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Javier Quesada junto a la colección de los libros no científicos del premio Nobel Ivan Arlandis

Javier Quesada: «En este país tenemos miedo a la libertad»

Se formó en España, se curtió en EE.UU. y junto a Santiago Grisolía configuró su sagaz mirada de la realidad. De él recibió el testigo de la presidencia ejecutiva de la Fundación Rey Jaime I

Isabel gutiérrez

Domingo, 14 de noviembre 2021, 01:26

Volúmenes de gran formato, obras completas encuadernadas en piel, novelas de bolsillo... Cuenta Javier Quesada, presidente ejecutivo de la Fundación Premios Rey Jaime I, que los libros que Severo Ochoa atesoró por puro divertimento los puso a disposición de los jóvenes que se alojaban en su casa de Valencia cuando lo de hacer una residencia universitaria en España era una rareza. Esos libros tienen la virtud de equiparar a un científico de leyenda con varias generaciones de españoles que se gastaban los cuartos en leer. Al cabo, el Nobel de Medicina disfrutaba con las mismas historias que nuestros padres y abuelos.

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Javier Quesada tiene pendiente la devolución a esas estanterías de una biografía de Alfred Nobel con la que se lo ha pasado estupendamente al descubrir la desolación que al inventor de la dinamita le dejó la lectura de un obituario suyo publicado a destiempo. Aún no había creado los premios más célebres del mundo. Y todo ello, a este economista e investigador valenciano le da pie a reflexionar sobre el valor del mecenazgo: «Andrew Carnegie, magnate del acero, decía que «si uno moría rico, era un desgraciado». Se gastó toda su fortuna en 1.500 bibliotecas en EE.UU. Creo que a las empresas hay que forzarlas a algo más. Ganar dinero está bien, pero no es suficiente», dice.

—Usted mismo se pregunta de qué sirve el conocimiento, si no se puede vender a un precio accesible para todos.

—La pandemia es un claro ejemplo del potencial del saber nuevo, pero también del adquirido. De hecho, el trabajo seminal de un premiado nuestro de hace unos años o el del propio don Severo, con el ARN, han sido contribuciones básicas para crear las nuevas vacunas que salvan vidas. Pero para que ese conocimiento seminal beneficie a la gente se necesitan que laboratorios y fábricas lo hagan a un precio razonable.

—¿Es uno de los propósitos de la Fundación Rey Jaime I?

—Sí, queremos vincular la investigación básica con la aplicación empresarial. Y estos premios reflejan la clara vocación y la gran movilidad de los científicos que trabajan en España.

—Eduard Batlle, distinguido en la categoría de Investigación Médica, lamenta la falta de apoyo económico y seguridad jurídica para impulsar la ciencia.

—Ahora la Generalitat Valenciana ha sacado a exposición pública un proyecto de decreto para regular las condiciones laborales del personal investigador. Y muchos dan la bienvenida a ese estatuto del investigador, si confiere estabilidad. Pero en España hay tantos reglamentos, tantos baremos, tantos procedimientos... Y, eso, a los investigadores no les gusta. Los investigadores quieren que se les fiche como se ficha a un futbolista: por su talento específico, no para rellenar papeles. En este país tenemos miedo a la libertad. Pensamos que si damos libertad a alguien para contratar a una persona, pondrá a su cuñado o a un caballo. La gente no pone el grito en el cielo por lo que se paga a Benzemá, pero protesta si se le da más dinero a un investigador.

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—¿Y qué habría que hacer?

—Pienso que si alguien no se ajusta al baremo pero quieres ficharlo, habrá que explicarlo. Puede que ese señor, o señora, no tenga puntos suficientes, no hable idiomas, no domine el valenciano, no tenga la carrera terminada... pero si uno cree que es fundamental ficharle, habrá que hacerlo. Eso sí, hay que asumir la responsabilidad que va ligada a la libertad para fichar. Comprometer tu prestigio al prestigio de esa persona.

—La fuga de cerebros es todo un desafío...

—La gente sabe que si triunfa fuera, tiene opciones de regresar, pero con condiciones de mercado. Hay que lanzar a los jóvenes al extranjero, que den vueltas por el mundo y que sigan su vocación. Y España, como país, debe abrirles las puertas a ellos y a los demás. A un español le pones en el extranjero y funciona de maravilla, porque llega muy baqueteado y todo le parece facilidades. Por eso se habla de talento individual, pero nos falta talento colectivo.

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—La ciencia genera riqueza. Resulta una obviedad, pero no todo el mundo lo tiene claro...

—Creo que cuando se calcula el déficit en las administraciones públicas de un país, se debería excluir del gasto lo que se invierte en I+D, porque eso es garantía de que se podrá devolver la deuda. El déficit es peligroso, pero el dinero bien empleado te fortalecerá mañana. Si tú inviertes en I+D, te recuperarás en cinco, diez o quince años. Tenemos un sesgo hacia el presente. ¿Y quién defiende el futuro?

—Pese al éxito colectivo de la vacuna del Covid 19, aún hay una enorme desconfianza.

—Creo que hay irritación. Está de moda oponerse a lo que sea. Toda la vida hemos oído bobadas, pero antes había filtros. Hoy cualquier memez circula en la red. Lo que piensa una persona que no esté formada tiene menos interés. El voto es igual para todos, pero la opinión no. La ciencia no es democrática. Tiene razón quien tiene razón.

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—En Austin (Texas) va a nacer una universidad impulsada por académicos que se rebelan frente al pensamiento único, la censura, la cancelación... ¿Corre peligro el debate?

—Aquí no lo he experimentado. Cuando educas hay que procurar abrir la mente de los estudiantes. Si vienen escorados de un lado, hay que remar al contrario. Lo interesante es ayudar a formar un criterio y me parecería horrible que desde la tarima los profesores no fueran receptivos a los alumnos.

—¿Cómo valora este fatalismo en torno al desabastecimiento y la crisis comercial?

—Hay una sobrerreacción a todo. Estamos hípersensibilizados. Casi siempre hay fluctuaciones. Todos los años se agotan los juguetes, y hace no tanto los libros de texto. Hacer de eso una catástrofe, yo no lo veo. En 2020 se desplomó la actividad, pero en realidad no había nada estructural. Lo que pasa es que ahora todos intentan recuperar los márgenes, tapar los agujeros financieros. Estamos atribuyendo demasiada importancia a las tensiones de la recuperación. En mi opinión los empresarios y los mercados lo resuelven, porque siempre que hay una oportunidad de negocio se reaccionará. Ojalá que el futuro se cambie para incorporar más los costes medioambientales.

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—La presencia de premios Nobel en el jurado de los galardones Rey Jaime I, así como de jóvenes científicos españoles, generará deliberaciones apasionantes...

—Cada hombre, cada mujer, es un voto y todos están en igualdad de condiciones. Es cierto que los Nobel tienen una autoridad moral y suelen valorar cosas muy prácticas de los candidatos: qué se sabe nuevo que no se sabía antes de que esta persona lo publicara y para qué sirve, qué línea de investigación ha abierto. De todas formas, para ser premiados, además de méritos, se necesita suerte.

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