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Una enorme lápida, acompañada de un potente mensaje, preside la sala de Disección de la Facultad de Medicina de la Universitat de València. «Este lugar es donde los muertos se alegran de ayudar a los vivos», reza en latín, resumiendo a la perfección la filosofía ... del programa de donación de cuerpos a la ciencia de la institución decana de la Comunitat. Sus puertas se abren para LAS PROVINCIAS pocos días después de trascender la investigación policial a la funeraria valenciana que, presuntamente, falsificaba documentación de cadáveres para que fueran utilizados en las prácticas de los estudiantes, con fines lucrativos.
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La visita se acompaña de la explicación de las diferentes fases del proceso, con el fin de demostrar que es seguro, que las cautelas que se aplican impiden la aceptación de cadáveres ajenos y para que el caso judicial no empañe las donaciones, claves en la formación de los futuros sanitarios.
La sala, centro neurálgico y práctico del programa, ofrece contrastes. Recuerda a un museo de ciencias naturales -con vitrinas que guardan cráneos, huesos, embriones y órganos- y a la vez a un quirófano, con camillas, maniquíes de simulación y monitores para seguir cualquier intervención. Llama la atención la pulcritud, el silencio respetuoso -es cierto que no hay clase- y también las balsas donde se conservan parte de los cadáveres a disposición de los estudiantes. No sólo de grados como Medicina o Enfermería, también de Fisioterapia, Podología o incluso de facultativos que realizan cursos de especialización.
La Universitat es una de las siete instituciones españolas que forman parte del Programa Nacional de Donación del Cuerpo a la Ciencia, que obliga a reunir una serie de estándares éticos y de seguridad durante todo el proceso. Y recibe medio centenar de cadáveres al año, como explica Alfonso Valverde, profesor del departamento de Anatomía e Embriología Humana y responsable del programa en la Universitat. Para ser más precisos, en 2023 tuvieron 60 donantes.
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«En los últimos años hemos constatado un aumento paulatino, aunque curiosamente todos los años solemos tener periodos en los que descienden las donaciones, no sabemos muy bien por qué. Por eso es importante que la gente siga registrándose en nuestro programa», reflexiona.
La Universitat, como norma básica, sólo acepta los cuerpos de los donantes que se han registrado en vida en el programa, que deben rubricar su decisión acompañados de dos testigos de su confianza. Tras presentar la documentación, así como copias de los respectivos DNI's, se les facilita un carnet con indicaciones para que tras el deceso los familiares se pongan en contacto con el departamento de Anatomía. Sólo hay una excepción a esta regla: donaciones de las que se responsabilizan los servicios sociales de hospitales y residencias, que deben estar muy fundamentadas y acreditadas, aunque son del todo excepcionales.
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La Universitat nunca paga por un cuerpo, pero al ser la donación un gesto altruista sí se hace cargo, a través de funerarias, de los gastos derivados del traslado a las instalaciones y de la posterior incineración de los restos cuando acaba el objeto de donación. En realidad, como sucede en cualquier fallecimiento. «A nadie se le ha ocurrido nunca venir a ofrecernos el cuerpo de un desconocido ajeno a nuestro programa porque se sabe que no lo aceptaríamos, y además, lo denunciaríamos», destaca Valverde.
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Los familiares o las personas de confianza que están con el donante en el momento de su fallecimiento deben contactar con el departamento, normalmente a través de los teléfonos indicados en el carnet. Desde esta área de la Facultad de Medicina se da aviso a una funeraria para que asuma el traslado y los trámites que sean necesarios. El plazo máximo es de 72 horas, dando margen suficiente para que los seres queridos puedan despedirse antes de que el cuerpo sea puesto a disposición de la ciencia.
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Nada más recibirse los cuerpos se lavan y asean, y se les extrae una muestra de sangre para un análisis microbiológico, que es previo a la aceptación definitiva. «Así nos aseguramos de que no hay riesgo de transmitir enfermedades infectocontagiosas a los usuarios que los manipulan posteriormente: técnicas de Conservación de Estructuras Humanas, profesorado, estudiantes, médicos y demás profesionales de la salud que acuden a formarse o a investigar», detalla Valverde, que recuerda que la seguridad laboral es una de las garantías a las que obliga el programa nacional.
La permanencia en las instalaciones del departamento es variable: desde meses a varios años. Todo depende de la modalidad de conservación que se aplique, que está ligada al uso que se le da al cuerpo. Los criopreservados permanecen menos tiempo, pues una vez descongelados sólo pueden utilizarse unos pocos días. Es la técnica más empleada para formaciones de postgrado (másteres y cursos de especialización), en las que participan cirujanos de la práctica totalidad de especialidades médicas o profesionales de otras disciplinas como Podología o Enfermería. Los alumnos de grado, para sus prácticas, trabajan con cuerpos que han sido embalsamados en una solución a base de formol, de manera que pueden ser utilizados hasta varios años si es necesario.
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Para registrarse en el Programa de Donación del Cuerpo a la Ciencia de la Universitat basta con ser mayor de edad y hacerlo libre y voluntariamente. Sin embargo, estos requisitos no garantizan que el cuerpo vaya a ser finalmente aceptado. Por ejemplo, todos los integrantes son informados -y así consta en el documento que firman ellos y los testigos- de que en el momento de la donación no se han de padecer enfermedades infectocontagiosas (hepatitis o VIH, por ejemplo), sufrir obesidad o delgadez extremas o presentar amputaciones y deformaciones graves o quemaduras extensas. Tampoco se aceptan aquellos que están inmersos en causas judiciales. Si se cumplen los requisitos, la Universitat siempre acepta. Cuestiones como falta de espacio, de presupuesto o de necesidad nunca son excusa para rechazar un cuerpo.
Con los cuerpos se forman estudiantes de grado de hasta nueve titulaciones de Ciencias de la Salud. Con mayor o menor dedicación horaria en función de la carrera, estudian la anatomía humana a través de disecciones que son explicadas por los profesores que las han realizado. Por otro lado, en cursos de postgrado y de especialización, los alumnos, sean estudiantes o ya profesionales, aprenden técnicas quirúrgicas que luego pondrán en práctica durante su trabajo, ensayan nuevas vías de abordaje quirúrgico o practican con nuevos materiales o procedimientos. Además, se desarrollan trabajos de investigación en el campo de la anatomía quirúrgica aplicada que generan publicaciones científicas en revistas internacionales de impacto. Y también contribuyen a la elaboración de tesis doctorales. La Universitat colabora con la mayoría de servicios de cirugía de los hospitales de Valencia.
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El primer día de clase se recuerda a todos los alumnos el valor del material con el que van a poder formarse. Por ejemplo, no están permitidas las fotografías dentro de la sala de Disección con fines que no sean formativos o de investigación. Incluso en esos casos siempre deben hacerse bajo la supervisión del profesor y para su uso en entornos académicos y científicos, en los que se hace alguna mención en forma de agradecimiento a la donación. La toma de fotos no autorizadas y/o irrespetuosas, o su uso inadecuado, está severamente penalizada. Valverde insiste en que esta máxima también se aplica en el momento en el que un donante busca información, trasladándole con todo detalle los objetivos y pasos del programa.
Cuando un cuerpo ya no tiene más posibilidades docentes o científicas, se avisa a la misma funeraria que lo trasladó y se tramita la autorización para su incineración, unos gastos que también asume la institución. Habitualmente la empresa en cuestión se pone en contacto con la familia por si quiere recuperar las cenizas de su ser querido. En caso contrario, se procede igual que en cualquier otra cremación.
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En el programa se registran personas de todas las edades, profesiones y niveles educativos. La Universitat sí ha observado que los que acuden a informarse y terminan participando como donantes son cada vez más jóvenes y con mayor formación, pero no necesariamente están vinculados al mundo académico, sanitario o científico. Es un mito que se trate sobre todo de ancianos.
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