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El 15-M cumple hoy diez años completamente transformado. Poco queda de los grandes estallidos de indignación en forma de manifestaciones y acampadas asamblearias ... que aspiraban a cambiar la sociedad. Dejando de lado la mutación hacia opciones políticas, su espíritu se custodia, más bien, en activismos concretos que ya existían y salieron reforzados.
Contribuyó a dar más visibilidad al feminismo, igual que sucedió con la reivindicación del derecho a la vivienda o el ecologismo. Logros que contrastan con las desilusiones, con la imposibilidad de satisfacer las grandes demandas que se plantearon. Desde una nueva Constitución o cambiar la estructura financiera que sostiene a los estados hasta conseguir una auditoría de la deuda -saber cómo se llegó a la anterior crisis-, modificaciones legales -sigue vigente la Ley de Seguridad Ciudadana- y también de participación real de la sociedad en las decisiones políticas.
LAS PROVINCIAS ha querido reunir reflexiones de algunos de los protagonistas que tuvieron una participación muy activa y que hablan a título personal, pues el 15M no tuvo líderes. Guzmán Chamorro es uno de ellos. Con experiencia previa en el activismo social y político, este técnico en emergencias sanitarias fue uno de los primeros en acampar en la plaza del Ayuntamiento.
Lo recuerda como «un caos que parecía incontrolable y acabó saliendo bastante bien», con un enorme apoyo de los ciudadanos. Define al 15-M como «un lugar de encuentro intergeneracional en el que se organizaba el tiempo para que todo el mundo pudiera hablar». También defiende que fue algo «apartidista y asindical, aunque sí político, porque hacíamos política. Muchos entramos con una mochila ideológica, pero siempre se respetaba lo que decía la asamblea», añade.
De la herencia de aquello destaca «los movimientos que crecieron, como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) o el ecologismo asambleario, o los de barrios que siempre han tenido buena base social». Y en cuanto a frustraciones, habla de la participación, «una de las demandas más concretas respecto a cómo funcionaba la política y que algunos consideramos que no ha cristalizado».
En este sentido, continúa, «muchas de las demandas que se plantearon no se han cumplido: la ley electoral, la derogación de la 'ley mordaza' o la auditoría de la deuda, que es un mecanismo de atar a los países en sus presupuestos estatales a la hora de proponer soluciones a lo que se planteaba», dice.
También recuerda que no se hablaba de regeneración democrática sino de proceso constituyente, «de construir una nueva Constitución fruto de un debate democrático». Y lamenta que los nuevos partidos, los que iban a cambiar las reglas, acabaran «entrando en la misma dinámica del bipartidismo».
Juan Bordera, periodista freelance, también estuvo en ese grupo de siete u ocho personas del que nació el 15-M valenciano y que derivó en reuniones de miles de ciudadanos en la plaza.
«Existía el sentimiento de que ninguna de las opciones políticas representaba nada más que los intereses de la élite empresarial, de que la corrupción llegaba de los dos lados, de que ninguno de los partidos que había gobernado había supuesto una ruptura con lo que se llama el régimen del 78», explica.
«Algo se ha mejorado, hay más opciones, pero seguimos necesitando otro impulso, en algún momento volverá a ocurrir algo así. Por ejemplo, en la cuestión ecológica vamos hacia un mundo con menos energía disponible, con problemas más graves, y si no vamos hacia políticas agresivas de redistribución de la riqueza se acabará con otro estallido, creo que más constructivo», añade.
«Fue una mezcla de indignación por lo que había y de ilusión por lo que podía llegar a haber, de sembrar las condiciones para un despertar político. Creo que esto fue lo que mejor se hizo», añade. «Hubo un fortalecimiento de la PAH, del ecologismo, el feminismo o los movimientos municipales», destaca, antes de referirse a la lacra de la corrupción política, uno de los detonantes del estallido junto a la crisis. «Sirvió para destapar muchos casos, y desde entonces existen más medidas de control y están más contenidos», dice.
A su juicio, la decepción fue «la constatación de que muchas de las propuestas responden a un ámbito que sobrepasa la capacidad del Estado en un mundo globalizado», en el sentido de que «el poder no está en la política, sino en los mercados». Una barrera enorme que, añade, es muy difícil de derribar desde las asambleas ciudadanas.
Adoración Guamán, directora general de Coordinación Institucional de la vicepresidencia segunda del Consell, llegó al 15-M como profesora de Derecho y se implicó en la comisión jurídica. Como los anteriores, ya tenía trayectoria en el activismo social. «Pero había muchísima gente que no había participado en nada previamente y venía a contar su experiencia de precariedad. Todo ese sufrimiento individual se convirtió en indignación colectiva y estalló», recuerda.
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Visto con perspectiva, cree que «las plazas fueron el inicio de la transformación del tablero político; se introdujeron ideas que parecían tabúes, como la opción de un proceso constituyente, las críticas a la Monarquía o la ruptura del eje izquierda-derecha».
Considera que el 15-M «fue el principio» y que «apuntó posibilidades», aunque quede trabajo por hacer, y coincide en que impulsó diferentes movimientos sociales «que marcan el discurso político». En cuando a las reivindicaciones, «algunas se han conseguido y otras se persiguen». Entre las primeras sitúa la lucha contra la corrupción, la transparencia o la concienciación sobre el derecho a la vivienda. Y entre las segundas la necesidad de «seguir apuntalando políticas sociales» o luchar contra las elevadas tasas de paro. «La utopía sirve para caminar», resume.
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