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Las irregularidades que han acabado con la carrera política de Cristina Cifuentes y Carmen Montón, a la espera de lo que suceda con Pablo Casado, han vuelto a poner el foco en los estudios de máster, unos títulos que desde el principio han sido cuestionados por parte de la comunidad universitaria, sobre todo por su componente económico al tener tasas más elevadas por regla general, sin olvidar las sospechas sobre el peso que puede tener el corporativismo a la hora de crear títulos a petición de algunos docentes independientemente de su demanda potencial.
En la Comunitat, las universidades ofrecieron el curso pasado, el último cerrado, 407 másteres oficiales, un 47% más que en el 2011-2012 (276). Los datos se extraen de la estadística del ministerio, que sólo permite remontarse hasta el citado ejercicio. El mayor incremento se ha dado en los centros privados al pasar de 34 a 83 -también hay más universidades ahora que entonces- mientras que la públicas tenían 242 hace seis cursos y han llegado hasta 324 (+33,8%).
El aumento es importante, mucho más acusado que el que se produce en los grados, pero las fuentes universitarias consultadas lo vinculan con la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior (Eees), el llamado plan Bolonia que arrastró a los países del continente con el objetivo de homologar sus diferentes sistemas universitarios.
Esta convergencia acabó con las licenciaturas y diplomaturas, sustituidas por los grados de cuatro años, lo que fomentó la opción de completar los estudios con un máster que favorecía la especialización del egresado y su empleabilidad. Además, para desempeñar determinadas profesiones se convirtió en un requisito indispensable, de ahí los llamados másteres habilitantes, como sucede con el exigido para acceder la docencia en Secundaria. Y también hay que tener en cuenta que se fijó como requisito previo para alcanzar el doctorado. La promesa de especialización y la exigencia para poder hacer carrera laboral en unos casos o universitaria en otros explican el boom de estos estudios.
Para implantar un máster las universidades deben elaborar una memoria y un plan de estudios y ha de contar con el informe favorable de la Aneca, la agencia encargada de la verificación de los títulos conforme al Eees. Y la última palabra corresponde a la administración autonómica. Previamente se suele realizar un sondeo de la demanda potencial, y si no se cumplen las expectativas acaba desapareciendo en años sucesivos. Es más, tienen una variabilidad mucho mayor que los grados.
Además, en la Comunitat, desde el curso 2013-2014 está en vigor el acuerdo firmado por las cinco universidades públicas y la Generalitat que buscaba regular la oferta universitaria. En el caso de los postgrados consistió en exigir que las instituciones cumplieran una ratio de 1,5 másteres por cada grado implantado, una forma de contener el aumento registrado en años anteriores por la adaptación a Bolonia.
La información que maneja la conselleria confirma que las universidades se mantienen en los parámetros fijados, y de hecho, en base a los datos facilitados por las instituciones, el número de títulos, desde entonces hasta la actualidad, se ha mantenido en niveles muy similares. No porque deje de crearse oferta, sino porque sustituye a estudios con poca demanda que decaen.
A principios de año se publicó el Barómetro de Empleabilidad y Empleo Universitario, un estudio impulsado por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españoles, la cátedra Unesco de la Politécnica de Madrid y la Obra Social La Caixa. Basado en 6.738 encuestas a alumnos que se sacaron un máster en 2014, arrojaba luces y sombras.
En síntesis, pese a que el nivel de satisfacción fue elevado, no siempre sirvió para cumplir el objetivo de conseguir un trabajo o mejorar en una profesión. En cuanto a los motivos para cursarlo, el 53,7% de los encuestados respondieron que era ampliar su formación -el mismo argumento de Cifuentes y Montón-, mientras que un 35,1% destacó que quería mejorar su situación laboral. Un 27,3% dijo que lo necesitaba para acceder al doctorado y un 25,9% que quería ejercer una profesión determinada. Lógicamente se podía elegir más de una respuesta. Pese a las expectativas, casi la mitad de los encuestados -49,4%- consideró que no tuvo efectos concretos en su situación laboral, ya fuera aspirar a un empleo, mantenerlo o mejorar sus condiciones.
También se suele pensar que los másteres sirven a los centros para captar ingresos por sus altas tasas. Si bien es cierto que atraen matrículas extranjeras, especialmente de Latinoamérica, el aumento del alumnado no compensa la pérdida, en matrículas y económica, que supuso pasar de las licenciaturas de cinco años a los grados de cuatro.
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