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Iván Arlandis

La guerra en Ucrania cumple seis meses y alcanza los 25.000 refugiados en la Comunitat

Cruz Roja atiende a más de 90.000 personas en España afectadas por el conflicto y llega a 60.000 actividades en la región

B. HERNÁNDEZ/Á. SERRANO

Jueves, 25 de agosto 2022, 00:02

VALENCIA. Cuando entraron los tanques hace seis meses, la reacción más lógica para muchos fue la misma: huir, salvarse. Quizá sus hijos no crecieran en el país que les vio nacer, pero al menos soplarían las velas en cada cumpleaños. Más de 25.000 ucranianos han buscado refugio en la Comunitat Valenciana desde que estalló la guerra aquel fatídico 24 de febrero de 2022, cuando las tropas rusas invadieron Ucrania.

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La ONG Cruz Roja ha sido la encargada de dar cobijo a aquellos que lo perdieron todo por la guerra. El antiguo hospital La Fe, situado en el barrio de Campanar de Valencia, es uno de los centros que habilitó en un contexto de emergencia la Conselleria de Justicia. Aunque este alojamiento 'temporal' tiene los días contados. Los refugiados son conscientes de ello. Saben que tendrán que reubicarles a otro centro y seguir viviendo entre paredes blancas sin recuerdos familiares hasta que consigan los medios para poder permitirse una vivienda y empezar de cero.

La implicación con los refugiados ucranianos trasciende más allá del plano autonómico. A nivel estatal, Cruz Roja ha atendido a más de 90.000 personas. Más allá de proporcionarles un alojamiento, la ONG ha invertido todos sus recursos en proporcionarles las herramientas para que puedan construir en su 'casa de acogida' un plan de futuro. Los refugiados quieren avanzar. No quedarse estancados en un estado de 'stand-by', pero la barrera idiomática es un bloque de hormigón entre los ucranianos y sus sueños. Ellos lo saben y las ONG implicadas, también. Tras ver que la guerra no eran unos bombardeos aislados, sino una contienda de desgaste a la espera de que los invadidos tiraran la toalla, las organizaciones que han habilitado recintos para que puedan alojarse han tomado medidas para su inserción en la sociedad.

Desde Cruz Roja han realizado más de 60.000 actividades en la Comunitat Valenciana que abarcan todos los ámbitos: 38 en medio ambiente, 14.579 en salud, 41.124 en inclusión social, 234 en empleo, 643 en socorros y 2.934 en educación. También reciben clases de español hace aproximadamente un mes en el caso del antiguo hospital La Fe. Antes, únicamente tenían una clase a la semana para aprender el idioma pero ahora se han extendido a tres las lecciones semanales. Un proceso difícil y costoso. Tras visitar de nuevo el centro, LAS PROVINCIAS ha comprobado que apenas saben decir palabras básicas como «hola» o «gracias». Y ya es demasiado. Han tenido que construir la casa por el tejado y despedirse de sus familiares y amigos mientras sus oídos se llenaban de palabras desconocidas para ellos.

Medio año o un siglo. La concepción del tiempo es relativa, pero si preguntas a los refugiados ucranianos apostarían por la segunda opción. Seis meses después, la espiral de violencia no da tregua a los civiles que luchan por sobrevivir. Los soldados dirigidos por Putin obligaron a las familias a abandonar sus casas. Los edificios en los que construyeron sus vidas se han reducido a polvo y cenizas.

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Los medios de comunicación muestran imágenes de los escombros. A simple vista, no son más que trozos de cemento esparcidos por el suelo. Desde los ojos de las personas ucranianas, son pedazos de lo que antaño llamaron hogar. Medio año después, el país sigue sin ser un lugar seguro al que regresar. Los tiempos de crisis fomentan la unión. Sacan a relucir el significado de la palabra 'humanidad'. En Cruz Roja lo han notado. La organización cuenta con más de 6.000 personas voluntarias entre sus efectivos de las cuales hay más de 1.150 en la Comunitat. Aún así, la ONG ha advertido mediante un comunicado de prensa: «Con todo el sistema humanitario al límite, el conflicto podría tener impactos permanentes en la capacidad de las organizaciones y sus donantes para responder en la crisis actual de Ucrania y en emergencias en otros lugares».

El sistema de acogida muestra signos de agotamiento. Lo explican también desde la Fundación Amigó, que gestiona tres albergues dependiente del Centro de Atención a la Inmigración (CAI) del Ayuntamiento de Valencia. Se encuentran situados en Alaquàs, Benimàmet y Cheste. En estos seis meses de guerra, el CAI ha atendido a más de 1.500 personas. En la actualidad, ese número se ha reducido a 500, de los que unos 270 aproximadamente viven en los albergues. «No hemos tenido ningún problema con nadie, pero es verdad que la gente tiene un poco de incertidumbre porque no saben cuál va a ser el futuro que tendrán por delante», explican las mismas fuentes, que comentan que la integración, aunque es cómoda, no es del todo fácil. Evidentemente, ahí está la barrera idiomática, pese a que en los albergues se dan cursos de español para extranjeros. «No hablan un español fluido pero empiezan a defenderse», explican.

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La Fundación Amigó asiste a casi 300 refugiados en albergues que dependen del Ayuntamiento de Valencia

«A algunos hemos conseguido encontrarles trabajo, algunos se han encontrado un piso... pero el 80% sigue en las instalaciones», comentan las mismas fuentes. Se encuentran, por tanto, en un impás, como alguien hubiera apretado el botón de 'pause' en el enorme reproductor de vídeo de su vida. Los más pequeños, de los que en los albergues que gestiona la Fundación Amigó hay entre 30 y 90, son quienes lo llevan mejor, porque la ignorancia, a veces, es un poderoso escudo. «Los hemos escolarizado desde el primer día», explican orgullosos desde la entidad.

La Fundación Juntos por la Vida, por su parte, ha traído a unas 3.000 personas a vivir a España. Se trata de niños pequeños y sus familias que, en muchas ocasiones, vienen desde hace años al país a pasar los veranos. La adaptación en estos casos es más sencilla, porque llegan a hogares donde sus familias les esperan con brazos abiertos: algunos no pegaron ojo desde que empezó la guerra hasta que sus 'hijos' se bajaron del autobús y pudieron por fin tenerlos en sus brazos. Al menos no son todo malas noticias y algunos grupos sí que han podido adaptarse rápidamente a sus hogares provisionales.

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