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Ante declaraciones como «No quiero vivir» o «Voy a quitarme la vida» la respuesta no debe ser un «Anda ya, ¡no digas esas barbaridades!» y una palmadita en la espalda sino una invitación a hablar y a escuchar a la otra persona. Porque esas frases son una de las señales de alerta ante una posible conducta suicida, un tema tabú en la sociedad, del que apenas se habla a pesar de ser la primera causa de muerte no natural en España y de superar cada año el número de fallecidos por accidentes de tráfico.
Las cifras, en el caso de la Comunitat Valenciana, así lo revelan: cada día una persona se quita la vida y las muertes duplican las registradas en accidentes de coche. O, en números: 397 suicidios en 2017 (última cifra publicada en el INE) frente a los 183 fallecidos el año pasado en las carreteras, según la DGT. También son más frecuentes en hombres que en mujeres, en la franja de edad situada entre los 40-50 años y a partir de los 65, en situaciones de depresión o en personas que tienen una enfermedad mental, etc.
Es la radiografía estadística pero detrás hay personas que tienen «un sufrimiento extremo». «No quieren morirse pero no encuentran recursos para superar o afrontar una situación que les provoca dolor», apunta la presidenta de la Federación de Salud Mental de la Comunitat Valenciana, Rosa Bayarri, entidad que agrupa a una treintena de entidades. Ella, junto al presidente de la Asociación Valenciana de Rehabilitación e Inserción de Personas con Enfermedad Mental (Avrisem), David Taroncher, insiste en la importancia de abordar el tema de la salud mental «con naturalidad y responsabilidad» y de evitar «actitudes discriminatorias que provocan el estigma social y, por tanto, aislamiento» hacia las personas que padecen una enfermedad mental.
Aspecto en el que también incide el jefe del servicio de Psiquiatría del área de salud mental del Consorcio Hospital Provincial de Castellón, Rafael Mora: «Vivimos en un sociedad del bienestar malentendido. Está mal visto cuando alguien dice que no está bien, por lo que los afectados optan por callar y aislarse. Pero debemos ser capaces de escuchar el malestar o la desesperación de nuestros allegados».
Porque es en el contexto de una enfermedad mental, y en concreto, en una depresión, «donde suelen aparecer con más frecuencia las ideas de suicidio», explica la psiquiatra del Hospital IMED ValenciaMaría Amparo Espinosa. Pero los dos profesionales médicos coinciden en señalar que «no es imprescindible» la existencia de un trastorno mental para que exista una conducta suicida. «Hay suicidios que se producen de forma impulsiva en momentos de crisis que merman la capacidad de la persona para afrontar situaciones estresantes, como problemas financieros, rupturas sentimentales o el dolor y las enfermedades crónicas», añade Espinosa.
«Nos puede pasar a cualquiera», resalta Mora. De ahí la importancia de buscar ayuda profesional al menor síntoma de una conducta suicida («los psiquiatras no somos el enemigo, estamos para ayudar a ver las salidas») y de mejorar los mecanismos de prevención tanto en la sociedad («educación emocional en las escuelas», apunta Rosa Bayarri) como entre los profesionales sanitarios. Pero, sobre todo, «hay que romper el silencio y hablar. La salud mental da miedo, es un tabú. No somos conscientes del problema del suicidio y se puede abordar con apoyos. Las personas pueden recuperarse y reconstruir su realidad», incide David Taroncher.
«La gente te insulta, no quieren sentarse contigo en el autobús o te rechazan los compañeros de trabajo por las ideas preconcebidas que tienen». Son parte de las vivencias que comparte Rafa Grau, un valenciano que padece una enfermedad mental y que actualmente vive en un piso tutelado. «Estoy muy tranquilo, contento de tener mi propia autonomía y de que se respete mi condición humana», cuenta. «Nunca se ha pasado por mi mente» una tentativa de suicidio pero es consciente la presión que sufren muchos enfermos mentales por parte de la sociedad y el riesgo de caer en una depresión severa porque «se nos aparta». «No hay que reírse de los enfermos mentales, hay que tratarlos con humanidad. Todos somos iguales, tenemos los mismos derechos a pesar de tener una discapacidad», reclama.
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