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Un vecino de Fageca mira desolado el efecto del fuego en el barranco de Malafí.

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Un vecino de Fageca mira desolado el efecto del fuego en el barranco de Malafí. isabel sancho

La gran ruta turística que corre riesgo de desaparición

Desolación. El fuego de la Vall d'Ebo calcina la masa forestal, daña vestigios de valor arqueológico y afecta a los árboles frutales

R. GONZÁLEZ | P. SELLÉS

Viernes, 19 de agosto 2022

La Comunitat ha dicho adiós a unos de sus pulmones verdes. La franja que delimita las comarcas del Comtat y la Marina Alta era uno de los emplazamientos más frecuentados por los senderistas en todo el arco mediterráneo; un paisaje completamente alterado por el incendio que un rayo inició en la Vall d'Ebo hace una semana.

Las llamas han tenido un efecto devastador en una zona interior en la que cada vez se abandonan más campos por la falta de rentabilidad. Hay menos agricultura y el turismo se ha convertido en uno de los elementos que impulsan la economía gracias al atractivo de su paisaje. Sin embargo «ahora todo está negro, con lo verde y precioso que era antes», ha lamentado la alcaldesa de la Vall d'Ebo, Leonor Jiménez. Espera que este suceso no desanime a nadie a visitarles.

El fuego no solo se ha llevado por delante una ingente masa forestal, sino que también ha dañado vestigios de elevado valor arqueológico. Uno de ellos, el Castell de Margarida (ubicado en la pedanía homónima) de cuya existencia hay referencias documentales desde el siglo XIII. De esa época también se tiene constancia de las Masías de Capaiomona, en Tollos. Se trata del único poblado de origen islámico que se conserva en el Comtat, y supone una representativa muestra de la arquitectura defensiva en las comarcas valencianas de interior.

Tollos ha sido de hecho una de las localidades más castigadas por este incendio. La práctica totalidad de su término municipal ha sido pasto de las llamas. Eso incluye su puerto de montaña (por el que ha transcurrido alguna etapa de la Vuelta a España) así como un importante sector del Barranco de Malafí.

De lo poco que se ha salvado en Tollos es su pequeño núcleo urbano, alrededor del cual se ha preservado un cinturón de terreno. Justo en esa zona hay proyectado un jardín botánico; idea surgida en el seno de la asociación local L'Espardenya, para la cual se ha contado con la colaboración de dos estudiantes de la Universidad de Alicante. Una de las líneas de actuación de ese proyecto es la elaboración de un semillero con especies propias del Valle de Seta; un trabajo ya iniciado y que los responsables de L'Espardenya pretenden aprovechar de cara a la reforestación de la zona.

Debido a su poca frondosidad, las llamas no han alterado significativamente la sierra de Alfaro, la cual ya sufrió un incendio hace dos décadas. Esa sierra está dividida entre Tollos, Fageca y Famorca, y ha sido en el término municipal de esta última localidad donde más se ha visto afectada. Por su parte, Fageca no ha sido pasto de las llamas en ninguno de sus terrenos.

Benimassot, en cambio, sí que ha sufrido duras consecuencias tras el paso del fuego. Allí se ha quemado parte de la sierra de Cantacuc, así como la de Almudaina. También se ha perdido el área del Tossal Blanc y el entorno de la Cova de Costurera (en referencia al castillo homónimo ubicado en el término de Balones).

La huella del fuego también es patente en árboles frutales como los cerezos que lindaban con la montaña. La estimación de ejmeplares afectados ronda entre 500 y 1.000, según Vicente Sanchis, presidente de la Cooperativa de Cerezas Montaña de Alicante. De cara a la próxima campaña podría repercutir en una merma de la producción cercana al 10%, ha calculado.

Ahora les toca podar las partes dañadas y cruzar los dedos para que la climatología sea benévola. Especialmente porque las cuatro últimas temporadas han sido catastróficas.

Hay otro cultivo que se ha «torrado». Se trata de los manzanos de una variedad autóctona de la Vall d'Ebo, el perelló. Juan Vicente Moll, edil de Agricultura de la localidad, tiene casi la mitad de árboles afectados y ha perdido las 60 colmenas que le quedaban.

La Asociación de Jóvenes Agricultores de Alicante tiene muy claro que la culpa de la rápida propagación de las llamas obedeció al abandono de la agricultura. Asaja ha culpado a conselleria y Gobierno de la «dejadez del medio rural» que ha convertido los campos en «polvorines». Por ello ha reclamado un plan estratégico para revitalizar estos terrenos de la montaña.

Por su parte, la Diputación de Alicante impulsará de forma urgente una serie de medidas para ayudar a los municipios perjudicados por el incendio. Entre ellas figuran actuaciones para la recuperación de la cubierta vegetal o la reposición de los hitos y la señalética de las carreteras.

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