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Pili y José, este martes en Parque Alcosa, en Alfafar. TXEMA RODRÍGUEZ
La historia de Pili y Jose, una voluntaria y un afectado

La historia de Pili y Jose, una voluntaria y un afectado

Pili está desempleada, José es jubilado, y su abrazo resume la fusión entre el pueblo herido por la desgracia y quienes han acudido al rescate

Miércoles, 6 de noviembre 2024, 01:13

Pensábamos que nuestros jóvenes eran la generación de cristal, y la DANA nos ha demostrado que se trata, en realidad, de la generación de hierro. Da igual en qué pueblo, en qué barrio, en qué casa. Los vecinos afectados no dejan de agradecer, cada día, la ayuda que tuvieron, sobre todo los primeros días en que se sintieron tan solos, de toda una generación que cogió una escoba y se fue a limpiar casas, a retirar muebles. A lo que hiciera falta. La mayoría son grupos reducidos, tres o cuatro, que se acercan a la puerta de una planta baja y preguntan: «¿en qué podemos ayudar?». Esta frase se ha repetido estos días miles de veces en miles de bajos, de comercios, de viviendas. Son amigos, del instituto, de la universidad, de la falla, de los juniors. El puente de la solidaridad, el que une la ciudad de Valencia con el barrio de la Torre, estaba lleno de todos estos voluntarios que se han entregado a quienes más lo necesitaba, y se ha convertido en un símbolo.

El miércoles, cuando Valencia y toda España se despertó con el horror de lo que había ocurrido en l'Horta Sud, todavía era muy complicado llegar a los pueblos. Se hicieron virales las llamadas de socorro de los vecinos, que se organizaron entre ellos para poder ayudarse en esos primeros momentos aislados. Desde Silla, un joven cruzaba varias veces al día a Catarroja para llevar garrafas de agua. Otro se subió al tractor para retirar coches empotrados contra las paredes de las viviendas y que los vecinos pudieran salir de sus casas. Otra, que tenía gas, cocinaba para sus vecinos sin luz.

Pero fue el viernes, el primer día festivo después de la DANA, cuando la marea de la solidaridad fue abrumadora, más fuerte de lo que nadie hubiera imaginado. Tanto que, cuando la Generalitat intentó organizar a los voluntarios, se presentaron en la Ciudad de las Artes y las Ciencias miles de personas, que desbordaron cualquier tipo de previsión. La Generalitat ha vuelto a intentar ordenar el trabajo de los voluntarios ayer mismo, y pidió que se inscribieran en una web.

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La realidad es que ha sido un movimiento absolutamente espontáneo, atendiendo al clamor de los afectados por un trabajo inabarcable, que tenía que ver con limpiar, pero también con repartir comida, agua y cubrir necesidades básicas. El fin de semana los voluntarios han llegado desde prácticamente toda España, en un movimiento que recuerda al que se generó con el vertido del Prestige en Galicia, hace 22 años. Ahora, como entonces, el desastre parecía inacabable. Ahora, además, los afectados son seres humanos.

Una semana después de la DANA, la mayoría de las casas están despejadas, retiradas todas las pertenencias convertidas en trastos inservibles. Y eso ha sido trabajo de los voluntarios. La mayoría de los afectados sólo ha podido salvar las cuatro paredes, y el lodo es como una capa pegajosa que no quiere marcharse y queda mucho por limpiar. Después del desescombro, los voluntarios siguen haciendo falta. Ayer había en Parque Alcosa un ejército de jóvenes limpiando la plaza, en una imagen que es un símbolo de hasta qué punto se están volcando.

La gente mayor

Los mayores todavía necesitan mucha ayuda. «La gente tiene que salir a la calle a comprar, al médico, a por medicinas, y no tiene ni idea de qué hacer en estas condiciones», explica una voluntaria. Además, andar es todavía un peligro, debido a la capa de fango que cubre muchas calles. Hay personas que viven solas, que son dependientes, o que no tienen a nadie. Aurelio cuenta cómo entró con otro voluntario a una casa a ayudar a una mujer dependiente que estaba en un colchón mojado, y como la asearon. «Ni siquiera nos conocíamos aquel chico y yo». Los servicios públicos se han demostrado totalmente insuficientes tras esta catástrofe. Pili llegó a Alfafar el viernes con unas amigas para ayudar a otra que vive allí, y desde entonces no ha parado de ir un solo día. Pili tiene 52 años, y se quedó viuda hace sólo diez meses después de que su marido falleciera por un cáncer. «Llevábamos desde los 18 años juntos, y lo he pasado muy mal, pero la verdad es que esto me está ayudando muchísimo. Lo de mi marido ya no tiene solución, pero si puedo arreglarle la vida a alguien, aunque sea un poquito...».

Humanidad

Pili se encontró ayer con Jose en Alfafar, un hombre de 87 años que había salido de casa porque quería ir al aparcamiento donde dejó su vehículo estacionado antes de la DANA. «Lo he visto muy perdido, y no podía dejar que fuera sólo porque es muy peligroso por el barro, así que le he acompañado». Y mientras iban y volvían, charlaban. «Le he dado además unas botas de agua para que no se mojara los pies». Para Jose, Pili ha sido un soplo de aire fresco, una oreja que le ha escuchado en un momento muy complicado.

Hay miles de Pilis que han dado el primer empujón a los afectados para animarles a salir adelante. En una población que todavía está en shock, a la que no le ha dado tiempo todavía a llorar, dos afectadas aplaudían entre lágrimas a un grupo de jóvenes en Catarroja cargados con palas y escobas. «Estamos muy agradecidas».

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