no había ningún peligro», insistió.
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