![Anorexia | Donde las niñas van a dejar de odiarse](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202112/18/media/cortadas/ANOREXIA-PORT-U30168672619dyE-U16029951023540C-1968x1216@Las%20Provincias-LasProvincias.jpg)
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Son nueve. Recorren el pasillo arriba y abajo. Es la hora del paseo: 15 minutos por la mañana y otros 15 por la tarde. En sus miradas sobre la mascarilla, gracias al máster que hemos hecho en aprender a interpretarlas, se ve la tristeza de quien sabe que tiene que curarse, pero que no sabe muy bien cómo. Están en la Unidad de Trastornos de Conducta Alimentaria (UTCA) de La Fe, donde entra LAS PROVINCIAS, y son jóvenes. Mucho. «Hemos tenido pacientes hasta de nueve años», dice el doctor Luis Rojo, director de la UTCA, que trata con cordialidad a estas chicas de pasos leves, ademanes tímidos y la valentía inconmensurable de quienes combaten día a día con una enfermedad mental. Los diagnósticos de anorexia y otros trastornos alimentarios han subido un 34,1% en apenas un año y las listas de espera se han disparado. Dentro de la UTCA de La Fe, la única de la provincia, están las pacientes más graves. Es el lugar donde las niñas vienen a aprender a volver a serlo.
La UTCA se puede contar a través de las cifras. 10 camas, un 51% más de pacientes en 2021, con 62 hasta finales de noviembre por las 41 de todo el 2020, un 80% de ellas de menos de 30 años y un 22%, por debajo de los 15. Sobre todo mujeres: nueve de cada diez. Pesos que llegan a los 22 kilos y edades tan tempranas como los 9 años. Pero es mejor contar lo que sucede ahí dentro a través de los carteles que jalonan el comedor, con una gran mesa en forma de U. En una cuartilla rosa, escrito a mano y con estrellitas y colores, se leen los temas que es preferible no tocar, como intentar predecir la salida de alguien o comparar el peso o los privilegios. «Tenemos que crear un ambiente cómodo para todos, sabemos que es difícil», dice el cartel. Otro reza: «No soy culpable de mi enfermedad pero sí responsable de mi recuperación». En inglés, otro cartel dice que nuestro mejor profesor es nuestro mayor error. Son herramientas. Todo en la UTCA tiene un único objetivo: sacar a las pacientes del agujero de autoestima y autocontrol en el que les meten los trastornos de conducta alimentaria. Anorexia, sobre todo, pero también bulimia: enfermedades que trastocan por completo la autopercepción de personas jóvenes que están todavía en desarrollo y que aprenden a convivir, algunas décadas, con una imagen de sí misma tan distorsionada que acaban necesitando ayuda profesional.
Todo son herramientas. Desde las habitaciones sin televisión (la única está en la sala común y se puede ver de 20.30 a 23 horas, o una hora por la mañana y otra por la tarde en fin de semana), las cerraduras en los baños (que se abren a las 8, a las 13.30 y a las 19 horas, y en casos de emergencia), los paseos regulados por horario o las normas para las comidas, que se componen de primer plato, segundo plato y postre. Es evidente que, por la especial naturaleza de la enfermedad que se trata en esta ala del séptimo piso de la torre C del hospital La Fe, las comidas están más que reguladas: hay que comer siguiendo el orden del menú, no se puede pasar de un plato al otro sin haber ingerido al menos la mitad del plato anterior y no se puede sacar comida del plato.
Pueden parecer demasiadas restricciones, y ni siquiera hemos hablado de las limitaciones en las visitas o en el uso del móvil. Porque todo lo que se hace en la UTCA se hace con un objetivo. «Esto no es una cárcel, pero tampoco es un hotel», cuenta el doctor Rojo, que apunta que tienen que crear motivaciones para las pacientes, como por ejemplo las visitas de familiares, las salidas programadas o el uso del teléfono móvil. «Quienes entran saben que van a tener que cumplir unas normas, si no, no se pueden quedar», dice. ¿Y todas aceptan esas normas? «Tarde o temprano», asegura el psiquiatra: «Pero antes de nada tienen que decidir que quieren curarse».
Es un paso importante. Requiere un tratamiento psicológico previo o, al menos, un convencimiento personal de la paciente. «Su mente tiene que hacer clic», dice Pilar Arribas, psicóloga especializada en trastornos de conducta alimentaria que trabaja con las ingresadas en la UTCA y también con quienes acuden al hospital de día, donde se atiende a 12 pacientes, aunque ahora únicamente pueden ir ocho personas. Están de 9 a 17 horas y hacen tres comidas. 12 en el hospital de día y nueve ingresadas en la unidad son 21. Parece un número pequeño cuando según datos de la conselleria de Sanidad entre enero y octubre de 2021 han atendido a 14.444 personas por trastornos de conducta alimentaria. Según los últimos estudios realizados, la tasa de prevalencia de esta enfermedad en población adolescente está alrededor del 4,1 o 4,5% entre los 12 y los 21 años. Si la población valenciana de esa edad es de casi 770.000 personas, unas 34.000 de ellas tendrán un TCA sin diagnosticar. Y eso que las cifras de listas de espera en la UTCA de La Fe son dramáticas: hay casi 40 personas en ellas, 22 para ingresar y 15 para el hospital de día.
Demasiados números para explicar una situación que no se puede contar únicamente con cifras. Ni con las miradas de las chicas que pasean en la sala donde han ido para dejar de odiarse. Ninguna de las dos vertientes está completa sin la otra: son dos caras de la misma moneda que explican cómo es la vida en esta ala psiquiátrica del hospital (Rojo insiste en que quieren también una zona para niños) donde están ingresadas personas que no dejan de ser eso, personas. Puede parecer algo evidente, pero conviene recordar la humanidad de quienes sufren esta enfermedad. Al final, en la UTCA todo es una herramienta pensada para ayudarlas. Hasta el mensaje que se lee bajo las normas: «Respira, todo saldrá bien».
Luis Rojo y Pilar Arribas
Luis Rojo y Pilar Arribas llevan las riendas de la UTCA de La Fe. Él es el director médico y ella es la psicóloga clínica que trata a las pacientes. Ambos conocen perfectamente cómo funcionan estos trastornos y tienen claras varias cosas. Primero, que la pandemia ha sido muy negativa. Segundo, que las dietas y las redes sociales son la principal puerta de entrada a estos trastornos. Y tercero, que el trabajo durante la pandemia fue muy complicado.
Por partes. «A nivel de presión, tenemos mucha gente en lista de espera. Vamos seleccionando a los pacientes más graves. Es muy especulativo, pero creo que la situación del confinamiento, especialmente, ha trabucado mucho la experiencia de las chicas», dice el psiquiatra, que añade que las relaciones «se han hecho más distantes, se pasa más tiempo en casa, se está más ocioso, se hacen más planes en común como una dieta para perder peso...», indica el doctor Rojo: «Algunas chicas empiezan una búsqueda de la delgadez que está fuera de la lógica y de la realidad».
En lo referente a cómo fue trabajar durante el confinamiento, Rojo pone en valor el trabajo del hospital del día y Arribas insiste en que han aprendido nuevas formas de tratar a las pacietnes. «Hacíamos reuniones por internet y la terapia se hacía online. Algunas de esas mecánicas las mantenemos ahora», asegura.
Respecto a las redes sociales y las dietas, Arribas indica que las primeras son «nefastas». «La percepción de las chicas se ve alterada», asegura. Sobre las dietas, Rojo cree que en personas vulnerables «un factor de riesgo básico». «Si un grupo de chicas se pone a dieta en común la inmensa mayoría salen bien, pierden sus kilos y siguen, y hay una que se queda pillada», dice el psiquiatra, que recomienda estar pendiente de los comportamientos de la gente que más cerca estamos, con algunas posibles señales de alarma como ir al baño nada más terminar.
Por su parte, la presidenta del Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de la Comunitat Valenciana, Paula Crespo, apunta que las dietas pueden ser peligrosas «si se hacen sin supervisión»: «Hay dietas muy restrictivas que ponen en peligro nuestra salud». Miguel Civera, vicepresidente de la Sociedad Valenciana de Endocrinología, Diabetes y Nutrición (SVEDYN), asegura que la dieta «puede ser la primera señal de que se está desarrollando un TCA». Civera apunta que hay en adolescentes o personas «perfeccionistas, autoexigentes, con baja autoestima, con gran preocupación o insatisfacción con su imagen física», las dietas pueden ser peligrosas.
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