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Móvil en mano. Unas adolescentes revisan Instagram en una calle de Valencia. IVÁN ARLANDIS
Abusos sexuales en la Comunitat Valenciana | Un menor es detenido por abuso sexual cada tres días en la Comunitat Valenciana

Un menor es detenido por abuso sexual cada tres días en la Comunitat Valenciana

La delincuencia sexual, que vuelve a aflorar con las manadas de Burjassot y Godella, deja cada año casi 150 menores detenidos en la región. Expertos reflexionan sobre los riesgos del mundo digital en los más jóvenes: porno, adicciones o acoso

BELÉN HERNÁNDEZ

Domingo, 29 de mayo 2022, 00:21

La irrupción de la tecnología ha puesto patas arriba el concepto de adolescencia que caracterizó a generaciones anteriores. Los menores han dejado de mirarse a los ojos para clavar la vista en una pantalla.

Las interacciones se han vuelto inmediatas, constantes. ¿Seguras? Desde luego, más descaradas para aquellos que se refugian en el anonimato de las redes sociales para decirse las cosas que no se atreverían a soltarse en el cara acara. Lejos quedó aquello de «quedamos a las seis en el parque».

A la adolescencia ahora le acompaña el ruido. Los chicos de hoy tienen el sonido de las notificaciones de Whatsapp como banda sonora de su infancia. Antes enseñábamos a nuestros padres las canciones de palmas que aprendíamos en el colegio. Ahora, los videojuegos y aplicaciones móviles que se han puesto de moda.

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La violencia entre menores siempre ha existido. También el acoso escolar. La diferencia radica en que «hace años, el 'bullying' se limitaba sólo a las horas de colegio. Los niños podían respirar aliviados cuando llegaba el fin de semana o las vacaciones. Con las redes sociales, las víctimas son acosadas las veinticuatro horas del día los 365 días del año».

Reyes Moliner, psicóloga clínica en la Facultad de Psicología de la Universidad Católica de Valencia (UCV), considera que las nuevas tecnologías han abierto una oportunidad para que los agresores puedan continuar abusando de manera continuada.

La juventud se ha visto envuelta en una espiral de violencia que no deja de crecer en los últimos tiempos. Los menores detenidos por cometer delitos contra la libertad sexual casi se han triplicado a lo largo de cinco años en la Comunitat Valenciana, según los datos del Ministerio del Interior.

Abuso sexual entre menores

Mientras que en el año 2014 fueron 51 los jóvenes arrestados por este tipo de delitos, en 2019 la cifra ascendió hasta los 147. En 2020 los casos descienden a 82, aunque no se considera un dato concluyente al tratarse de un año condicionado por el confinamiento y toques de queda.

Y la dinámica no cesa. Las diligencias realizadas este año por la Fiscalía de Valencia por delitos sexuales apuntan a que la cifra de detenciones vuelve a las registradas en 2019, como señalan fuentes de la institución. La proporción que arroja es escalofriante. Los casi 150 arrestos contabilizados como récord delictivo suponen que, cada tres días, un adolescente es acusado de haber cometido un delito sexual en la Comunitat.

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«El porno puede ser peligroso porque muestra conductas sexuales muy agresivas», admite un chaval de 17 años. Pero aún así, es consumidor de este tipo de contenido. Sentado junto a un amigo suyo en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia, contesta con vergüenza. Su colega termina sus frases. Es obvio que ambos comparten gustos. «Me gustan los vídeos en los que a la mujer hay que insistirle para que acceda tener sexo». Y lo dice entre risas. Lleva viendo porno desde los 12 años, cuando empezó a formar su concepto de cómo deben ser las relaciones sexuales.

En su imaginario, no concibe el sexo sin estirones de pelo a la mujer o sin bofetones en pleno acto. Ahí reside el riesgo de la pornografía. En que los jóvenes comiencen a normalizar prácticas sexuales que pueden terminar siendo abusivas. «El porno genera mucha confusión entre los adolescentes respecto al consentimiento. Muchas veces, la pornografía pasa por encima del consentimiento y lo relativiza», apunta un abogado especialista en menores, Juan Molpeceres.

Según el estudio 'Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales' de Lluís Ballester y Carmen Orte, los niños cada vez comienzan a ver porno a edades más tempranas. Su primera experiencia con este tipo de contenido desciende a los 8 años. Esta es la consecuencia de que tengan desde tan pequeños un teléfono móvil a mano con pleno acceso a internet y sin control. Internet ha hecho posible que los chavales tengan al alcance de su mano un abasto de información inmenso y, en muchas ocasiones, poco recomendado para su edad.

En la misma plaza en la que el chico de 17 años habla de sus tonteos con el porno agresivo, dos niños de 12 años y uno de 14 admiten que ya han empezado a consumir este tipo de material.

«A mí me lo enseñó él», dice el más menudo de los tres, que a penas llegará al metro y medio de estatura, mientras señala al chico de 14 años. No ven mayor peligro en el porno que el llevarse una reprimenda de sus padres. «Yo utilizo un buscador especial y así no hace falta borrar el historial porque todas tus búsquedas en internet se destruyen», detalla el menor.

A su lado, su amigo dice que él no ve. No porque no quiera. Si no porque no puede. «Me han instalado una aplicación mis padres para ver mis búsquedas y mi ubicación en tiempo real». Aún así, ya sabe cómo desactivarla cuando le conviene y volverla a poner en marcha para que sus progenitores no se den cuenta.

Juegos que dejan de serlo

«Muchas veces ponemos los vídeo porno en clase. Algunos incluso se ponen a gemir», dicen el grupo de amigos entre risas. Bajo la influencia de las ideas que se inculcan en el porno, los jóvenes «no se cuestionan la ausencia de consentimiento. Lo dan por hecho», opina el letrado Molpeceres.

Las redes sociales han anticipado, acelerado y aumentado las relaciones sexuales. «Pero ese incremento no va unido a una mayor madurez, lo que supone muchas veces desencuentros sexuales con existencia de abusos y agresiones», concluye. Los resultados de estas experiencias y procesos psicológicos se perciben ya a pie de calle. En las últimas semanas, la supuesta violación grupal de dos niñas en Burjassot o la de las fiestas de Vila-real confirman que la violencia sexual entre jóvenes crece.

«A mí me da miedo ir sola por la calle. Cuando bajo sobre las ocho de la tarde a pasear a mi perro miro a todas partes para ver si me siguen», confiesa una niña de 14 años. Todo su grupo de amigas conocía la noticia de la violación de la menor de Burjasot. Y el temor cala.

Víctimas de las redes sociales

El amplio espectro digital entraña otros peligros. El 18 de mayo un niño fue trasladado a un hospital después de que un compañero de su clase le apretara el cuello hasta desmayarse, la peligrosa práctica del 'mataleón' se ha convertido en reto viral en redes sociales.

«Igual que nos parecería extraño que nuestros hijos volvieran solos a las cinco de la mañana, también hay peligro si el menor está en la habitación de al lado sin saber por dónde navega». La psicóloga clínica de la UCV da la respuesta a todos aquellos padres que se preguntan si lo están haciendo bien al instalar aplicaciones para controlar la actividad de sus hijos. «Los padres tenemos que llegar a tiempo para contrarrestar estos mensajes que reciben».

La droga del siglo XXI

La adicción es otro riesgo. Según Sanidad, una veintena de menores recibieron tratamiento en 2019 por adicciones a internet, al móvil o a redes sociales. Son la punta del iceberg. Sólo aquellos que aceptan su dependencia y admiten tratamiento.

María José Ridaura es vicepresidenta de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental (SEVIFIP) y psicóloga de la Fundación Amigó. «Los chicos y chicas que agreden a sus padres lo hacen porque consiguen beneficios. A veces es material, otras evitar una sanción o bronca, descargarse de emociones negativas, conseguir atención...».

¿Dan los padres demasiado pronto el teléfono a sus hijos cuando la edad legal que marca What's App es de 16 años o de 13 en TikTok o Instagram? Según Ridaura, «hemos pasado de una sociedad absolutamente autoritaria a otra muy permisiva. Y la mayoría de padres dan a edades muy tempranas móviles a sus hijos. Los especialistas recalcan que nunca antes de los 12 años. Incluso podrían vivir sin pantallas». Hay progenitores que argumentan que es difícil resistirse cuando todos lo hacen y un hijo lo exige. «Nos debe dar igual. Deberíamos mantener un criterio sin movernos por el impulso social».

Y los enfados por el uso de nuevas tecnologías, sea móvil o videojuegos, cobra protagonismo en las agresiones familiares. «Hay chavales que viven aislados jugando a videojuegos hasta 14 horas seguidas. Invierten los ciclos de vigilia y sueño».

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