![Una mujer intenta no resbalar entre el lodazal que se han vuelto a convertir las calles en Massanassa](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/12/04/1489532309-kG9-U2302038983511mG-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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«¿Miedo? Lo que tenemos es pánico». Juani arrastra el carro de la compra por la calle Blasco Ibáñez de Massanassa, mientras todo a su alrededor es fango. Otra vez. «Es como si hubiéramos vuelto dos semanas atrás». Se cruza con Mari, que arrastra un ... carrito de bebé. «Mi nieto tiene seis años y estaba temblando de miedo», explica, mientras vuelve a llover débilmente. Durante toda la noche ha estado lloviznando en los pueblos afectados por la DANA, y los miedos vuelven a aparecer. «¿Cómo iba a poder dormir? He pasado toda la noche despierta», dice Paqui, mientras arrastra, ella también, un carro de la compra en medio del lodazal en que se han vuelto a convertir las calles. «No sé si llegaré a Mercadona con este barro», y acepta un brazo para poder apoyarse y no resbalar.
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David Nieto vive en Alfafar, y también cuenta cómo hay vecinos que todavía no han querido salir de casa porque tienen miedo, por si en un momento dado vuelve otra riada como la de aquel 29 de octubre, en una tarde en la que ni siquiera caía una gota. «Mi hijo ha oído llover y se ha puesto a llorar sin consuelo», dice Adriana, vecina de Paiporta, que asegura que lo más complicado es tener que lidiar con los miedos propios y con los de sus hijos, que se entremezclan. «Me he levantado varias veces, pero es que no puedes dejar de pensar en si vuelve a desbordarse el barranco». Y enseguida pregunta cuánto ha llovido en Chiva. «Reconozco que desde entonces miro todos los días en el móvil si va a llover en esa zona».
En las calles de Paiporta, decenas de militares han vuelto a coger escobas y palas para intentar limpiar el lodazal en el que han vuelto a convertirse las calles, en una mezcla del agua y del barro que se va extrayendo de los garajes y también el que sigue presente en la periferia de los municipios. «Ya no están los coches en las calles, pero el fango parece que no se va a ir nunca. Esto parece el día de la marmota«, se lamenta Adriana.
Marina es psicóloga, y lleva semanas trabajando sobre el terreno, atendiendo crisis de pánico, que se agravaron con la segunda alerta roja y que han vuelto a aparecer otra vez con las lluvias. «Hay muchas descompensaciones, gente que necesita mucha ayuda, que está sufriendo», explica, mientras atiende a una mujer que todavía no ha querido salir de casa.
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