La empresa de limpieza higiman, en Picanya, está en actividad mientras aún realiza tareas para terminar de retirar el lodo. ÓSCAR CHAMORRO

Negocios que compiten contra el lodo de la DANA

Fábricas, almacenes y comercios de las poblaciones afectadas tratan de retomar su actividad mientras sus calles e incluso algunos de los locales aún deben convivir con el barro

Lunes, 11 de noviembre 2024, 00:48

Naomi y María se abrazan. El rostro evidencia la tristeza, pero quizás hayan consumido ya todas las lágrimas. Son socias de una inmobiliaria: «Ha quedado destrozada. Ahora nos vamos a una firma a Alzira... en el único coche que nos ha quedado en toda la ... familia». María también regenta la cafetería Mare Meua, que está abierta. Los dos locales están enfrentados en la parte alta de la avenida Corts Valencianes de Albal, la menos afectada. Sólo unos metros hacia el este, hay comerciantes y vecinos que lo han perdido todo.

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Mientras ellos, ya con la colaboración del Ejército, terminan de limpiar los bajos, la zona trata de retomar la actividad. «Al menos no podremos reabrir hasta inicio de año», repiten los dueños de los dos bazares chinos que hay en la zona. Aún tiemblan cuando recuerdan la noche de la DANA, que les pilló dentro de sus locales y salvaron milagrosamente la vida. Otros negocios ya han podido volver a abrir sus puertas.

Es el caso de Grúas Jordán, de Beniparrell, que perdió cuatro vehículos en la noche de la tragedia. Pero las ocho restantes, y otras que han pedido prestadas, no dejan de trabajar: ahora desde luego no faltan coches averiados que retirar. Estos, al igual que los desechos embadurnados en lodo, son acumulados en sendos descampados a las afueras de los municipios.

Esa avenida Corts Valencianes representa la situación que deben afrontar estos días los comerciantes de medio área metropolitana. A la competencia con el resto de negocios hay que sumarle la del barro. Primero deben retirarlo y después ingeniárselas para abrir a la espera de las indemnizaciones.

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Vanessa ya ha reabierto su peluquería en Benetússer. También está disponible Anjon's, regentada por Ana en la misma localidad. «Las pérdidas son de más de un millón de euros», lamenta Rafa Álvarez, de Higiman, empresa de limpieza de Picanya. Él ha abierto en un polígono industrial que parece el escenario de una película de desastres. Bueno, no lo parece, es el desastre, quién sabe si la ruina para algunas de las empresas.

Los comerciantes deben echar mano del ingenio. Por ejemplo, hay librerías que están intensificando las ventas online. Para tratar de hacer algo de caja. Mar, de Ka.La.Mar de momento sirve cafés y cocina donde puede comidas para llevar, pero carece de infraestructuras en las que almacenar productos frescos o de sillas y mesas para recibir clientes.

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Y estos comerciantes son, en cierto modo, afortunados. Las localidades más afectadas, como Picanya y Paiporta, aún deberán pelear duro para volver a abrir sus puertas. Saben que cada día cerrado supone pérdidas. Y ya han perdido bastante desde el 29 de octubre.

«Es un caos, pero damos servicio»

Farmacia

«Es un caos, pero damos servicio»

Marta duda cuando se le pide un testimonio: «Si es rápido, sí... que no doy abasto». La joven regenta la Farmacia Avinguda de Albal pero reside en Valencia: «Me tengo que levantar todos los días a las 5 de la mañana». Se refiere a desde el miércoles de la semana pasada, tras la noche en la que la DANA cambió la vida de miles de personas. Pero este jueves tenía motivos para mostrar cierta alegría en su rostro: «Después de mucho trabajo, de conseguir que alguien viniera a abrir la persiana sin romperla, de buscar electricistas e informáticos, de limpiar... hemos abierto. Esto es un caos, pero al menos damos servicio».

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Marta acababa de reformar el local. Aprovechó el verano y su farmacia estaba como nueva desde hace dos meses. El espectáculo que se encontró el miércoles, como para todos los comercios y plantas bajas de la zona, fue desolador. «Estaban todos los medicamentos para desechar», lamenta. Claro está, los primeros días tenía que dedicarlos a limpiar, pero tampoco tenía productos que suministrar.

«Tengo pacientes que se han quedado sin casa, que lo han perdido todo», relata Marta. Y entre otras cosas, medicinas que deben tomar cada día. A esto hay que sumar lo que tarda el reparto en llegar cada día, cuando lo normal es que las furgonetas aparezca por la farmacia a primera hora: «Acaba de llegar –cuando lo dice son las 13–, pero es lo que tenemos, hay que adaptarse».

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Dispensa los medicamentos desde un mostrador que ha ubicado en la puerta. Los clientes no entran al local, para evitar que el lodo vuelva a entrar en un establecimiento cuyos productos deben estar lo más alejados posible de virus y bacterias.

«Esto va a ser muy complicado. Esperemos que los alcaldes nos ayuden», implora Marta. Su cuñado también regenta una farmacia, pero en Paiporta. Claro está, él todavía no ha podido abrir. Hay cola en la calle. Por el momento la farmacia Avinguda está abierta entre las 9 y las 16 horas: «De momento no nos imponen hacer guardias». Ya es suficiente haberse vuelto a poner en marcha con tanta celeridad.

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«El problema es que los transportistas no quieren venir»

Almacén de productos de limpieza

«El problema es que los transportistas no quieren venir»

Rafael Álvarez regenta junto a su padre Higiman, empresa de suministros de limpieza que, como muchas, quedó cubierta por el lodazal causado por la DANA. Se encuentra en el polígono industrial en término de Picanya, pero que está a menos de un kilómetro de Paiporta. Zona cero. Y aún así, ya está abierta: «Funcionamos al 50% de nuestras posibilidades. Si antes hacíamos 30 repartos al día, ahora son 10».

Mientras Higiman está ya en marcha, la imprenta que se halla en la nave de al lado tardará más de un mes. A 100 metros, el Ejército trata de reabrir una rotonda, y en la misma calle de ambas empresas aún se acumula lodo y desechos. «Nosotros tenemos productos y maquinaria de limpieza, y además sabemos cómo usarlos», apunta Rafa. Además, un batalló de solidaridad le ayudó el sábado a sacar barro: «Y a través de uno de ellos conseguí un tractor con el que ya extrajimos todo el lodo».

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Aunque el agua entró hasta la altura de la cintura, más de media nave ya está totalmente operativa. La plantilla también ha respondido: «Aquí estamos todos, menos los que viven en Picanya y Paiporta, que lógicamente deben estar con sus familias». Higiman ha vuelto a la actividad mientras se ultiman las tareas de limpieza, a pesar de que todavía no tiene agua corriente.

«Mira, ni una gota», demuestra Rafa. Ha traído garrafas de agua para mezclarlas con productos a la hora de desalojar los inodoros. «Estamos limpiando con desinfectantes. Lo que entró aquí fueron aguas fecales, que era lo que generaba las epidemias cuando no había alcantarillado». Aún así, el gran problema de la empresa no es el barro: «He alquilado una nave logística en Picassent, que no está afectado... pero es que las agencias de transportes se niegan a venir a Valencia. He pedido que me traigan los productos, aunque me suban los portes».

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«Las cámaras no van, servimos café y algo para llevar»

Bar

«Las cámaras no van, servimos café y algo para llevar»

Ka.La.Mar está al servicio de sus vecinos y de todo el que batalla contra el lodo. «Esto era un caos. La gente no tenía ni luz ni agua en casa, y debían emplear el tiempo en limpiar. Hice comidas con el género que se iba a estropear y lo repartí», recuerda Mar. Es socia del horno que hay enfrente: «También entregó el pan y todos los productos que tenía, no íbamos a tirarlos a la basura».

¿Y cómo podía cocinar si no había electricidad ni gas ciudad? «Tengo unos paelleros a butano», explica Mar, la dueña del bar. Y como se dio cuenta de que el primer día había contribuido a facilitar la vida de sus vecinos de Albal, la joven mantuvo la iniciativa. «El Ayuntamiento me fue trayendo productos frescos que donaban y yo cocinaba. Hacía paella de verduras, o de lo que fuera», recuerda.

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Mientras resalta sus vivencias, un voluntario le pide permiso para entrar al cuarto de baño: «¡Claro, está disponible para todos!». Se siente feliz por ayudar, aunque es cierto que le preocupa el futuro. «Cada vez lo veo más lejos», responde con cierta melancolía cuando se le pregunta si va a reabrir el local pronto: «Las máquinas no consigo que se pongan en marcha, y de momento no he tenido tiempo para hablar con el consorcio. Veremos cuánto nos dan a los autónomos. Las sillas han quedado enmohecidas y las puertas hinchadas por el agua. Están para cambiar. Ya he empezado a mirar el mobiliarios».

Pero Mar no ha parado. Su bar no ha cerrado en ningún momento sus puertas a pesar de la DANA. Ahora la gente ya puede cocinar en casa o recibe comida caliente de parte de asociaciones. Y otros comercios empiezan a tratar de retomar la marcha. Por ello, ha empezado a cobrar: «De momento sólo puedo hacer cafés, que es la única máquina que funciona, porque estaba en alto. Y cocino alguna comida para llevar».

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«¡Hoy hemos vendido 10 euros!»

Óptica

«¡Hoy hemos vendido 10 euros!»

Guaita Ópticos son dos hermanos que tienen diez tiendas entre Valencia y su área metropolitana. La de Xirivella, pero sobre todo las de Alaquàs y Albal, se vieron afectadas por la DANA. «El viernes éramos 18 personas aquí achicando agua. Les puse las botas de agua y me traje a mis hijos para que vieran lo que cuesta ganar el dinero», indica Pedro, uno de los socios: «Hemos traído mobiliario y gafas de otros locales, pero lo que más cuesta es la maquinaria. Vale entre 10.000 y 15.000 euros cada una, y están todas para tirar».

La tienda de Albal ha abierto este jueves, «No sabemos cuántos clientes vendrán aún, la gente está limpiando sus casas. Sí se han pasado vecinos diciendo que tendrán que repetirse las gafas de cerca o las de sol.», señala Pedro. «¡Hoy ya hemos vendido 10 euros... unas pilas!», exclama la dependienta a modo de logro. Aún hay que volver a despegar.

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