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J. A. Marrahí
Viernes, 24 de febrero 2023, 01:09
'Este piso no admite animales'. Es la barrera que la mayoría de propietarios de viviendas de alquiler de la Comunitat imponen a inquilinos interesados o a las agencias que promocionan sus casas. Temen, a grandes rasgos, suciedad, daños o problemas vecinales relacionados con ladridos. Y ese filtro, legal dentro de los derechos de admisión, hace que los propietarios con mascotas vean convertida en una odisea su búsqueda de alquiler.
Le sucedió a Irene Cervera, de 21 años y auxiliar en un hospital veterinario de Bétera. Ella y su pareja tienen dos perros, un cruce de ratonero y otro mezcla de pitbull y boxer. Decidieron independizarse y buscaron piso de alquiler por Burjassot, Godella, Moncada y barrios de Valencia. «El espacio nos daba igual. La prioridad era que nos dejaran vivir con los perros», recuerda.
La búsqueda comenzó a finales del pasado diciembre. «El primer sitio que visitamos nos gustó mucho. Era perfecto, en Burjassot, cerca de nuestros trabajos, amplio y luminoso«. Pero surgieron problemas. «La inmobiliaria nos pidió tres pagos adelantados, el mes corriente, honorarios y una fianza. Al decirle que íbamos con mascotas supuso que la dueña pediría otro mes de fianza por las mascotas y así fue. Incluso nos ofrecimos a firmar una cláusula de reparación de daños, pero no nos daban opción. Al final nos negamos, pues nos parecía ya desorbitado y desproporcionado», detalla la joven.
Enero. Segundo intento. La pareja encontró en un portal de internet un piso donde se anunciaba que admitían mascotas. «Pero al interesarnos, la agente inmobiliaria matizó que sólo gatos porque el propietario temía que los perros ladraran mucho». E Irene reflexiona: «Los perros ladran como la gente chilla. No lo entendíamos y era desconcertante. Al menos haber concretado en el anuncio qué clase de animal admitía y no hubiéramos perdido el tiempo».
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El tercer chasco fue a finales del mismo mes. «En una inmobiliaria de atención presencial nos interesamos por un piso y la agente nos recomendó que no dijéramos a los dueños que teníamos mascotas, sólo si nos preguntaban. Nos negamos, pues nos pareció indignante. No tenemos por qué ocultar nada». Al cuarto intento dieron al fin con un piso cuyo propietario no puso pegas. «Entramos a vivir a principios de este mes. Ninguno de nuestros perros ha roto nada y jamás ladran a horas en las que pueden molestar», zanja.
En la Comunitat sólo un 5% de los propietarios de viviendas en alquiler aceptan expresamente a familias con animales de compañía, según datos de Fundación Affinity y el portal inmobiliario Fotocasa. En España la cifra es aún menor, un 4%, porcentaje que ha bajado ligeramente respecto al año pasado. La cifra aumenta cuando ambas partes, dueño y familia con mascotas, llegan a un acuerdo. Pero el casero tiene la última palabra, porque la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) otorga a los propietarios la potestad para aceptar o no animales en su propiedad.
Según Isabel Buil, directora de la Fundación Affinity, «el problema afecta a muchas personas ante contratos que incluyen la cláusula 'no se aceptan animales' por defecto, cuando convivir con uno no es sinónimo de problemas, simplemente hay que cumplir unas normas básicas»
Andrea Raga, de 30 años y residente en Bétera, es propietaria de Claus, India Aruba y Zacarías. Son cuatro perros adoptados de distintas razas. Antes del verano pasado comenzó a buscar piso de alquiler para su familia, entre ellos sus cuatro canes. «Miré multitud de anuncios y la mayoría, de entrada, no los aceptaban». Ante el gran impedimiento, se quedó sin muchas opciones que le gustaban en espacio, ubicación o precio de la vivienda.
Desesperada, «escribía para decirles a los dueños o las inmobiliarias que soy auxiliar de veterinaria, que tengo un bebé, que soy responsable y que necesitaba la casa con urgencia, pero no se apiadaban». Otros aceptaban mascotas, pero luego llegaban más filtros: «Sólo si era un animal pequeñito, lo de cuatro perros, nada». Así resume sus dificultades: «Hasta quince veces en menos de tres meses nos negaron pisos de alquiler por tener animales. Y sin molestarse en conocernos», lamenta Raga.
La clave, reflexiona, «es que no nos juzguen antes de tiempo. Mis perros son educados y formales». Al final, y empujados por la urgencia, en agosto encontraron una casa cuyo dueño aceptaba los animales. «Superaba nuestro presupuesto, pagábamos más de lo que nos podíamos permitir, pero fue la única opción». La familia ha necesitado seis meses más para dar con el hogar de alquiler que se ajusta a su poder adquisitivo y que admite cuatro perros.
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Tener mascota se ha generalizado en España. Según la Fundación Affinity, en casi la mitad de los hogares, un 44%, habitan animales. En este sentido, «las limitaciones para estas familias en el alquiler están comprometiendo una necesidad básica». Para María Matos, portavoz de Fotocasa, «una admisión mayor ayudaría al equilibrio del mercado del alquiler. Además, existen instrumentos como seguros o cláusulas en el contrato que aportan seguridad y garantías en caso de desperfectos».
Vicente Díez, portavoz del Colegio Oficial de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria (API), estima en casi un 75% el porcentaje de propietarios que, de entrada, rechazan a inquilinos con animales en Valencia. «Pero luego algunos dan su brazo a torcer y el porcentaje final de aceptados aumenta», explica. «Y también se da el caso de buscadores de alquiler que deciden no tener animales porque saben que es una barrera. O acomodan a sus mascotas con otros familiares para acceder al piso que desean».
Uno de esos propietarios reticentes y luego convencidos fue Juan Carlos, dueño de un piso en Quart de Poblet. Vanessa Vega es su inquilina, una sanitaria de 43 años. También su marido y el perro Karma, un podenco de 3 años y 33 kilos. «Por agencias, cuando decías que tenías animales, o bien los dueños se negaban o aumentaban a dos o tres mensualidades más las fianzas». No les pareció razonable y optaron por el acuerdo con un particular.
Así lo recuerda Vega: «Fuimos a ver su casa en mayo del año pasado. Comentamos el tema del perro y al principio estaba reticente. Le tuvimos que convencer y todo va como la seda. Le dije que íbamos a tener mucho cuidado con Karma y así ha sido. Ningún problema en casi tres años». Las personas, contrapone, «pueden llegar a ensuciar y dañar más. El que tiene un animal hoy en día es muy responsable».
Igual de complicado lo tuvo su hermana, Andrea, propietaria de dos perros. Buscó alquiler junto a su pareja y su hijo. «Lo intentó todo y cuando el candidato tiene más de un animal, los problemas aumentan. Se pasó tres meses buscando entre incontables rechazos de inmobiliarias o particulares por el temor a molestias o daños de los animales», describe Vega.
Para Amparo Requena, presidenta de la protectora Modepran, «esta es una realidad tan cierta como triste». Es abogada especializada en derecho de los animales y recuerda que el Código Civil y muchas sentencias de divorcios «ya avanzan hacia una concepción de los animales como parte de la familia». Pero la realidad «nos muestra todavía una falta de concienciación y empatía». Además, «parece no tenerse en cuenta que los contratos de alquiler ya contemplan fianzas ante posibles desperfectos y, muchas veces, hay niños o adultos que pueden dañar más que una mascota».
Requena recuerda el artículo 1905 del Código Civil: «El poseedor de un animal, o el que se sirve de él, es responsable de los perjuicios que causare, aunque se le escape o extravíe». Y añade otro factor: «Muchos dueños tienen seguro de sus animales o de hogar. Está garantizado cualquier daño, pero lo normal es que no se produzcan, porque los animales de familias suelen estar adiestrados y adaptados a la convivencia».
Y si el perro causa molestia, «pues que se denuncie y la justicia decida, como la pareja que grita, el que tiene la música alta o el niño que no para de correr por la casa», valora Requena. Es decir, «que cada caso concreto se resuelva como lo que es: un caso concreto».
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