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«Es la gran pandemia oculta e ignorada. Ya está afectando a los estudios, a las relaciones y a muchos otros aspectos de nuestros jóvenes hoy en día». La alerta es rotunda. Hay menores que ya con apenas ocho años acceden a la pornografía a través de internet. No es una edad de consumo generalizado. Este se produce a los 14. Y hacia los aún precoces 11 años es la edad media en la que nuestros adolescentes ven ya como el pan de cada día contenidos sexuales muy explicitos en las redes. No es menos alarmante. El psicólogo Juan Colomina es rotundo: «No he visto en mi consulta una adicción tan potente como la de la pornografía».
Las luces de alarma las han encendido varios expertos reunidos en un conreso sobre el tema en la Universidad Católica de Valencia. El marco ha sido el curso de experto universitario en prevención, detección y acompañamiento en adicción a la pornografía de la UCV. El problema radica en la multiplicad de medios tecnológicos al alcalce de la mano de los chavales: el riesgo está «en la gran accesibilidad que tienen a través de las pantallas».
El curso de especialicación comenzará en octubre. A la «pandemia» del porno entre adolescentes le han puesto cara Juan Colomina, de Reconecta Conductas; Vicente Carrascosa, religioso de la congregación Cooperadores de la Verdad; y Javier Ros, director de la titulación.
Las cifras son «muy preocupantes». Lo subraya Ros. Él sitúa esa peligrosa edad de inicio de acceso a la pornografía en los ocho años. Visualicen a un niño en tercero de Primaria y serán conscientes de la gravedad del problema. Es a los 11 cuando la mayoría de los niños se inician. Esa es la edad media. Y a los 14 esta actitud se generaliza. Las proporciones asustan. «Un 70 por ciento de los jóvenes españoles ha visto porno en internet. El 90 por ciento de los universitarios hombres cree que el porno es fiel a la sexualidad real. Y el 80 por ciento de los jóvenes que ven pornografía tienen comportamientos sexuales agresivos», es el inquietante retrato que lleva a cabo el titular del curso de la Católica de Valencia.
Juan Colomina no es un experto cualquiera. Él sabe lo que es sufrir las adicciones en carne propia. De joven estuvo enganchado a la cocaína, a las apuestas... «Sufrí una locura vital», ha reconocido en más de una ocasión. Más de dos décadas de su juventud sumido en la oscuridad. Hace 18 años que vio la luz. Logró rehabilitarse y ahora ayuda desde la trinchera. Puso en marcha la ong Reconecta Conductas, enfocada a luchar hombro con hombro con los jóvenes y sus familias para salir del pozo de la adicciones. Y en su día a día lo tiene claro: «No he visto en mis consultas adicción tan potente como la de la pornografía».
Colomina subraya una de las técnicas que los difusores de pornografía usan para atrapar a los chavales. «Videos cortos de unos cuatro minutos que, cuando acaban, enganchan con el siguiente». Y los adolescentes se ven en un laberinto del que no pueden salir entre este formato audiovisual, »la adicción a la propia pantalla y la adicción a la conducta sexual«, como indica el psicólogo.
Hay un problema que impide dar con la solución a esta lacra. Se sigue sin considerar el porno algo a lo que engancharse. «Es importante incluir la pornografía dentro del concepto genérico de adicción, ya que si las separamos estamos diluyendo el concepto etiológico de la patología», es el consejo profesional de Juan Colomina. »Se impone la autorreferencia, el consumismo, la búsqueda del placer y la precariedad. Y las nuevas tecnologías facilitan las conductas adictivas, ya que proporcionan accesibilidad, asequibilidad y anonimato». En este sentido, ha asegurado que han desaparecido «las barreras de acceso, los filtros que antes ayudaban a la gente a regularse».
El psicólogo alerta de «los peligros del superestímulo» que supone la pornografía entre los adolescentes. «Proporciona lo que tú quieres, cuando tú quieres, como tú quieres, sin esfuerzo y solo dándole a un botón», advierte. Su peligro se da también en el conjunto de las familias. Los matrimonios no son inmunes a ello: «Las mujeres cuyos maridos ven pornografía, tienen el mismo sentimiento de traición que si estuviesen con una mujer real».
Quien cae en ese pozo, se hunde cada vez más y más. «Se trata de una conducta adictiva con un proceso creciente. No es que la persona quiera ver cada vez más cantidad, es que quiere ver cosas más raras, y esto genera un fuerte impacto en su identidad», enfatiza el responsable de la ong Reconecta Conductas.
Desde la Católica destacan que el Curso de experto universitario en prevención, detección y acompañamiento de la adicción a la pornografía «surge ante la grave emergencia social de la difusión, ya en edades muy tempranas, de este fenómeno, que afecta profundamente al correcto desarrollo de la persona». El objetivo, «llenar un alarmante vacío en la formación universitaria española, dado que es pionero en este ámbito de formación», señalan desde la organización.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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