m. hortelano
Martes, 7 de abril 2020, 00:44
A Eva y a Carlos sólo les ha faltado coger un barco para completar aquello de por tierra, mar y aire, para llegar hasta Valencia. La vuelta de este matrimonio valenciano desde Katmandú, en Nepal, donde estaban completando un año de voluntariado en el extranjero, ha sido de todo menos tranquila, pero después de 46 horas de sucesivos desplazamientos, ya están en casa. Eva y Carlos embarcaron hace dos días en un vuelo fletado por la Embajada de Francia, junto con otro medio centenar de españoles a los que Exteriores ha tenido que acoplar en la aeronave francesa para que pudieran ser repatriados, ya que los vuelos españoles ya se habían completado hacía días. Y una vez pusieron un pie en el vuelo con destino a París, con escala en Doha, en los Emiratos Árabes Unidos, el resto del trayecto se lo tenían que apañar ellos, porque la responsabilidad de la embajada ponía el fin de viaje en la capital francesa.Todos los desplazamientos los han abonado de su bolsillo.
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Una vez llegaron a París, los 50 españoles que provenían de Nepal tuvieron que buscar distintas alternativas para regresar a sus ciudades en pleno estado de alarma con el control de fronteras activado y los vuelos reducidos a mínimos. En París se hicieron con otro vuelo a Barcelona, la ciudad más cercana a Valencia de las que tenían opción de comprar. Sin embargo, el trayecto tenía horario para el día siguiente, por lo que tuvieron que pasar la noche en el aeropuerto francés. Pero el medio de transporte no era el único problema de su odisea. «Lo más difícil de la vuelta fue encontrar comida durante todo el trayecto», cuenta el matrimonio. A pesar de que en el vuelo hasta París sí tenían incluida la comida, al llegar a Europa se encontraron con todas las cafeterías de los aeropuertos y estaciones cerradas. A la mañana siguiente embarcaron con destino a Barcelona y de ahí cogieron un tren a Valencia.«En París pudimos comprar algún snack en una máquina de vending», pero en el avión a Barcelona no había servicio de venta. Tampoco en la estación de Sants. 46 horas después llegaron a casa, a Valencia, donde se han podido alojar en un piso que les han prestado sus familiares, porque no quieren mantener contacto con los más cercanos «para evitarles cualquier riesgo de contagio». «Somos conscientes que hemos estado en contacto con mucha gente muy distinta estos días». Al final , su vuelta ha sido una odisea, pero pueden decir aquello de 'por fin en casa'.
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