Vicente Bellver Capella es catedrático de Filosofía del Derecho en la Universitat de València y presidente del Comité de Ética de la Comunitat. Acaba de ... publicar el libro 'Derechos al final de la vida. Una exploración bioética sobre los derechos de las personas mayores y altamente vulnerables'.
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-¿Cuál es la tesis del libro?
-Me parece que uno de los problemas más graves que afrontamos ya en el presente y en el inmediato futuro es el cuidado de los mayores altamente dependientes. Estos suelen recibir unos cuidados que no son proporcionados a su dependencia. Tampoco tienen el poder de hacerse visibles y exigir sus derechos como los mayores autónomos. Además, no están en la fase terminal en la que ya existen unos cuidados paliativos y se atienden sus necesidades en el tramo final de la vida. El problema es que ese grupo de población va a crecer desmesuradamente en los próximos años al tiempo que disminuye la proporción de personas que se pueden hacer cargo de ellas. Vamos a ver una situación de colapso social y de grave conflicto intergeneracional.
-¿A qué conflicto se refiere?
-Habrá muchas personas que precisan de unos cuidados integrales y pocas que los puedan prestar. Los recursos son limitados y se tendrán que distribuir entre unos colectivos que tienen una necesidad creciente y otro que los precisa para salir adelante en su vida. Este problema ya se vio de manera trágica en la pandemia. En ese momento todos apreciamos que era necesario ponerse a reflexionar sobre qué se podía hacer en situaciones futuras pero hemos pasado página sin tomar ninguna decisión ni hacer ningún aprendizaje al respecto.
-¿Qué pasó en la pandemia?
-Los mayores altamente dependientes fueron abandonados en las residencias porque había muy pocos recursos y mucha necesidad. Se pensó que eran socialmente menos valiosos que otros colectivos y se les marginó. Esta situación no puede volver a darse ni en pandemia ni en cualquier otra realidad.
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-¿La eutanasia en España es necesaria?
-La ley eutanasia dentro de poco cumplirá su tercer aniversario en España. Ha pasado tiempo suficiente para hacer una valoración y ver si es una ley que respeta los derechos del paciente y no está burocratizada o si se está utilizando para más supuestos, si no resulta garantista o burocrática. Hay que tener en cuenta que cada comunidad autónoma tiene su comisión de garantías y hay que ver si están aplicando la ley con criterios homogéneos, con garantías y sin burocracia y si tal como está está bien o si existe demanda social por ampliar los supuestos.
-¿Ha tenido efectos negativos?
-La ley puede ser una forma de poner presión sobre las personas más frágiles para que se planteen que si siguen viviendo son una carga para los demás. Además, el momento en que se tramitó es muy poco afortunado, justo en medio de la pandemia cuando las personas a las que va dirigida estaban abandonadas a su suerte. Por otro lado, se tramitó como una proposición de ley con una velocidad inusitada. No hubo participación ciudadana y la poca que hubo no fue suficientemente tenida en cuenta. También cabe preguntarse si es conveniente aprobar una ley de eutanasia cuando no existe una de cuidados paliativos porque la norma dice que a la persona a la que se le plantee la eutanasia se le ofrecerá las posibilidades de estos cuidados por lo que si son muy limitados o no existen no hay tal alternativa.
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-¿Son éticas las investigaciones para prolongar la vida de forma desmesurada?
-Vemos que algunas de las personas más ricas del mundo y algunos de los fondos soberanos más cuantiosos están invirtiendo en investigaciones destinadas a prolongar la esperanza de vida de las personas. Pero no como los avances obtenidos hasta ahora como la mejora de la salubridad, de los hábitos de vida y de la asistencia sanitaria, sino como consecuencia de intervenciones en nuestros cuerpos para evitar la oxidación y el envejecimiento celular. ¿Es éticamente aceptable? Habrá quien piense que prolongar más allá del límite que establece hoy en día nuestro reloj biológico, que son 120 0 125 años, no tiene sentido. Otros piensan que si se puede conseguir, por qué no lo vamos a hacer. Pero más allá de la valoración ética es importante preguntarse por la cuestión social ya que nos encontraríamos con generaciones que tendrían unas vidas mucho más largas que las de sus ancestros. Eso haría que utilizaran recursos que siempre se ha pensado que empezaban a corresponder a nuevas generaciones. Ocuparán puestos profesionales en los que el relevo generacional tarda en darse. Esa generación tapona las posibilidades de los que vienen detrás. Además, plantea la cuestión de si la humanidad puede vivir sin los aportes de creatividad e ilusión que una generación aporta en las primeras etapas de vida.
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-¿A qué edad puede morir una persona sin considerar que se ha alargado en exceso su vida?
-Es comúnmente aceptado que una persona que se muere a los 85 años y en paz contando con los cuidados que procura la familia y los sociosanitarios tras una vida en la que ha podido desarrollar un proyecto familiar y profesional, aunque la familia siempre lo lamentará, entenderán que es algo razonable. La pérdida precoz de una vida cuando no ha podido desarrollarse en su totalidad o la prolongación artificial y no hablo del ensañamiento terapéutico, sino la idea de conseguir vidas inmortales, parece que sea un proyecto que va contra la consideración del ser humano como ser finito, vulnerable, corporal que tiene un inicio, un desarrollo vital y un lento declive hasta el final. La aspiración de las sociedades justas es garantizar que todas las personas podamos tener ese desarrollo existencial y no empeñarnos en propósitos de estirar más allá de lo que establece nuestra biología.
-¿No puede ser que esas formas de estirar la longevidad sólo se lo puedan permitir los más pudientes?
-Es un argumento que siempre se plantea a la hora de las innovaciones sanitarias. Ese argumento es objetado porque se dice que al principio puede que sea así, pero al cabo del tiempo esos tratamientos acaban extendiéndose al resto de la sociedad. Pero creo que el problema tiene que ver sobre la necesidad de forzar las condiciones biológicas humanas más allá de lo que la naturaleza establece. El objetivo de la humanidad no consiste tanto en luchar contra las limitaciones de su condición corporal como garantizar que esa limitada existencia corporal se lleve a cabo en las mejores condiciones de manera que todos podamos tener unas mínimas condiciones de desarrollar los proyectos de vida personal y social.
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-¿Hace falta una ley de cuidados paliativos estatal?
-Así como la eutanasia no cuesta dinero, los cuidados paliativos suponen un coste de cuidados altos y esto puede estar provocando su ralentización. Aquí nos encontramos comunidades más desarrolladas y otras menos. Hay que ver si es justo que un ciudadano español puede tener distintos tratamientos dependiendo de la comunidad en la que viva. Creo que es necesaria por una cuestión de dignidad y todos tenemos derecho a tener en la etapa final de la vida la atención necesaria para una muerte en paz por una cuestión de equidad. Es importante que como sociedad reconozcamos que el final de la vida es una etapa muy importante de la existencia de cada uno de nosotros y toda la sociedad debe salir en ayuda de las personas que en cada momento se encuentran en esa etapa final, Como sociedad no podemos dar la espalda a la muerte. Es una realidad a las que nos enfrentamos diariamente y debemos ser capaces de afrontarla de una manera conforme a la dignidad del ser humano.
-¿Cómo están los cuidados paliativos en la Comunitat?
-Algunos hospitales de cuidados de larga duración funcionan muy bien pero hay menos camas de lo deseable. También es importante la asistencia domiciliaria que es una fórmula mejor porque supone que la persona recibe los cuidados en su entorno amparado por su familia y con menos costes Pero todavía estamos lejos de garantizar que una persona con independencia de su código postal va a tener acceso a esa atención o si fuera necesario un ingreso en un hospital de crónicos. Es urgente que está cuestión ocupe un papel relevante en la agenda sanitaria de la Comunitat. No estamos peor que muchas otras pero no estamos a la cabeza, ni de lejos, de los cuidados paliativos. Los recursos son limitados pero no nos puede llevar a marginar a un colectivo con mucha necesidad por estar al final de su vida y que no pueden reivindicar sus derechos.
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