Emily devora una hamburguesa a las puertas del viejo Mestalla. Su padre la observa embelesado. Sus ojos brillan de felicidad al ver a su niña ... feliz. La pequeña de seis años lleva una falda de tul rosa. Da vueltas como una princesa. Los Reyes Magos le han regalado un perro de juguete que se activa con botones.
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Emily lo deja en el suelo y lo anima a caminar como si fuera una mascota de verdad. Luego se da cuenta de que tiene que activarlo y aporrea el lomo del perro sin mucho éxito. Ya lo probarán en casa.
Estos Reyes la niña podrá disfrutar de sus regalos y jugar como el resto de sus amigos de su edad. Son una de las más de 350 familias vulnerables que han recibido los obsequios del Banco de Alimentos y del Valencia Club de Fútbol para que ningún niño se quede sin regalos estas fiestas. Una jornada llena de ilusión. Los menores hacían cola con una sonrisa de oreja a oreja. Esperando a que llegue su turno.
Están acostumbrados a vivir con lo justo. La mayoría de pequeños, tras recibir un roscón y hacerse la foto, salen de la fila para volver con sus padres. Luego sus ojos se abren de par en par. Asombrados de que haya una bolsa con regalos para ellos. Y también, un trozo de pizza o una hamburguesa para merendar.
Pero la emoción no sólo la viven los más pequeños. Los padres les sacan fotografías sin cesar. Incluso una de las madres derrama lágrimas de alegría. El padre de Valentina sonríe como si le acabara de tocar el 'Gordo' de la Lotería. La chica de 11 años saca orgullosa de la bolsa un juego de operaciones. «¡Era justo lo que quería!» Un regalo fruto del azar que ha dado en el clavo y ha llegado a las manos de una futura cirujana que aún cree en la magia de la Navidad.
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Por el regazo de los Reyes Magos pasan una gran cantidad de niños de todas las edades. Antes de darle el regalo, uno de los representantes del Valencia Club de Fútbol le pregunta a uno de los chiquillos si de mayor quiere ser futbolista. El chaval mueve la cabeza de un lado a otro mientras se le escapa una risa nerviosa. Prefiere no contestar. No quiere arriesgarse a que si dice que no le dejen sin regalo. O a mentir y encontrar carbón cuando despierte. El responsable también ríe y le tiende su bolsa y el pequeño se va victorioso con sus regalos.
Quien sí quiere ser futbolista es el hermano de Emily. La nena saca el pequeño balón que le han regalado y dice que se lo dará a su hermanito que será «un gran futbolista. Juega muy bien». A ella también le gusta el fútbol, pero prefiere que la pelota la tenga él. Luego mira con ojos esperanzados el estadio del viejo Mestalla. Quién sabe si su hermanito el día de mañana lucirá su equipación del Valencia y acaparará los titulares de las noticias deportivas.
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Quienes tampoco pueden contener su emoción son los voluntarios, tanto del equipo como del Banco de Alimentos. Ellos han decidido dedicar su tarde a alegrar la vida de los más pequeños cuyas familias no habrían sido capaces de comprarles ningún regalo. También ha acudido la vicepresidenta segunda del Consell, Susana Camarero. «Queremos agradecer a ambas entidades su generosidad y sus ganas de ayudar a los demás», ha expresado Camarero. Uno de los voluntarios es un hombre de avanzada edad que no ha querido perderse la jornada aunque camine con la ayuda de un andador: «Esto es precioso», dice con la ilusión de un crío.
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