La mañana del domingo también fue muy especial en la residencia Santos Reyes de Benissanó. «Estamos como de fiesta, un poco alborotados», reconocía la directora del centro, Carmen Nistal, poco después de la recepción de las vacunas, que llegaron escoltadas por tres agentes de la Guardia Civil algo antes de lo previsto.
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«Nos dijeron que estarían aquí sobre las doce, pero a las once han llegado con el personal sanitario de los centros de referencia, del Arnau y del Hospital de Llíria», explicó la responsable de la residencia, en la que la primera vacunada fue su madre, Ángeles Álvarez, de 82 años. La dosis se aplicó primero a los residentes y después a los trabajadores. Nistal también fue de las primera entre los trabajadores del centro. «Estoy encantada, me ha gustado mucho ser la primera, creo que es una oportunidad aunque no a todos les gusta esto de la vacuna», decía Ángeles instantes después del pinchazo. El momento ocurría en presencia de los sanitarios y el personal del centro que después le brindaron un sonoro aplauso.
Todo quedó en familia en Benissanó. Ángeles, acompañada por su marido y su hija, se mostraba contenta de estar con sus seres queridos y arropada por todos los trabajadores del centro. «Estoy realmente orgullosa de ella porque no tenía ningún miedo, y yo la verdad es que tenía muchas ganas de que nos vacunaran a todos», añadió Carmen.
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La residencia ha estado prácticamente libre de Covid desde el inicio de la pandemia y sólo dos trabajadores se infectaron sin provocar contagios entre los usuarios. A lo largo de la mañana se vacunó a 44 residentes, nueve de ellos pertenecientes al centro de día, y además se administró esta primera dosis a los 30 trabajadores del geriátrico.
«Es una buena noticia porque al final todos han aceptado ponérsela, aunque al principio había algunas dudas por parte de algunos empleados, pero todo ha salido bien», reconoció la responsable del centro.
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Varias de las trabajadoras estaban en la puerta, ayudando y animando a los residentes y a la espera también de que llegara su turno para el pinchazo. Sobre la una de la tarde terminaba una jornada histórica.
«Esto es como una luz al final del túnel, es una mañana intensa porque tampoco sabemos cómo el cuerpo va a reaccionar; al ser los primeros siempre hay un poco de miedo o de reparo por el no saber», dijo una de las empleadas. «Es la incertidumbre y sentirte un poco conejillo de indias, pero a la vez es algo positivo», añadió su compañera.
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