La Formación Profesional ha superado, por segundo curso consecutivo, la barrera de los cien mil alumnos. No deja de ser un número simbólico, pero dice mucho si se pone en contexto. La matrícula total aún es más baja que la de Bachillerato y ... la universidad, las etapas educativas con las que teóricamente compite -son itinerarios alternativos-, pero la tendencia apunta hacia el estancamiento. La de los ciclos formativos, en cambio, es ascendente. Y de manera continuada.
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Que cada vez haya más jóvenes atraídos por los estudios profesionales es indicativo de que se va superando el estigma anacrónico que arrastran. Aquello de que son de segunda categoría. Y es que la FP también es sinónimo de excelencia, hasta el punto de que acceder a determinados grados es más difícil, desde el punto de vista del expediente académico, que hacerlo en carreras universitarias afines o parecidas. Otro argumento en este sentido: hay alumnos que eligen la FP para ganar en formación especializada tras pasar por la facultad -más barata que un máster, y gratis en la pública-. Y en términos de empleabilidad, de promedio, la mitad de los que cursan un grado superior ha encontrado trabajo un año después de titularse. Exactamente están en situación de alta laboral.
Sin embargo, el dato no siempre puede con el relato. Porque todavía queda poso. Queda mito: el del menor nivel. Y no es cosa de la época de la EGB. En 2019 Educa 20.20 y la Fundación AXA publicaron los resultados de una encuesta en la que participaron 19.000 familias a nivel nacional. El 57,5% consideraba que tenían mala imagen, con argumentos como que los empleos estaban peor remunerados, gozaba de menor consideración social o era la vía para los que no estaban preparados para la universidad.
Más reciente es el II Estudio sobre la percepción de la FP de madres y padres de Caixabank Dualiza, que habla de que un 30% de las familias participantes creían que tenía un menor éxito profesional, y un 77% consideraba que sigue habiendo prejuicios sobre esta formación. «Lo estamos revirtiendo, la percepción social ha mejorado. Muchísima gente viene con las cosas claras, pero quedan familias a las que puede suponer una pequeña decepción que se disipa en el momento en que sus hijos titulan y trabajan», dice Toni Lapaz, vicedirector del Centro Integrado Público de FP Ciutat de L'Aprenent de Valencia, una referencia de los estudios profesionales que atiende a 2.036 alumnos, cuenta con 233 profesores y oferta 25 ciclos de grado medio y 19 de grado superior, algunos en doble turno o semipresenciales.
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La evolución de la matrícula evidencia que las dinámicas están cambiando. En seis años, según los datos del Ministerio de Educación, que llegan hasta el 2021-2022, ha crecido más de un 30%, tanto en los ciclos medios como en los superiores, mientras que Bachillerato (alternativa a los primeros) y la universidad (a los segundos) lo hacen de manera bastante más discreta: entre un 5% y un 3%. Si se toma como referencia temporal la última década el porcentaje no cambia en los medios pero se dispara en los superiores, elevándose al 46,5% respecto al ejercicio 2011-2012.
La explicación a que en todos los estudios citados se dé un aumento está en buena parte en la demografía, al tratarse de cohortes de población escolar no afectadas por la crisis de natalidad que se inició en 2009.
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El crecimiento de la demanda está detrás de la mayor competencia para conseguir una plaza de FP, que al ser un estudio postobligatorio ya se guía por el expediente académico. Y en muchos ciclos se exige excelencia, hasta el punto de que si se compara la nota de acceso de los grados superiores con las carreras universitarias que pueden ser afines llega a ser más elevada.
Para hacer la estimación se han tenido en cuenta las últimas notas de corte aplicadas a los alumnos procedentes de Bachillerato, que disponen del 60% de las plazas ofertadas, quedando un 20% para los que llegan del grado medio. El porcentaje restante es para los de las pruebas de acceso.
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Se trata de las calificaciones resultantes de la admisión del 2021-2022, las últimas disponibles en la conselleria. Como sucede con la universidad, no dejan de ser una referencia orientativa que depende de la oferta y la demanda, por lo que pueden darse variaciones importantes de un centro a otro.
Para compararlas con las notas de corte de la universidad, del mismo ejercicio, estas se han transformado a una escala de diez, pues en realidad son sobre 14 puntos. Y sólo en la provincia de Valencia hay una quincena de grados superiores en los que el requisito, en alguno de los centros donde se ofertan, era más elevado que el de los títulos universitarios análogos, salvando las diferencias en cuanto a duración, tipología de los planes de estudios, metodologías y perfiles profesionales de salida.
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Empleabilidad. La inserción laboral es clave. El 52% de los estudiantes que terminan un grado superior han encontrado trabajo durante el primer año
Por ejemplo, sucede con estudios relacionados con la informática y las comunicaciones, como Desarrollo de Aplicaciones Multiplataforma (9,84 sobre diez en el instituto de Carlet, la calificación más alta de todas), de Aplicaciones Web (hasta 8,4), Administración de Sistemas Informáticos (8,23), Dirección de Cocina (8), Administración y Finanzas (hasta un 9,81 en algún caso), Gestión de Alojamientos Turísticos (9,15), Producción de Audiovisuales (8,22), Sistemas Electrónicos y Automatizados (8,38), Integración Social (7,57) o Educación Infantil (7,58).
También se dan casos en los que el requisito de acceso está parejo aunque ganan las universidades, como en relación a Fabricación de Productos Farmacéuticos, Diseño y Edición de Publicaciones o Comercio Internacional. Las facultades sí destacan en el ámbito sanitario, donde las carreras son especialmente demandadas y requieren de notas de corte muy elevadas, como sucede con Medicina o Enfermería.
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El perfil del alumno de FP es complejo. Poliédrico, pues abarca tanto la función de anclaje al sistema en prevención del abandono -sucede con la Básica- como la de especialización. Y no sólo por los recientes másteres de FP. «Tenemos alumnos que también la buscan tras cursar un grado universitario», destaca Lapaz, que insiste, como factor diferencial, en el valor añadido que supone el enfoque práctico de los estudios. «Las edades habituales son 16-17 años para los grados medios y 19 para los superiores, aunque en periodos de crisis gana presencia el alumnado adulto. En cualquier caso es muy heterogéneo, tanto a nivel social como geográfico. A nuestro centro llegan estudiantes de otras comunidades o comarcas por el tipo de enseñanzas que tenemos», dice.
En cuanto a los mitos, aparte de la consideración de los estudios, se refiere a la supuesta desconexión con el sector empresarial. «Es incierto, contamos con departamentos de prácticas muy potentes, la relación es enorme. Nosotros tenemos un millar de empresas colaboradoras, y con una tercera parte el contacto es constante», apunta, antes de destacar la importancia de las actividades extraescolares, ya sea para visitar empresas o atraerlas para realizar talleres o demostraciones. «La conexión es total», dice.
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En cuanto al diseño de los estudios, desde la Conselleria de Educación destacan la complejidad de encontrar un equilibrio entre oferta y demanda laboral, lo que provoca que haya títulos muy solicitados pero con plazas limitadas, que son los que acumulan mayores listas de espera. «Hay títulos con mucha demanda, muy atractivos para el alumnado, pero con una inserción discreta. Nuestra obligación es dimensionar la oferta, pues va ligada a la capacidad del sector productivo de incorporar a los técnicos que formamos», explican.
Derribando barreras. Todavía queda algo del estigma que persigue a los ciclos formativos, como que limitan el éxito profesional pese a su alta empleabilidad
Para este curso los más solicitados han sido, en grado superior, Administración y Finanzas, Educación Infantil y Laboratorio Clínico y Biomédico, y en medio, Sistemas Microinformáticos y Redes, Cuidados Auxiliares de Enfermería y Guía en el Medio Natural y de Tiempo Libre.
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Por lo que respecta a la empleabilidad de la Formación Profesional, la última estadística de inserción publicada por el ministerio establece que a nivel global el 52,2% de los alumnos que titularon en un grado superior un año después estaban afiliados a la Seguridad Social, es decir, en una situación de alta laboral. Los datos salen de encuestas a los que terminaron en el curso 2018-2019 en relación a su situación en los ejercicios siguientes.
La variabilidad es bastante grande, y llama la atención que hay estudios especialmente solicitados por el tejido productivo que presentan cantidad de plazas vacantes. Las mayores tasas de inserción tienen que ver con grados de informática como Desarrollo de Aplicaciones Multiplataforma o de Aplicaciones Web (71,2% y 73,3% respectivamente), que sí presentan importantes porcentajes de ocupación, al contrario de lo que sucede con otros como Desarrollo de Proyectos de Instalaciones Térmicas y de Fluidos (61,6% de afiliación al primer año y 63,3% de vacantes) o Programación de la Producción en Fabricación Mecánica (69,9% y 44,1% respectivamente). Claro ejemplo del potencial de la FP.
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Cursa el grado medio en Confección y Moda, al que ha entrado tras dejar aparcada la carrera de Biotecnología. «El grado me gustaba, pero no tenía muy claro si quería ser biotecnóloga y hacer carrera científica, con lo que supone, por ejemplo el doctorado», explica. «Siempre me ha gustado la moda y quería aprender algo más manual y no tanto de cabeza», ejemplifica. «Me atrajo que fuera una formación de dos años muy enfocada y concreta», añade. Cuando acabe no descarta hacer el grado superior de esta familia profesional.
Alumna del centro integrado Ciutat de L'Aprenent, está en 2º del grado superior de Anatomía Patológica y Citodiagnóstico. Su objetivo es cursar después la carrera de Medicina, a la que no pudo entrar inicialmente. «De la FP esperaba lo que me he encontrado, asignaturas que me fascinan, similares a lo que quería hacer. Me gusta la temática y el enfoque práctico», destaca. En relación al estigma, cree que todavía no se ha superado completamente «aunque nos acercamos a la normalidad». «La FP está al mismo nivel que otros estudios», señala.
Son compañeros del grado superior de Programación de la Producción en Fabricación Mecánica, que pese a tener una demanda discreta cuenta con una elevada empleabilidad. «Estaba en 2º de Bachillerato pero no estaba contento. Con ayuda de mi profesora de Tecnología buscamos un ciclo, y este me encantó. Los docentes nos dicen que si lo hacemos bien tendremos trabajo seguro», dice Alejandro. «Sobre todo destacaría las facilidades que ofrece el centro en formación y equipos y la vertiente práctica», completa Omar.
Conoce el itinerario de FP, pues empezó en la Básica y ahora está en la Superior, también en Ciutat de L'Aprenent. Reconoce que cuando estaba en Secundaria no le motivaba estudiar, algo que ha cambiado radicalmente. «Con la Básica entré en contacto con la hostelería, me brindó la oportunidad de descubrir un sector que me apasiona. Los profesores creyeron en mí», dice. Con el grado medio perfeccionó su formación e incluso pudo trabajar, y una vez acabe el ciclo actual le gustaría ser profesor de cocina: «Brindar la oportunidad que me dieron a mí».
Alumnos del grado superior en Procesos y Calidad de Industrias Alimentarias, eligieron la FP tras la universidad, una manera de especializarse y de ganar empleabilidad. «Quería dedicarme a la industria alimentaria y me matriculé porque la inserción, en base a mi experiencia, es mayor que la del grado que cursé: Nutrición Humana y Dietética», dice Manuel. María llegó a hacer un máster. Tras acabar pensó en otro postgrado o hacer FP. «Era mi plan B, pero tras lo que me he encontrado se ha convertido en el plan A».
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