J. A. Marrahí
Viernes, 30 de diciembre 2022
Me fui porque no quería tener que matar a nadie». Rusia no es Putin y cuando el mandatario decidió invadir Ucrania en febrero muchos ciudadanos no estaban de acuerdo. Algunos callaron por miedo a represalias. Otros, como Maksim Kurmaev, lo dejaron todo en su país ... y huyeron. El joven eludió así la carta que llegó en abril a la casa de su madre y le obligaba a incorporarse a filas. Para entonces, y por mediación de Cruz Roja, ya estaba en Valencia con su mujer Anastasia y su pequeña de casi dos años.
Publicidad
Noticia Relacionada
La guerra de Putin, razona, «derrumbó la vida en paz. Lo vivido en 2022 nos ha ayudado a entender dónde está la maldad, la mentira y la muerte y dónde están las cosas buenas». Aunque han logrado cierta estabilidad, siguen en la cuerda floja, sin el anhelado permiso de trabajo. Sueñan «con el empleo y la vida independiente», herramientas para prosperar en una Valencia que ya les ha robado el corazón con su acogida. «Es una ciudad bellísima y con su gente podemos creer que la libertad puede ganar». No obstante, 2023 «va a ser duro», estima. «Mientras haya una guerra no puede ser de otra manera».
En Rusia, reflexiona Maksim, «hay muchas personas razonables, pero su futuro es muy complicado por la dictadura. El deseo de matar no es un rasgo del carácter nacional. Cualquier persona rusa o de otro país que esté bien educada no puede ser jamás partidaria de la guerra».
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.