«Ha sido un pinchacito y ya está»

Batiste Martí es natural de la Pobla de Farnals, tiene 81 años y vive en el geriátrico municipal de Rafelbunyol, localidad pegada físicamente a su pueblo natal. Es el primer valenciano al que le han inyectado la primera dosis de la vacuna para no contagiarse del Covid. Y ya forma parte de la historia.

Este hombre, en apariencia sereno, tiene tres hijos y siete nietos. De mediana estatura, delgado, cabello blanco, camina ayudado de un bastón y es una persona locuaz. Ayer estaba más que contento por haber sido el primer vacunado en la Comunitat Valenciana.

Esperaba ansioso en su habitación a que le llamaran, a que llegara la hora. Confesó que había «dormido poco» durante la noche del domingo al lunes y que estaba «nervioso» antes de recibir el pinchazo. Pero no se lo quería perder por nada del mundo, y menos aún dejar pasar la oportunidad de ser el primer valenciano en ser vacunado.

El de ayer fue un día para la historia de este viejo luchador que pasó la flor de su vida trabajando en un aserradero ¿Nervioso? Sí. ¿Miedo? Nada de nada, confesaba. «Si hubiera tenido miedo no hubiera sido voluntario. Esto lo hago porque quiero», declaraba resuelto después de someterse al tratamiento.

Batiste anima a todos los valencianos a que sigan su ejemplo. «Que lo hagan, que se vacunen que es un bien para todos», afirmaba pocos minutos después de que le dieran el pinchazo en el hombro izquierdo.

«Ha sido un pinchacito y ya está», dijo al describir el momento en que le inyectaron la aguja y el líquido frío.

«Ahora que ha venido la vacuna, todos se tienen que animar a ponérsela», insiste. «Que se animen y lo hagan. Animo a todas las personas a que se pongan la vacuna», insistía este residente del Virgen del Milagro.

«Cuando me preguntó la enfermera si quería que me vacunaran le dije enseguida que sí y en la puerta de la habitación he estado de pie para ser el primero», aseguraba sin parpadear ante las cámaras que seguían todos sus movimientos. Pero eso no le importa, dijo. «Ahora estoy tranquilo», aseguró Batiste.

Habla con sus hijos a menudo, afirma. La residencia dispone de un hermoso y gran jardín que se ve perfectamente desde la calle, al igual que desde dentro se puede ver la calle. Por eso relata Batiste que «a mis hijos los veo por fuera de la residencia».

Después de que le pincharan, Batiste se mantuvo sentado en la misma silla durante unos minutos hasta que los sanitarios que estaban a su alrededor vieron que no había reacción alguna. Luego le acompañaron a una terraza para que tomara el aire frío de la mañana dominical. Desde allí saludó a la prensa que le esperaba pegada a la verja de la residencia. Luego se trasladó al jardín, le colocaron una silla cerca de una de las puertas de acceso para que se acomodara y no dudó en contestar a todo lo que se le preguntó.