![Incendio en la Vall d'Ebo | «Llovía a mares pero no quería esperar más para regresar a casa»](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202208/19/media/cortadas/172471961--1248x830.jpg)
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R. GONZÁLEZ
La Vall de Gallinera
Viernes, 19 de agosto 2022, 00:06
Los vecinos de la Marina Alta y el Comtat que fueron desalojados por el incendio que comenzó el pasado sábado en la Vall d'Ebo por fin han podido volver a sus viviendas. Los habitantes de la Vall de Gallinera recibieron el aviso el miércoles ... por la noche y tantas eran las ganas que algunos no quisieron posponer la vuelta hasta el viernes. Ese fue el caso de la familia de Mª Carmen. «Llovía a mares, pero no querían esperar más para regresar a casa».
Así lo relataba mientras limpiaba de ceniza la terraza de su casa, situada en el núcleo de Benialí. Una ceniza que estaba presente en las calles de los municipios afectados y que sus habitantes procedieron a retirar según llegaban a sus hogares.
«No teníamos bastante con la pandemia, que ahora nos ha llegado el fuego», lamentó Mª Carmen. Aunque reconoció que, dentro de lo que cabe, podían dar gracias de que no hubiera habido ninguna desgracia personal y que las casas estuvieran bien.
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Los más jóvenes eran los que más ganas tenían de poner fin a ese exilio provisional decretado de forma preventiva el domingo, mientras en Benialí estaban celebrando las fiestas de Moros y Cristianos. Pero también algunas de las personas más mayores echaban de menos su casa y no dudaron en subir al coche y ponerse en camino a través de la sinuosa carretera.
Los pitidos de los vehículos que también llegaron ayer denotaban la alegría de regresar. A pesar del panorama que les rodeaba, de montañas con vegetación calcinada, estaban contentos de que sus viviendas permanecieran intactas, tal y como las había dejado, a excepción de la ceniza.
También Araceli y su familia se decidieron a emprender el viaje de regreso a Benialí el miércoles por la noche. «Estaba oscuro y nos cruzamos con tres o cuatro zorros por la carretera», relató. Pero eso les daba igual. Al llegar se ducharon y pudieron dormir en sus camas porque «como estar en casa no hay nada».
Ayer, cuando se dirigió a su bar se encontró con tres clientes que habían ido a almorzar. Les tuvo que decir que en principio no tenía pensado abrir ese día porque tocaba limpiar y comprobar el estado de los alimentos. Entonces empezó a apilar las sillas y a barrer la acera donde tiene montada la terraza, pues estaba llena de ceniza. Mientras lo hacía, pasó por la carretera el camión que reparte el butano, como lo suele hacer todos los jueves.
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Luisa, propietaria de otro bar a pocos metros de allí, también estaba revisando su negocio. Cuando les avisaron que tenían que desalojar eran fiestas y justo para esa noche le habían encargado una cena para 72 personas. Al volver le tocaba reorganizar la nevera, porque toda la comida se quedó en el restaurante y habían pasado casi cuatro días.
Otra vecina de la Vall de Gallinera, Araceli, también se tuvo que marchar a toda prisa, pero en su caso requirió de la presencia de una ambulancia. Sus suegros son muy mayores. El hombre tiene 93 años y está impedido, por lo que necesitaron ayuda para dejar el pueblo.
Según explicó, bajaba fuego por la ladera, pero al final no había llegado a las casas. La lucha sin tregua de los efectivos le parecía loable. «Los bomberos han peleado para que las llamas no llegaran al pueblo y lo han conseguido. Se merecen un reconocimiento», recalcó.
El regreso de los vecinos afectados por el fuego iniciado en la Vall d'Ebo fue paulatino. Tras la Vall de Gallinera, ayer jueves se comunicó al resto de poblaciones que sus habitantes también podían volver. De esta forma, poco a poco las diferentes localidades recuperaron a sus habitantes.
Otro de los municipios que empezó a recobrar la normalidad fue la Vall d'Alcalà. En uno de sus núcleos, Alcalà de la Jovada, los vecinos regresaban. Algunos de ellos eran personas que acuden en la temporada estival para disfrutar de la tranquilidad y la belleza de este paraje.
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Imma Bernabeu y su marido viven allí desde hace años. En esta zona ordenaron el desalojo el lunes. Antes de irse, unos vecinos que tienen una granja les dejaron en su gallinero las cabras, gallinas y ocas.
Sin embargo, al día siguiente el hombre regresó para ver como estaban los animales. Entonces se quedó y luego volvieron el resto de la familia y los vecinos y se quedaron en su casa. «Mi marido trabaja limpiando montañas e hizo un cortafuegos con la máquina alrededor del gallinero». Además, su vivienda se convirtió en lugar de avituallamiento de los efectivos que luchaban contra el fuego, «así que nos hemos sentido útiles», dijo Imma.
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