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La rutina vuelve hoy. A los centros escolares, con la incorporación de más de ochocientos mil alumnos en la Comunitat, y a las casas, que aunque afronten la siempre pronunciada cuesta de septiembre ganarán en términos de conciliación laboral y familiar.
Llegan días de reencuentros, de emociones y cambios tras más de dos meses de vacaciones, por lo que es importante trabajar tanto la adaptación previa como el acompañamiento de los hijos, durante todo el curso y especialmente en las primeras semanas.
Para facilitar esta transición LAS PROVINCIAS ha reunido los consejos de las doctoras Paloma Varela y Olga Albaladejo, que forman parte del grupo Top Doctors, centrado en el desarrollo tecnológico para facilitar el acceso a especialistas del sector sanitario.
A las dos expertas se les plantean cuestiones generales y casuísticas concretas que pueden ayudar a los padres y madres, como facilitar el desapego al móvil tras semanas de uso intensivo o en relación a niños que se escolarizan por primera vez. También hay recomendaciones para progenitores, cuyo rol es básico.
Uso de móviles
En adolescentes es habitual que durante las vacaciones la exposición haya sido más habitual -incluso excesiva- que durante el curso, por lo que hay que cambiar esa dinámica.
«La clave está en volver a establecer límites gradualmente y a ser posible de manera consensuada, con una conversación sincera explicando por qué y vinculándola a su bienestar, como que puede afectar al sueño, su rendimiento académico y las relaciones sociales», explica la doctora Albaladejo, psicóloga especialista en salud integrativa. Por ello apuesta por introducir «zonas y horarios libres de pantallas, como durante las comidas o antes de dormir».
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Coincide Paloma Varela, especialista en Psiquiatría. «En el uso de móviles, y de redes sociales, siempre debe haber un 'timing' y un control parental en relación al espacio de tiempo en que se pueden utilizar. Desde luego no en el colegio -la prohibición, en la Comunitat, es global- y tampoco durante el estudio, porque interfiere», añade.
Además, aconseja ir limitando las horas en los días previos y alude a las ventajas de acordar con los hijos un contrato que deje claras las normas de uso y sea revisable.
El ciclo del sueño
Sucede lo mismo que con los móviles. El verano poco tiene que ver con la realidad de una jornada lectiva, en la que hay que levantarse pronto, y más en Secundaria, y acostarse mucho antes. «El cambio debería llegar al menos en los cinco días previos. Deben habituarse a dormir un mínimo de nueve horas e ir adelantando la hora de despertarse para tener un mejor comienzo», señala la doctora en Psiquiatría, que también incide en evitar pantallas «antes de ir a clase».
«El ajuste debe ser gradual», completa Olga Albaladejo: «Se puede comenzar adelantando la hora de acostarse y despertarse unos 15 minutos antes cada día hasta el horario deseado».
Además sugiere rutinas para regular el ciclo del sueño, como avanzar el horario de la cena, dejar las pantallas «una o dos horas antes de dormir», incluir «actividades relajantes», como una ducha con agua caliente, la lectura o escuchar música suave, o exponerse a la luz natural al despertar.
El acompañamiento
Las dos expertas trasladan la misma sugerencia. «No es necesario estar encima de los hijos en todo momento. En lugar de eso, podemos acompañarlos en la planificación de sus tareas o estudios, pero siempre dándoles espacio para ser autónomos», en palabras de la doctora Albaladejo. Es decir, ayudar, que no hacérselo todo. Por ejemplo, sentarse con ellos al principio para organizar su agenda y luego ir permitiéndoles gestionar más responsabilidades. «Hay que enseñarles a priorizar y gestionar su tiempo, asegurarnos de que saben estudiar y apoyarles en la fijación de rutinas necesarias para el buen aprovechamiento académico», resume. «Involucrarse sin agobiar es cuestión de equilibrio. Es importante crear un ambiente donde se valore el esfuerzo y el proceso de aprendizaje más que los resultados», concluye.
A juicio de Paloma Varela, es clave «estructurar tiempos horarios como las comidas y las cenas y también su agenda, anticipándose a las tareas que tienen que hacer al día siguiente, las extraescolares y enseñarles a autogestionarse en la medida de lo posible».
Los padres dan ejemplo
Hay que desterrar los comentarios negativos, como el que traslada pesimismo sobre nuestra propia situación. Aunque sea con intención satírica. El clásico 'yo tampoco quiero ir a trabajar'. «De la misma manera que tenemos que evitar compartir nuestros posibles miedos de lo que puede acontecer en el ámbito escolar, de lo que podemos ver con ojos de adultos, hay que tener en cuenta que los niños funcionan con un aprendizaje social, somos su espejo. Si nos ven hacer, ellos harán», sintetiza Paloma Varela. «Es mejor compartir con ellos expectativas sobre la vuelta, o anticiparles oportunidades, como que se abren puertas a nuevas amistades», señala.
«Si verbalizamos el deseo de no volver al trabajo, o de lo pesado que es madrugar, transmitimos una idea negativa del esfuerzo y la responsabilidad», tercia Olga Albaladejo. «En cambio, podemos mostrar una actitud positiva, comentando lo bueno de retomar las rutinas, ver a los compañeros y aprender cosas nuevas. Ayudará a ver el regreso a las obligaciones como una oportunidad, no como un castigo», dice.
Primera escolarización
Todos los alumnos de 1º de Infantil vivirán una experiencia diferente, pues se incorporarán por primera vez al colegio, que no es lo mismo que una guardería. «Recomendaría una exploración previa del entorno escolar. Y en el caso de los más pequeños, lo habitual es que haya una incorporación progresiva por horas que facilita su llegada», dice la doctora Varela. «Sería ideal que desde las escuelas existiera la figura del 'lazarillo', que les acompañe de manera más personalizada los primeros días», continúa.
«Es positivo prepararles con antelación, hablar sobre lo emocionante de conocer nuevos amigos y aprender cosas nuevas, explicarles que es normal que se sientan nerviosos, pero que comprobarán que todo irá mejor con el tiempo», añade la especialista en salud integrativa.
Relación con los docentes
Coinciden en la importancia de la implicación, pero difieren en la necesidad de pedirla durante las primeras semanas. «Puede ser muy beneficioso, incluso si no hay ningún problema evidente. Ayuda a crear un puente de comunicación, que será clave si surge alguna dificultad durante el curso», defiende Olga Albaladejo. Y si hay necesidades especiales, hay que hacerlo cuanto antes, añade. Paloma Varela sí la plantea en este caso -«no todos necesitan los mismos ajustes psicopedagógicos»- aunque si no tercian dificultades específicas considera suficiente solicitarla al final del trimestre.
Señales de alarma
Las expertas dan algunos consejos para que, al menos, se activen las alertas si algo va mal en el colegio o durante la adaptación. «Pienso que algo pasa cuando el niño cambia respecto a cómo lo conocemos: una variación en el rendimiento, en sus biorritmos (alimentación o sueño) o si deja de hacer cosas con las que solía disfrutar», destaca la doctora Varela, antes de referirse a otras actitudes sospechosas, como no querer ir al cole o jugar solo y no con amigos. «Aunque no se trate de un trastorno psiquiátrico mayor, sí puede estar experimentado sufrimiento», continúa. «En estos casos aconsejo implicar a todas las partes: entorno sanitario, familias y centros. Un psiquiatra infantil no puede trabajar solo desde su consulta, se necesita un abordaje multidisciplinar», reflexiona.
La doctora Albaladejo se expresa en términos similares: estar atentos a cambios de comportamiento, desde una mayor irritabilidad hasta dificultades para dormir, pasando por la pérdida de interés por actividades con las que disfrutaba o incluso regresiones en comportamientos ya superados, como la retención nocturna de la orina. «Es fundamental hablar con el niño y con los profesores. Y si los cambios persisten, buscar la ayuda de un psicólogo», comenta.
Aprovechar el momento
«Los padres deben aprovechar este periodo para reforzar la comunicación abierta con sus hijos», dice Albaladejo. «Que pregunten cómo están viviendo el cambio y validen sus emociones, sean positivas o negativas. Ayudará a que se sientan escuchados y apoyados», añade.
Varela, por su parte, recomienda «no perdernos nada, compartir con ellos, por ejemplo la cena, que se convierta en un momento de intercambiar información sobre el día a día y sobre sus emociones. Es básico tener nuestros espacios familiares», dice. Y sin pantallas.
Martina, alumna de 2º de Primaria del Ceip Mariano Benlliure de Aldaia, dice, con la timidez propia de los siete años, que tiene «un poquito de ganas» de volver a clase. Ya conoce a su nueva maestra y ha podido disfrutar de sus amigas este verano. Con ayuda del abuelo y de sus padres, Amparo y Emilio, estos días han recogido el chequelibro, los ejemplares -del comercio del barrio- para tenerlo listo todo de cara al inicio. Representan a miles de familias (si no a todas, a la mayoría), en el sentido de lo importante que es, para una casa, volver a la normalidad escolar. «Ella necesita la rutina y nosotros también», dice él. «Por ejemplo, tiene muchos momentos en los que la contestación para casi todo es: 'me aburro'», añade. «Durante el año eso no pasa», completa la madre. «Y como familia, es bueno recuperar un control de la casa: de las comidas, de los horarios, del tiempo para poder hacer deporte y del descanso. Lo necesita ella y nosotros», refrenda Amparo. «Pasa igual que con las vacaciones. Cuando llegan las necesitas, pero ahora al revés», dice él.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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