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Nacho, el joven pastor de Alfarp, con los animales. José Luis Bort
El ocaso de los pastores valencianos: quedan 300 en la Comunitat

El ocaso de los pastores valencianos: quedan 300 en la Comunitat

Hace dos décadas 1.500 personas se dedicaban a una de las profesiones más tradicionales

Martes, 25 de abril 2023, 00:02

El silencio de una mañana entre los campos del Marquesat, en la Ribera Alta, se rompe con el suave tintineo de cientos de cascabeles. Por un camino rural baja un colorido rebaño de ovejas y cabras guiadas por un perro y un burro. Entre ellas, aparece Nacho, un joven pastor que las guía hasta su granja como hace cada día del año tras el paseo matutino.

Él es uno de los poco más de 300 pastores que todavía siguen en activo en la Comunitat Valenciana. Y es que el sector de la ganadería no pasa por un buen momento. La subida de costes, la dureza del trabajo y la falta de relevo generacional están acabando con un trabajo tradicional y beneficioso para el medio ambiente por el papel que hacen los animales limpiando la maleza en montes y campos abandonados.

Entre finales de los años 90 y principios de siglo se calcula que había unos 1.500 pastores por todo el territorio valenciano. Prácticamente todos los pueblos tenían uno o varios pastores, dependiendo de su situación geográfica. Pero conforme muchos de ellos se fueron jubilando, los rebaños se perdieron. En Aras de los Olmos hace tan sólo unos años había 12.500 ovejas, ahora las únicas que quedan son las cerca de 800 que cuida Antonio Miguel.

«Ya no esperan ni a la edad de jubilación, hace una semanas un pastor de la zona con 50 años vendió los animales porque ya no aguantaba más», comenta este ovejero que ve como poco a poco este sector va mermando y se puede acercar la desaparición.

Las cabezas de ganado se reducen año tras año. José Luis Bort
Imagen principal - Las cabezas de ganado se reducen año tras año.
Imagen secundaria 1 - Las cabezas de ganado se reducen año tras año.
Imagen secundaria 2 - Las cabezas de ganado se reducen año tras año.

Los datos lo muestran, las cabezas de ganado se reducen año tras año porque no hay gente que se dedique a su cuidado. «Al año se puede abrir una nueva explotación pero a los cinco ya ha desaparecido porque no hay mano de obra y las condiciones son muy duras», reconoce José Luis Martínez, responsable de ovino de La Unió.

La falta de relevo generacional es una de las claves, no hay gente joven que quiera trabajar en la ganadería y la mayoría de pastores tienen más de 60 años. Con estos números, el futuro es muy negro. «En diez años no quedarán ovejas ni aquí ni a nivel de España, el sector desaparece», reconocen los ganaderos entrevistados por LAS PROVINCIAS.

Una de las pocas excepciones es la de Nacho Flores que con 22 años decidió adquirir su propia granja y ser pastor. Su amor por los animales y la cabrita que le regalaron cuando era niño hizo que desde siempre tuviera claro su futuro.

«Desde muy joven había trabajado en granjas porque es lo que me apasiona. Los días son muy duros y cuando es fiesta y ves a la gente paseando pienso que yo también podría estar por ahí pero realmente si no vengo con los animales lo echo de menos», explica este joven que ahora tiene 27 años y un rebaño de más de 600 animales entre ovejas y cabras en Alfarp.

A las siete de la mañana empieza su jornada laboral, todos los días, festivos y fines de semana. Lo primero es llevar a mamar a los corderitos, después coloca el pienso y la paja para que tengan comida por la noche. A mitad de la mañana sale varias horas con todo el rebaño para que pasten por los campos abandonados de los alrededores o por el río Magro. Y por la tarde, otras cuatro o cinco horas de pastar, ya sea por el monte, según la época del año, o por cualquier punto del término de Alfarp.

«Al monte ahora no voy porque tengo miedo de que haya un incendio. Quiero mucho a los animales para correr ese riesgo», apunta Nacho que cuida mucho de su rebaño y por eso ahora, en época de procesionaria, también evita las zonas forestales.

Este joven de Picassent reconoce que el trabajo es muy duro y que no tiene amigos de su edad ya que llevan una vida muy diferente a la suya que está dedicada por completo a la granja. Pero no se arrepiente de su elección. «Cuando algún día llueve o tengo que ir a hacer alguna cosa y no estoy aquí noto que me falta algo», reconoce Nacho.

Pese a su juventud y su ilusión, al igual que sus compañeros pastores más mayores, ve complicado la supervivencia de este sector. «No es verdad que porque haya menos pastores los que quedemos vivamos mejor, esto va desapareciendo. La carne la pagan muy barata y los costes se han duplicado», un problema que ha agravado todavía más la mala situación de la ganadería valenciana.

«Veo el futuro muy complicado pero como me gusta aguantaré hasta jubilarme», asegura este joven pastor que trata con mucho cariño a sus animales y se muestra orgulloso de conseguir que su rebaño no esté afectado por los parásitos.

Un monte hostil

A las difíciles características del trabajo que no son atractivas para nuevos emprendedores y la baja rentabilidad se suman otros problemas más recientes como la sequía, que provoca que no haya pasto para los animales. Los animales necesitan salir fuera de la granja pero la falta de lluvias provoca que no haya hierba para alimentarlas. Esto supone un sobrecoste para los ganaderos ya que el kilo de pienso ha doblado su precio desde la guerra de Ucrania.

Las administraciones promueven que los pastores lleven a sus rebaños al monte para que lo mantengan más limpio. Y es que una cabra u oveja come al día unos 5 kilos de vegetación, eso supone unas cuatro toneladas por todo un rebaño de 800 cabezas. «Eso sólo con la boca, además de toda la maleza que machacan al pasar y que se convierte en abono. Hacen una labor muy importante», explica Antonio Miguel Álvaro, un pastor experimentado.

Sin embargo, los pastores reconocen que cada vez es más complicado subir al monte pese a las ayudas. El abandono de las zonas forestales y el riesgo de incendio hace que prefieran buscar alternativas en campos abandonados que proliferan por la crisis de la agricultura.

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