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Ilustración de un pirómano. LP
¿Qué hay detrás de la mente de un pirómano?

¿Qué hay detrás de la mente de un pirómano?

Trastorno mental o intereses palpables. Expertos en psiquiatría y psicología diseccionan los perfiles de los autores de los incendios forestales

Jueves, 26 de octubre 2023, 14:09

La sucesión de incendios forestales que ha puesto en jaque a los vecinos de El Saler ha abierto numerosos interrogantes. El principal: ¿Quién puede estar detrás de los ataques a un parque natural como el de la Albufera? Las investigaciones apuntaron pronto a la existencia de un pirómano. Sin embargo, se trata de un perfil espinoso y los expertos invitan a diferenciar muy bien entre esas personas que prenden fuego a los bosques conducidos por un trastorno mental y aquellos que lo hacen por unas motivaciones más concretas y palpables, ya sean económicas o sentimentales. El psiquiatra valenciano Pablo Navalón y la psicóloga Soberana Sáez marcan los límites.

«Lo más importante es matizar que los datos científicos y forenses señalan que detrás de la mayoría de los incendios provocados no hay una persona con un trastorno mental. Los pirómanos son unas personas que tienen un trastorno concreto con unos síntomas y unos signos muy concretos pero que rara vez están detrás de todo esto», explica Navalón.

¿Por qué se genera ese deseo?

El doctor profundiza en este tipo de perturbación psíquica: «Hace unos 20 años se incluyó la piromanía en las últimas clasificaciones diagnósticas de trastornos mentales. Pero es un trastorno muy bien definido dentro de los trastornos de control de impulsos, los trastornos disruptivos de la conducta como pueden ser la ludopatía, la cleptomanía y algunos tipos de trastornos de la conducta alimentaria. En cuanto a la piromanía, es gente que realiza incendios de forma deliberada y reiterativa y sufre una enfermiza fascinación y atracción hacia el fuego y todo lo que ello conlleva. Son gente que cuando hay un incendio se queda mirándolo y que tiene como hobby pasear por parques de bomberos. Son gente que tiene una tensión interna y una excitación afectiva antes de provocar el incendio, que les genera una descarga y una sensación de recompensa y de placer. Pero insisto, son la minoría».

Una idea en la que se detiene la psicóloga colegiada Soberana Sáez Sáez. «El trastorno de control del impulso lleva al pirómano a ingeniar algo sin tener un motivo aparente. Y esto sería como un TOC, un trastorno obsesivo compulsivo. A una persona que tiene este tipo de problema lo que le gusta ver es cómo arde el monte, tiene esa atracción por ver cómo se quema, le fascina el fuego. Aparte se sienten fuertes y poderosos, como alguien que está haciendo algo muy grandioso. La obsesión es la idea imaginada de prender fuego, de cómo llegan los medios aéreos o terrestres para apagarlo. Eso sería la ideación. Y la compulsión sería pegarle fuego. Entonces siente una relajación de esa ansiedad», afirma la directora del Instituto Somos Valencia.

¿Pero por qué el fuego? «Es un tema altamente complejo. Estamos hablando de una actividad delictiva, que implica consecuencias generalizadas y muy visibles por parte de la sociedad... Que se prenda fuego a El Saler implica que sea vea desde muchos puntos de la provincia de Valencia, que salga en las noticias nacionales... Entonces se alcanza una cierta notoriedad que también puede ser placentera para estas personas. Es altamente destructivo y eso también implica una especie de fascinación. Están fuera de las normas sociales», añade Navalón.

Incapaz de controlarlo

Básicamente, el autor nota un impulso irrefrenable. «Aquí no hay beneficio secundario. Detrás no hay una póliza de seguro o una venganza, por ejemplo. Lo que ellos quieren es reducir la ansiedad o la tensión que le provoca su propio pensamiento. Luego está el que intencionadamente y con toda la cabeza en su sitio dice 'voy a pegar fuego a esto porque quiero'», advierte Sáez. Al margen de la piromanía, Navalón habla de «múltiples» causas o intereses en la producción de los incendios forestales: «La gran mayoría de las veces se provocan porque hay un beneficio económico detrás, por alcanzar el cobro de un seguro, para cambiar las condiciones del suelo, como protesta, para expresar algún tipo de idea política, como venganza, para expresar rabia o ira... Incluso hay gente que lo hace, por extraño que nos parezca, para alcanzar notoriedad o relevancia personal. En estos casos, aunque puede haber algún tipo de trastorno mental concomitante, ese trastorno no explicaría el por qué de estas conductas».

Diferencias entre un pirómano y un incendiario

De esta forma, se trata de perfiles con numerosas aristas. Y el facultativo considera «engañoso» dibujar un retrato, ya que todo depende del motivo que se esconde detrás: «Es verdad que siempre que se habla de la gente que provoca incendios se habla de cierta agregación de rasgos de carácter desadaptativos como problemas para controlar impulsos, falta de empatía, falta de respeto por las leyes y normas sociales, desprecio por el derecho ajeno... Después hay gente que lo hace de forma totalmente premeditada. Y luego hay otras causas, como gente que lo hace en una situación de pérdida de su capacidad de juicio, personas que tienen una demencia o un deterioro cognitivo, personas con discapacidad intelectual que no son capaces de medir la consecuencia de sus actos y no saben realmente lo que están haciendo, incluso fases agudas de trastornos mentales graves que también pueden alejarte de la realidad».

Así, se diferencia entre la persona incendiaria y el pirómano. Según la organización ecologista Greenpeace, sólo el 7,11 por ciento de los incendios forestales tienen detrás una persona que sufre de esta patología mental.

«Es tan sumamente infrecuente la piromanía que hay muy pocos estudios a nivel psiquiátrico y psicológico que hablen de esto. Pero como en cualquier tipo de trastorno mental, es de origen multifactorial e influyen variables genéticas, de aprendizaje, ambientales, biológicas...», comenta Navalón. También cuesta ver a pacientes de este tipo en las consultas. «Les cuesta mucho reconocer que eso es un problema, por eso no vienen. Disfrutan con eso», señala Sáez, quien da las pautas: «Esa persona, primero, tendría que reconocer que tiene un problema. Segundo, aprender a controlar esos impulsos y a canalizar esas emociones que le llevan a prender fuego al monte. Es igual que el que tiene problemas con el juego. Nosotros le ayudamos a que conozca sus emociones y las aprenda a canalizar de manera correcta. No puedo dejar que mi mente me domine. Es sólo un pensamiento. En el momento en que yo identifico que tengo poder sobre mi mente, estoy controlando el impulso. Con lo cual, la idea baja y la ansiedad baja. Esto es la base del tratamiento».

Además de la atención psicoterapéutica, Navalón subraya que los fármacos antiimpulsivos «pueden resultar eficaces». Sáez, por su parte, practica terapias alternativas como la hipnosis: «Es una ampliación de la conciencia. Lo que se hace es trabajar el subconsciente, hacerle ver lo que no puede ver de manera consciente. En este caso, sería controlar el impulso del pirómano. Entonces le presentamos un incendio, todo quemado, las familias que viven ahí, le presentamos a su familia rodeándole y diciéndole '¿qué has hecho?'. Es como crearle una realidad en su mente. Y le hacemos tomar conciencia de la gravedad del hecho. Lo responsabilizas. Y en esa responsabilidad, la persona puede cambiar».

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