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Dos meses después de la desaparición de Marta Calvo Burón, la Guardia Civil continúa buscando el cadáver descuartizado de la joven en el macrovertedero de Dos Aguas, la planta de eliminación de residuos más grande de la Comunitat Valenciana, donde podría estar enterrado parte del cuerpo. La terrible confesión de Jorge Ignacio P. J., el narcotraficante colombiano encarcelado por la muerte y desaparición de la joven de Estivella, es la única pista que tienen los investigadores para tratar de encontrar el cadáver.
Tras seguir el rastro de las nueve bolsas de basura donde el presunto homicida asegura que metió los restos humanos, la Guardia Civil priorizó la búsqueda del cuerpo en Dos Aguas, donde descargaron tres de estas bolsas después de que pasaran por la cinta transportadora de la planta de reciclaje de Quart de Poblet, pero no ha descartado rastrear otro vertedero en la provincia de Cuenca, por el momento, al que habrían llegado otras partes del cadáver.
La explicación de esta macabra diseminación se encuentra en la ruta que hizo Jorge Ignacio para deshacerse del cuerpo, el día 8 de noviembre, cuando arrojó los restos humanos a tres contenedores de Alzira y Silla. La basura recogida en estas dos localidades acaba en los vertederos de Cuenca y Dos Aguas, respectivamente, tras diferentes procesos de reciclaje.
Como ya informó este periódico, el narcotraficante declaró que utilizó nueve bolsas de basura para trasladar el cadáver tras descuartizarlo en la vivienda de Manuel. Cogió tres de ellas y las llevó con su Volkswagen Passat a la calle Ángel del Alcázar en Alzira para arrojarlas a un contenedor, regresó a la casa para recoger otras tres bolsas y realizó un segundo viaje a Alzira, aunque esta vez las tiró a un depósito de basura en la plaza del General Dolz.
Tras regresar a Manuel, cogió las tres últimas bolsas con restos humanos y se trasladó con su coche a la localidad de Silla para arrojarlas a otro contenedor en la confluencia de las calles Safor y Les Riberes de Silla. Poco después, Jorge Ignacio se deshizo de las últimas pruebas que le incriminaban al tirar dos serruchos, las herramientas que había utilizado para trocear el cuerpo, a otro depósito de basura junto a un descampado de la calle 9 de Octubre de Massanassa.
Después de inspeccionar las dos plantas de tratamientos de residuos de Guadassuar y Quart de Poblet, donde reciclan la basura procedente de Alzira y Silla, respectivamente, la Guardia Civil priorizó la búsqueda en Dos Aguas y ya ha removido más de 1.000 toneladas de residuos. Los agentes no han encontrado restos humanos ni objetos de interés para la investigación, como podían ser los serruchos, pero tienen previsto mantener el operativo de rastreo varias semanas más debido a la gran cantidad de basura que falta por revisar.
Aunque hallar el cadáver descuartizado es como encontrar una aguja en un pajar, la Guardia Civil no escatima esfuerzos ni medios en la búsqueda ante la importancia que supondría poder realizar un análisis forense de los restos, la pieza que falta en el rompecabezas macabro del caso de Marta Calvo. Jorge Ignacio negó haber asesinado a la joven y declaró que falleció tras consumir gran cantidad de cocaína en la casa de Manuel. Los investigadores no pueden determinar, por el momento, si es cierta la versión del presunto homicida, ni tampoco pueden dilucidar si la víctima y otra mujer fallecida en similares circunstancias en Valencia consintieron que el narcotraficante les introdujera droga en sus genitales, como hizo con otras jóvenes.
El sumario incluye las declaraciones que realizaron cinco prostitutas sobre los peligrosos vicios sexuales de Jorge Ignacio. Sus testimonios forman parte de las diligencias de la causa abierta por el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 6 de Alzira para esclarecer la desaparición y muerte de Marta, porque la Guardia Civil sospecha que la joven pudo fallecer tras ser drogada por el narco en su última cita sexual.
Una de estas mujeres manifestó que se asustó mucho cuando sacó de su vagina varias piedras de cocaína, algunas de ellas del tamaño de media falange de un dedo, que le había metido Jorge Ignacio sin que ella diera su consentimiento.
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