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Viandantes por una calle de Valencia en la mañana de este jueves. D. Torres
Mascarilla obligatoria | La mascarilla se queda en la calle

La mascarilla se queda en la calle en Valencia

La gran mayoría de viandantes llevan la protección en la primera jornada en la que no es necesario usarla en exteriores

BELÉN HERNÁNDEZ

Jueves, 10 de febrero 2022

Este jueves ha sido el primer día en el que la mascarilla no es obligatoria en exteriores al entrar en vigor el acuerdo del Consejo de Ministros por la que se levanta la orden de usarla en la calle. Pero la mayoría de viandantes han optado por continuarla llevándola por «precaución».

Por la avenida Reino de Valencia una madre con la mascarilla enfundada lleva a sus dos pequeños al colegio. Los más pequeños sí que no la llevan. Más adelante en la calle Na Germana Miguel, un limpiador de cristales también utiliza este medio de protección.

«Entro y salgo continuamente de los locales para limpiar los cristales. Me la pongo y no tengo que estar todo el rato quitándomela», explica. Aunque también tiene otros motivos para llevarla. «No quiero que me multen o que alguien me llame la atención. Tengo que ser cuidadoso con lo que hago porque me busco la vida y no puedo permitirme no llevarla», explica Miguel.

Gustavo Casella

LP

«Hay que hacer vida normal. Hace tiempo que tendrían que haber quitado la obligatoriedad de la mascarilla en la calle»

Isidro Trujillo

LP

«Llevo tres vacunas, cuatro con la de la gripe. ¿Cómo me voy a contagiar al aire libre? Es imposible»

Daniela Medina

«Voy a seguir llevándola por mi abuelita. Es una cuestión de respeto con las personas mayores y de alto riesgo«

En las inmediaciones del lugar donde trabaja Miguel limpiando los cristales de un bar se está terminando de construir una estación de la nueva línea de metro. Unos obreros están junto a un camión hormigonera y dos la llevan mientras que otro ha optado por no utilizarla. Muy cerca pasa una señora mayor acompañada de su cuidadora. Se llama María Teresa y lleva la mascarilla en la mano. «Me la acabo de quitar porque no puedo casi respirar», aclara y señala que «desde que empezó la pandemia tengo un papel del médico que dice que tengo problemas respiratorios. Podría no ponermela».

Pese a ello la ha llevado siempre por precaución. «Es que este virus da miedo», explica y señala casi jadeando que «usted me ha pillado sin ella. Pero es la primera vez que me la he tenido que quitar porque me falta aire».

La ciudad sigue así protegiéndose del Covid-19. Aunque no siempre lo hacen por ellos mismos. Daniela Medina tiene 23 años. Camina por la Calle del Hospital con una mascarilla FPP2. «Voy a seguir llevándola por mi abuelita», afirma. Pero no sólo por ella también «es una cuestión de respeto con las personas mayores y de alto riesgo». No le preocupa contagiarse por la edad que tiene pero sí por otros.

A Isidro Trujillo, de 72 años, tampoco le preocupa en exceso contagiarse pese a su edad. Camina tranquilo por la misma calle para que el sol empape su rostro y va sin mascarilla. Considera que era necesario que se eliminara en exteriores. «Llevo tres vacunas, cuatro con la de la gripe. ¿Cómo me voy a contagiar al aire libre? Es imposible», afirma al tiempo que airea los brazos mientras habla.

Comparte sus pensamientos con la cercanía de un padre. Fue arquitecto. «Tengo dos hijos y tres nietos preciosos», señala. Le decepciona la sociedad actual. Para él el uso de la mascarilla en exteriores es un «disparate». «En la capital aún tiene más sentido pero en un pueblo de mil habitantes quién te va a a contagiar, ¿un cerdo?«, señala mientras se ríe.

Gustavo está cargando su coche eléctrico en uno de los puntos que ha establecido el Ayuntamiento de Valencia y espera en la calle con el móvil en la mano. Sabe que hoy es el primer día en que no es obligatorio llevar la mascarilla en exteriores. «Hay que hacer vida normal», señala. Hace unos días estaba en Nueva York y «por la calle se ve a poca gente con ella». Se dedica a la hostelería -es el dueño de un restaurante en la calle Conde Altea y recuerda que la pandemia «me ha hecho mucho daño. A mí y a toda la hostelería. Me han fastidiado todo lo que han podido y más». Gustavo se queja de que las autoridades «no han bajado ni los impuestos».

También considera que esta medida se tendría que haber tomado antes. «No es necesario utilizarla en la calle» apunta y considera que en la normativa hay muchas incongruencias: «A mí me piden un máximo de diez por mesa y distancia de seguridad entre las mesas y en el avión en el que fui estaba sentando a centímetros de otros viajantes», asegura. Gustavo defendió que en el sector es donde se cumplen escrupulosamente las normas de seguridad.

Más adelante está un cartero que también lleva la mascarilla puesta. Una chica que entra en un gimnasio también se protege con ella. Y es que en los interiores llevarla todavía es obligatoria. También Luis, camarero de un bar, lleva puesta la protección: «Estoy continuamente entrando y saliendo del local y es más cómodo llevarla siempre que no andar poniéndosela y quitándosela», recalca.

César está esperando a la puerta de un restaurante con la mascarilla puesta. «Si los científicos dicen que no hay que usarla porque es muy difícil contagiarte hay que hacerles caso», asegura muy convencido. «No me la voy a poner por la calle», explica y considera que «tendrían que haberla quitado antes».

Frente al teatro Olympia, Esther Alijarde se aferra a su FPP2 como un salvavidas. Se la ajusta a la nariz hasta tres veces. Como quien se muerde las uñas. «Se han precipitado mucho quitándola», afirma rotunda. Le atemoriza que la población deje de usarla ahora que no es obligatoria en exteriores pero en su entorno seguirán llevándola. David y Gabriel, sus nietos de 4 y 5 años «se ponen la mascarilla desde el inicio de la pandemia por decisión propia» y se siente orgullosa de ellos. El único momento en el que se la quitaban es en el colegio. «Dijeron que era obligatorio y claro, el resto de niños no la llevaban», lamenta mientras se encoge de hombros. Tras el contagio de David en la escuela al volver de Reyes, la familia al completo ha hecho de la mascarilla un apéndice de su vida.

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