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CARLOS BONELL
Domingo, 20 de febrero 2022, 00:19
La Huerta de Valencia sigue inmersa en un proceso de deterioro que es bien visible en grandes porciones de territorio, sobre todo al sur de la capital. La ley de protección no está sirviendo para enderezar el problema, tan vasto y complejo, como se prometió ... en la ilusionante fase de aprobación de esta medida, cuyos objetivos eran -son- promover la ordenación y dinamización de este espacio, tan querido de los valencianos por su paisaje y valores agrícolas y culturales.
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A punto de cumplirse cuatro años desde que entró en vigor esta ley -el 13 de marzo de 2018-, al recorrer grandes áreas de esta comarca bien podemos hablar de la existencia de una huerta vaciada, en la línea de aplicar este concepto a comarcas donde desaparece el interés por trabajarlas y habitarlas. Los pueblos siguen creciendo en habitantes, pero más allá de los cascos urbanos abunda cada vez más el vacío. Es huerta protegida y así lo queremos todos, pero la mera existencia de la normativa que determina su protección no sirve para obrar la magia recuperadora que se pretendía.
La realidad salta a la vista. La especulación del suelo tiene frontera, pero no por eso se cuidan los campos como se quisiera. Las parcelas se abandonan porque no son rentables, naturalmente, y el proceso no es nuevo, viene de lejos: falta de dimensión de las explotaciones, tierra cara, huida masiva de jóvenes a otras ocupaciones, falta de interés de otros... Las familias labradoras se fueron de los campos como antes dejaron de vivir en las alquerías porque prefirieron la seguridad y habitabilidad de pisos nuevos en pueblos y ciudades.
Ahora vuelven a verse alquerías renovadas, en algunos coasos las restauran los descendientesde, en otros las compran y rehabilitan nuevos inversores que llegan de la ciudad a cumplir su sueño de vivir en el campo, rodeados de campo, aunque sean campos que no dan para sostenerlos, por lo que los vallan y destinan a menudo a usos recreativos. Pero esta salida semiubanita solo atañe a una parte de l'Horta Nord, la más pegada a Valencia capital, y algún pequeño núcleo disperso.
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En esa zona del norte es donde reina la producción de chufas para horchata y perviven bellos mosaicos de parcelas cultivadas con primor. Más al norte también va cundiendo el abandono y el desinterés, que se hacen mucho más notables al sur de la capital, donde proliferan por doquier campos repletos de maleza y escombros salpicados de alquerías en trance de decadencia imparable. Una lástima.
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