De los 222 muertos oficiales por la DANA –más las cuatro personas que siguen desaparecidas– muchos de ellos fueron arrastrados por el agua y sus cuerpos aparecieron en un cauce de la red de la rambla del Poyo o en un campo de ... cultivo cercano. Muchos de ellos lograron escapar de los habitáculos de sus vehículos pero no esquivaron la desgracia y otros cuerpos fueron hallados en el interior de sus coches y furgonetas.
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A las cinco de la tarde, cuando arreciaba aguas arriba en el barranco de Chiva, los conductores seguían circulando por vías tan concurridas como el by-pass o la propia A-3, como equilibristas por encima de las ramblas que llevaron la destrucción y la devastación a l'Horta Sud.
«Sobre las seis menos cuarto de la tarde salí de trabajar del polígono industrial que hay enfrente del centro comercial Bonaire. Nadie me advirtió y nadie me cortó el paso. Cogí la vía de servicio y accedí a la autovía A-3 como si nada», explica Sergio, una de las personas que se resguardó toda la noche en una gasolinera junto a la rambla del Poyo ante la avenida de agua.
Al pasar la entrada del polígono de l'Oliveral, Sergio se encontró con dos carriles colapsados, el del centro y el de la derecha, además del que da acceso a la autovía del Mediterráneo. En una marcha de tráfico lento, su aventura terminó justo sobre el tramo de la A-3 que cruza el barranco del Poyo. «Ahí llegué minutos después de las seis de la tarde. Ni vi a la Guardia Civil ni a nadie que nos dijera que no siguiéramos ni que nos diera ninguna orden. Llamé a compañeros de la fábrica para decirles que no salieran, que estaba lloviendo y que el agua estaba a punto de saltar por encima de la autovía», apunta. A las seis y media de la tarde, el agua empezó a rebosar por encima del puente.
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Patricia Cabezuelo
Detrás de su coche, a unos 500 metros, un camión de bomberos también se había quedado atascado. Uno de los miembros del equipo se erigió en organizador de aquel embotellamiento de alto riesgo. «Yo pude dar la vuelta y coloqué el coche en sentido a Valencia en el tercer carril de la autovía en dirección Madrid. Sirvió de poco porque seguimos embotellados. Al final, ese bombero nos dijo que saliéramos de allí y nos fuimos a la gasolinera de El Pont».
Ni la alerta roja, ni las informaciones –cada cinco minutos– de la Confederación sobre la lluvia que caía, ni la reunión del Cecopi, donde la Delegación del Gobierno estaba presente, fueron motivo suficiente para determinar un corte en las vías principales de tráfico en pleno triángulo de la DANA.
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En la nota del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible publicada el mismo día, no figura ningún corte de carretera en ninguna de las autovías dependientes del Gobierno en el área más crítica de la rambla del Poyo y la red de barrancos que lo rodean. Es más, la circulación era libre en plena tromba de agua y con los cauces por encima de su capacidad y desbordándose.
La nota del Ministerio recoge cortes en la A-3, siempre una vez superado Chiva y en especial en la zona de Utiel y Requena, y en el by-pass en la zona de Picassent. En la nota informativa, en todo momento a lo largo del día la recomendación fue no circular, en ningún caso había una prohibición a pesar de la alerta roja. Miles de conductores fueron dirigidos a la ratonera en la que se convirtió el enlace entre la A-3 y el by-pass, donde quedaron rodeados por la riada del barranco del Poyo, que cruza por debajo de la autovía de Madrid, y el desbordamiento del barranco Pozalet-La Saleta, que atraviesa el polígono de l'Oliveral y que continúa por Quart de Poblet para después saltar la autovía y anegar Bonaire.
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Agentes de la Guardia Civil, que prefieren mantener el anonimato, coinciden en la «desorganización» reinante y que nadie les dio durante la jornada órdenes para cortar los accesos a las autovías desde las carreteras comarcales.
«Yo iba de Turís a Chiva pasadas las cinco de la tarde y a la altura de Godelleta vimos que no se podía pasar. Un coche ya se había quedado. No había ni Policía ni Guardia Civil. Dimos la vuelta y nos dirigimos a Buñol para buscar la A-3. Nadie nos paró y conforme accedimos allí nos quedamos atascados hasta que abandonados el coche porque se lo llevaba el agua, sin nadie que nos dijera qué hacer», apunta Beatriz, que pasó la noche en la A-3 hasta que sobre las seis de la mañana aparecieron los primeros servicios de emergencia.
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En el by-pass, los coches comenzaron a amontonarse, con sus conductores dentro, que vieron como el agua empezaba a hacer flotar sus vehículos. Algunos pudieron subir marcha atrás a los puentes mientras que otros salieron y andando se resguardaron en sitios altos, como las decenas de personas que se atrincheraron en el área del servicio de El Pont. Nadie les alertó que llegar hasta allí era como una emboscada en la que se iban a encontrar desasistidos. Cortar el by-pass a la altura de Bétera con antelación podría haber sido una alternativa para evitar la llegada masiva de vehículos a la zona.
Los únicos cortes de carreteras que se produjeron fueron los que provocaron los desprendimientos o las avenidas de agua en las carreteras comarcales, pero todas las decisiones se tomaron a la fuerza por la imposibilidad de paso, en ningún caso por motivo de prevención, una decisión que es responsabilidad de la Dirección General de Tráfico y del Ministerio de Transporte. De la misma manera que el tráfico continúo abierto en vías comarcales como las que dan acceso a Cheste, donde uno de los puentes pasan por encima de la confluencia de los barrancos de Chiva, Cueva Morica y Grande, que convirtieron el Poyo en un tsunami. Los empresarios fallecidos o la madre e hija de Cheste desaparecidas fueron conducidos a la boca del lobo sin que nadie tomara de la decisión de cortar los accesos.
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