Una máscara, la enorme cabeza de un cabezudo, la carcasa que soporta a un gigante, una caja con una etiqueta en la que se lee '¿Tenorio?', un quimono que conduce a Madame Butterfly, trajes militares de muchas épocas y distintos rangos; también los de los ... españoles que a finales del siglo XIX lucharon por la defensa de Cuba. Vestidos de valenciana de todas las épocas tejidos con las mejores sedas, también los erradicados corpiños negros de terciopelo y aquella «uniformidad» festiva que los vistió a ellos de negro brillante. Historia de Valencia sobre prendas de vestir, el oficio al que entre 1866 y 2013 se dedicó la casa Insa, el ropero de la calle Baja que guarda la esencia de las Fallas, el monumental Corpus valenciano, el cine y el teatro.
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Ahora, forma parte de los fondos de la Diputación de Valencia, de l'Etno, a partir de la donación de Carmen Insa, la última de una larga saga que empezó con miguel Insa Pareja, joven de Ontinyent llegado a la capital en busca de una oportunidad. Cuenta Oreto Trescolí, estudiosa de la indumentaria y en particular de la Casa Insa, que aquel emprendedor que recibió un negocio ya existente se mantuvo al frente hasta 1961. Pasó entonces a sus sobrinos hasta llegar a Carmen Insa, que realmente se apellidaba Ferrés. Ella puso nombre a la indumentaria valenciana a partir de 1949. Desde esa fecha y hasta «los años setenta del pasado siglo confeccionó los trajes de las falleras mayores de Valencia», recuerda Oreto Trescolí.
Decir Casa Insa en Valencia, es hablar de fiesta y tradición. Significa sacar a la luz una firma ligada a la cultura no sólo de la ciudad. La ropería, que se apunta –aunque en voz baja– que ocupaba la que pudo ser la casa familiar de Juan de Juanes, se detuvo en el cine y en el teatro para poner traje al Tenorio y a Madame Butterfly. También a los papeles que el actor valenciano Enrique Rambal interpretó en los escenarios más diversos del universo latinoamericano. Explica Oreto Trescolí que desde los talleres de Insa se servía el vestuario de las compañías teatrales de Milagros Leal-Salvador Soler Marí, e incluso la de Ismael Merlo-Luisa Colomina y «trabajó para algunos estudios cinematográficos como CEA o el valenciano Cifesa».
Acceder a los fondos es un recorrido por metros y metros de perchas de las que cuelga una colección de indumentaria de miles de piezas «de las que más de la mitad proceden de Insa, unas 10.000», señala Jorge Cruz, jefe de la unidad de fondos de la Diputación. «Se ven uniformes de Guardia Real o de los soldados de Cuba que servían para figurantes de obras de teatro y zarzuelas». La firma Insa «compraba y reformaba prendas» que alquilaba bien para fines artísticos, bien para vestir, como se descubre en ternos del gusto francés tal vez buscados por las clases acomodadas de la Valencia de otros tiempos.
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Más allá de comprar para alquilar, aquel negocio tenía también taller de costura para servir encargos.Tal fue su actividad que de la emblemática casa valenciana se puede decir que es al menos «tres cosas» y todas ellas de profundo valor etnográfico. «Es un trabajo intensivo donde las mujeres se reunían para las labores de coser e incluso se preparaban la comida constituyendo una unidad de producción y casi de vida. También es una ropería con vestidos para alquilar, un modelo de negocio que ya ha desaparecido y, además, la última custodia de buena parte del patrimonio indumentarista valenciano», concreta Cruz.
El viaje a través de los percheros sitúa ante un quimono del que Pilar Payá, conservadora de la colección, explica que «es una pieza para una Madame Butterfly» y hay también trajes para saltar al ruedo en tarde de toros. Pilar Payá continúa guiando el periplo indumentarista que descubre curiosidades como una vestimenta de Papa Noel, los apostolados para la procesión del Corpus, los elementos propios del 'Cirialot' y todos aquellos atributos necesarios para la fiesta.
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Pero, claro, el paseo tiene parada obligatoria y en profundidad cuando llega a la fiesta valenciana por excelencia. La colección de trajes de valenciana es amplia. Las mejores sedas bordadas, zapatos forrados con el mismo tejido e incluso curiosidades como «trajes de valenciana que no están bordados, sino que son tejidos estampados» o esas prendas en desuso como los trajes negros para los falleros. Todo suma en la demostración de la aportación de Casa Insa a la fiesta de las Fallas, también de muchas más, no sólo en la capital, sino también en muchos destinos de la geografía valenciana. No pocos pueblos guardan en su memoria el momento en el que la llegada a la plaza de la furgoneta azul con el rótulo Insa era el anuncio más certero de que empezaban las fiestas. Y eso es muy importante para la ciudad y para sus pueblos.
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