José Antonio Olmedo López-Amor
Sábado, 1 de enero 2022, 10:35
El pasado 29 de diciembre el poeta valenciano Ricardo Bellveser Icardo (1948-2021) falleció a consecuencia de un cáncer de páncreas con el llevaba luchando durante dos años. Tras una aparatosa caída que le llevó a un examen rutinario, descubrió que de nada había servido el tratamiento, pues su hígado también se vio afectado por la metástasis. En un plazo de veinticuatro horas, y fiel a su personalidad espontánea y a su capacidad de decisión, decidió renunciar al tratamiento y recibir cuidados paliativos: «con la misma determinación que decidió luchar, decidió dejar de hacerlo» (Carla Bellveser).
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Si durante su vida fue un ejemplo de entrega a la cultura, de tesón laboral y tenacidad creativa, sus últimos dos años le sirvieron para ofrecer un ejemplo de fortaleza que va más allá de cualquier epíteto que le podamos asignar. Pero también, y en esto fue —con justicia— afortunado, le sirvieron esos dos años para recibir todo el reconocimiento y el cariño de sus amigos y de la comunidad literaria valenciana. A los diferentes homenajes que desde el año 2020 se fueron sucediendo, se unió el último, el cual tuvo lugar, apenas dos semanas antes de morir, en Torrente, de la mano de Patricia Cuenca y su asociación cultural Torrent de Paraules.
Y es que, si algo caracterizó a Bellveser, tanto en su etapa como director de la institución Alfonso el Magnánimo, vicepresidente del Consejo Valenciano de Cultura o ya jubilado, fue que siempre estuvo al lado de la cultura. Pequeñas asociaciones culturales o instituciones de primer orden, todas ellas gozaron de su desinteresado apoyo si se trataba de defender ese patrimonio común que producen y salvaguardan los artistas. Y es que el autor valenciano nunca entendió a esos políticos que, fuesen del color que fuesen, no defendiesen la cultura sin ambages.
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Ricardo Bellveser fue el segundo en una familia de cuatro hermanos (Juan Antonio, Ricardo, Enrique Francisco y Margarita), hijos de Antonio Bellveser Sarrió, periodista radiofónico, y Margarita Icardo Rico, ama de casa. Su padre fue periodista especializado en crítica taurina, bajo el nombre de Antonio Bellveser Don Gil, apodo que hacía referencia a `Don Gil de las calzas verdes´ de Tirso de Molina, y destacó en la materia, por lo que fue incluido en la enciclopedia taurina `Los toros. Tratado técnico e histórico´, conocida popularmente como `El Cossío´, por estar dirigida por el académico José María de Cossío, la cual suponía el tratado de mayor rigor y extensión sobre el mundo taurino compilado hasta la fecha.
Antonio Bellveser, voluntario en la División Azul, regresó de Rusia con una afección pulmonar que se agravó con el tiempo, por lo que por razones médicas los hijos mayores fueron separados y llevados a espacios saludables mientras durara su proceso de recuperación. Ricardo fue a Adzeneta de Albaida, pueblo de habla valenciana, donde pasó su primera y segunda infancia con sus tíos, un médico rural y su esposa. Hizo el acceso al bachillerato en Xàtiva y en Valencia el bachillerato en el Instituto Luis Vives.
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Bellveser se licenció en Periodismo por la Escuela Superior de Madrid con una tesis de licenciatura sobre la revista `Clima´ que obtuvo la máxima calificación. Después, se licenció en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Como último trayecto como estudiante universitario se licenció en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia con una tesis de licenciatura sobre `La Comedia Bribona del «pare» Mulet´ (1624-1675) que obtuvo la máxima calificación.
El hambre de conocimientos llevó a Bellveser a cursar estudios generales de Psicología, que no homologó, cuando estos estudios pasaron al primer grado, y por dos veces concluyó el tercer ciclo (doctorado) por la Universidad de Valencia y por la Universidad Politécnica de Valencia, sin lectura de tesis.
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Sus primeras actividades profesionales fueron vinculadas con el periodismo. Fue redactor del diario `Jornada´ hasta 1973, cuando ingresó en la redacción de `Las Provincias´, bajo la dirección de José Ombuena Antiñolo y la subdirectora María Consuelo Reyna, con quienes llegó a ser director y crítico literario de los suplementos literarios `Artes y Letras´, `El Dominical´ y `El Diván´, redactor jefe del periódico general y director de fin de semana.
Simultáneamente fue director de las revistas `Mundo Musical´ y `Récord´, esta última de información deportiva; director y presentador del programa de televisión `Encuentros´, que se emitía por Televisión Española (Aitana), y del mismo programa para Radio Nacional de España hasta 1983.
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Las tareas como periodista las combinó con la titularidad académica de profesor de Literatura Española en la Facultad de Filología, Traducción y Comunicación de la Universidad de Valencia —que entonces se denominaba de otra manera— y después como profesor titular de Historia de la Literatura y de Teoría de la Literatura en la Universidad Cardenal Herrera-CEU San Pablo de Valencia.
El poeta Vicente Andrés Estellés, quien era redactor jefe de `Las Provincias´ cuando Bellveser llegó al periódico con veintipocos años, dijo de él que era una «criatura de fabulosos repentes», una descripción bastante apropiada para describir su espontaneidad, y elogió su capacidad de trabajo; su habilidad para hacer y deshacer una misma cosa, si la situación lo requería; así como la determinación para decir la verdad en todo momento. Dadas todas estas cualidades, y algunas más, no transcurrió mucho tiempo para que Bellveser sucediese en el cargo al maestro burjasotense, de quien llegó a considerarse su secretario.
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Con el alma dividida entre el periodismo y la docencia, Bellveser siempre se consideró, por encima de todo, poeta. Novelista, ensayista, conferenciante, presentador de televisión, investigador: no existió un ámbito laboral o artístico que no practicase con la misma erudición y pasión. Por si fuera poco, también fue editor. Junto a Ricardo Arias y Pere Bessó fundó la editorial Lindes. Cuadernos de Poesía (1976-78), con la que se publicaron los poemarios de César Simón, Juan Gil-Albert, Miguel Romaguera, Arcadio López-Casanova o Alfonso Canales, ente otros: un proyecto a escala nacional.
Cuatrocientas setenta páginas llegó a ocupar la antología más celebrada de Ricardo Bellveser, `Un siglo de poesía en Valencia´ (Prometeo, 1975). Una cantidad estimable para un antólogo primerizo (27 años) que por encargo de Pedro J. de la Peña llevó a cabo un hito en cuanto a compendios de poetas valencianos que escriben en lengua castellana se refiere: todavía hoy, un libro de consulta y estudio. Su obra poética comenzó con `Cuerpo a cuerpo´ (Ediciones 23-27, 1977) y fue clausurada con `Estanterías vacías´ (Olé Libros, 2020). Quince poemarios florecieron durante esos 43 años. Hace tan solo un par de meses, Bellveser publicó su último libro de investigación: `Max Aub, Victoriano Crémer y Eugenio de Nora. Epistolario inédito (con pilón de Miguel Delibes)´ (Fundación Max Aub, 2021), un libro en el que invirtió tres años de trabajo.
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Máximo responsable del Aula Cultural del Ateneo Mercantil de Valencia hasta sus últimos días, fue nombrado académico electo de la Academia Valenciana de la Lengua. Académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos. Miembro de la Asociación Española de Críticos Literarios. Miembro habitual de los jurados de los Premios Nacionales de la Crítica (A Coruña, 1992; Valencia, 1993; Madrid, 1994; y Madrid, 1999…), además de jurado permanente de los Premios de la Crítica Literaria Andaluza, Críticos del Sur y jurado de los Premios de la Crítica Literaria de Castilla y León. Fue fundador de los Premios de la Crítica Literaria Valenciana que organiza la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios (CLAVE); además de miembro del jurado desde su primera fase y durante toda su segunda época como presidente: 1997 (Altea), 1996 (Játiva), 1997 (Peñíscola), 1998 (Benidorm), 1999 (Requena), 2000 (Castellón), 2001 (Alicante), 2002 (Segorbe), 2003 (Denia), 2004 (Valencia). En el año 2010 fue nombrado presidente de honor de los Premios de la Crítica Literaria Valenciana y jurado permanente.
Fue coordinador general de congresos internacionales, de los que destacan, entre otros: Any Alfons el Magnànim (2008), Any Ausiàs March (2009), Any Tirant lo Blanch (2010), Any Isabel de Villena (2011), Any Vicent Ferrer (2012), Any Roís de Corella (2013), con los cuales trató de recuperar la figura y obra de personalidades que resultaron claves a la hora de conformar la identidad valenciana.
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Quizás, la clave de la aportación de Bellveser a la poesía nacional reside en su participación en la creación de la conocida como Poesía de la Diferencia, movimiento social que denunció el monopolio de los practicantes de la Poesía de la Experiencia, así como en la fundación de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos (Críticos del Sur) y los Premios de la Crítica Literaria Andaluza —ambos vigentes hoy— junto a Antonio Hernández, Antonio Rodríguez Jiménez, Pedro J. de la Peña y Carlos Clementson.
Por todo ello, el pasado 30 de diciembre el Tanatorio Municipal de Valencia registró un lleno hasta la bandera. La misa para despedir al compilador y editor de la obra completa de Xavier Casp estuvo cooficiada por el poeta granadino y fraile dominico Antonio Praena. Aunque hubieron ausencias importantes, al último adiós asistieron destacadas personalidades, como Jaime Siles, Ana Noguera, Juan Luis Bedins, Àngel Calpe, María Teresa Espasa, Blas Muñoz, Vicente Bosch o Jaime B. Rosa. Miguel Muñoz Ibáñez, director de la Academia de Bellas Artes de San Carlos, participó en la lectura de fragmentos bíblicos. La familia de Bellveser agradeció en la voz de Carla, su hija, todo el cariño recibido, quien manifestó que su padre se fue con la espinita clavada de no haber sumado a su envidiable palmarés dos premios valencianos con solera y prestigio, como son los Rei Jaume I y 9 d'Octubre. Ningún representante de la Generalitat Valenciana acudió al sepelio.
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El novelista, poeta y desde mayo de 2015 vicepresidente 1º de ACE, Asociación Colegial de Escritores de España, Rafael Soler, recitó «Final anancástico», un poema de Ricardo Bellveser contenido en su libro `Primavera de la noche´ (Calambur, 2016) que no pudo haber sido mejor escogido. Dada la estrecha amistad que le unía al poeta fallecido, ese fue el momento más emotivo del acto. La voz de Soler desarmó a todos aquellos que contuvieron la emoción durante toda la ceremonia —al tiempo que a sí mismo— y las muestras de dolor no tardaron en hacerse visibles entre el público.
Con el fallecimiento de Ricardo Bellveser, Valencia pierde a uno de sus referentes culturales más importante de los últimos cuarenta años. Su bonhomía, oratoria, personalidad chispeante, certera pluma a la hora de informar, riguroso criterio a la hora de opinar y apabullante poder de comunicación, contribuyeron a transformar una ciudad como Valencia, rica en su propuesta cultural, pero tan desunida en lo social y humano, como desasistida en lo político. Su marcha, sin duda deja un enorme hueco que será difícil rellenar. A sus amigos y alumnos siempre nos quedará su recuerdo, su cariño y generosidad. A todos los demás, siempre les quedarán sus más de treinta libros de periodismo, investigación y literatura.
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