Fernando Machancoses y sus hijos, Álvaro y Fernando, en la finca La Vinagra de Cheste. txema rodríguez

Machancoses, leyenda de los bous al carrer

La ganadería de Cheste se lleva todos los premios en la Vall d'Uixó en un año de récord tras la pandemia: se celebrarán 13.000 festejos en la Comunitat Valenciana

Héctor Esteban

Valencia

Martes, 16 de agosto 2022

n los terrenos de la finca La Vinagra en Cheste el sol cae inmisericorde. Otro día más, a plomo, en este tsunami de olas de calor. Es la hora del almuerzo y Fernando Machancoses (Cheste, 54 años) se refugia con los suyos a la sombra ... en uno de los apartados de la nave. Están con el café. Un ventilador de pie alivia la asfixia. Está tranquilo. Este verano es como los de antes del coronavirus, con festejos a lo largo de toda la Comunitat Valenciana. La pandemia y las apreturas empiezan a ser pasado. El domingo, en la Vall d'Uixó, arrasó en el Concurso Nacional de Ganaderías de les Penyes en Festes, la gran cita del año. No es la primera vez que gana, pero esta fue especial.

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El ganadero mirando al cielo y sus dos hijos, Fernando y Álvaro, llorando, fue la imagen de una liberación. Hace tres años murió el patriarca y abuelo, Fernando Machancoses Fortuny, y desde ese momento las cosas se torcieron hasta que este verano se han vuelto a enderezar.

«Los ganaderos de reses bravas lo hemos pasado muy mal estos dos años. No podíamos trabajar y poco a poco volvemos a la normalidad», señala Fernando Machancoses. Durante los meses de pandemia tuvo que matar toros para sobrevivir. «Casi doscientos animales para carne», apunta. Con el dinero que sacaba del matadero comía su familia, los trabajadores de la ganadería y el resto de toros y vacas de la finca. El sueldo de Alicia, esposa, madre y confesora, fue un salvavidas para pasar el trago. Un toro consume un euro de comida al día, y hay muchas cabezas en los corrales.

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Este año, según los cálculos de la Federación de Peñas Taurinas de Bous al Carrer, se van a celebrar 13.000 festejos en la Comunitat, un 30% más que en 2019, cuando se programaron 9.000, un cifra que ya fue histórica. Un informe de la Facultad de Economía de la Universitat de València apunta que el impacto económico al año de los bous al carrer es de 300 millones de euros y genera más de 3.000 empleos.

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Durante la conversación, Fernando coge el móvil y llama a sus hijos. Es agosto, hace calor y los chavales remolonean en el chalé que hay junto a la finca. En la piscina los chapuzones son con vistas a un montón de vacas. El primero que aparece es Fernando hijo. Más alto que un pino y más fuerte que un roble. Tiene 20 años. Estudia veterinaria pero quiere ser ganadero. «A mí me gusta esto, luego pues ya lo de veterinario para completar», señala, mientras su padre lo mira de reojo sentado en una silla.

¿Y tú que piensas, Fernando? «Yo pienso que debería ser al revés. Primero veterinario y luego esto, que es muy sacrificado y lo importante es estudiar», apunta el padre, que con 54 años sabe que viene una nueva generación –la cuarta– a hacerse cargo del ganado. Al rato aparece Álvaro. Con 15 años y a punto de empezar cuarto de la ESO todavía tiene el futuro por definir. Habla de toros y vacas pero no se olvida del fútbol.

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El apellido Machancoses es religión en los bous al carrer. La ganadería surgió de casualidad. A finales de los cuarenta, Vicente Machancoses Aguado –abuelo de Fernando–, natural de Picassent y propietario de un negocio de carros, acompañó a unos paisanos a Jaén. Él fue a comprar madera para los radios de las ruedas y los vecinos, a los que prestó dinero, toros y vacas. Como con el paso del tiempo no hicieron frente a la deuda, entró en sociedad con ellos en el negocio. «A mi abuelo lo que le gustaba era el teatro y la música. Pero entró en el negocio del ganado y hacía de locutor en los pueblos donde iban. Por su afición al teatro pues se le daba bien. Animaba el festejo», cuenta Fernando.

La casualidad se convirtió en profesión y los hijos, Fernando y Vicente Machancoses, siguieron al frente de la ganadería bajo el nombre Hermanos Machancoses. Vicente se quedó en Picassent y Fernando, por amor, llegó a Cheste, donde echó raíces. Y después llegó el turno de los hijos de los hijos. «Yo estaba en el colegio y sólo pensaba en vacas subidas a entablados», cuenta Fernando. Su destino estaba escrito. «No quise estudiar. Me fui con mi padre y en verano también iba a coger 'garrofas' o a cortar uva», apunta.

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En 2003, la ganadería Hermanos Manchacoses se dividió en tres partes. «El reparto fue amistoso. Las vacas y toros que despuntaban los repartimos y los que eran una incógnita hicimos tres lotes y a sorteo», cuenta Fernando, que tiene una magnífica relación con sus primos José Vicente y Dani, que tienen sus corrales en Picassent.

En la finca La Vinagra pastan cerca de 450 reses: «Hay que trabajar mucho e ir seleccionando. Toros y vacas buenos de verdad salen pocos». ¿Qué condiciones tiene que tener un buen toro o una buena vaca? «Es fundamental que transmitan, que trabajen en el ruedo, pero que exista la sensación de que puede pasar algo», apunta. En la Vall d'Uixó se llevó todos los premios: mejor toro con «Alcalde», mejor vaca con «Bordadora» y mejor conjunto. «Había presión porque tras dos años parados no sabes cómo van a trabajar los animales. El resultado nos liberó. Mi hermana Amparo no dejaba de llamarnos para ver cómo iba la tarde», cuenta. El apellido Machancoses ganó por primera vez en la Vall d'Uixó en 1988: «Mi padre era muy vallero y es un homenaje para él».

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Este concurso, que está considerado como el más importante y mediático de la Comunitat Valenciana en ganaderías de calle, lució este año un cartel imponente: Vicente Benavent (Quatretonda), Hermanos Cali (Moixent), Dani Machancoses (Picassent), Hermanos Navarré (Mora de Rubielos), La Paloma (Xaló) y Fernando Machancoses (Cheste). El premio ya está en casa.

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