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Este martes, día 6, se cumplió un año del incendio de Llutxent, el más grave registrado en la Comunitat desde los de Andilla y Cortes de Pallás en 2012. El fuego arrasó 2.952 hectáreas y obligó a evacuar a más de 2.500 personas. Se originó por un rayo latente caído durante una tormenta seca de la noche anterior y no se dio por extinguido hasta una semana más tarde (el día 13). Las llamas comenzaron en un paraje limítrofe entre los términos de Llutxent y Pinet y afectaron también a municipios como Gandia, Quatretondeta o Barx dejando tras sí un rastro de destrucción con millares de árboles quemados y viviendas arrasadas.
Pinet, un municipio rodeado por una gran masa forestal, se convirtió durante cuatro días en una población desierta. Los vecinos fueron enviados a centros habilitados en Llutxent o tuvieron que alojarse en casas de amigos y familiares. En Gandia, donde se quemaron más de mil hectáreas, las llamas afectaron a tres urbanizaciones de Marxuquera. Los residentes también se vieron obligados a abandonar sus viviendas por la proximidad de las llamas.
Doce meses después los afectados recuerdan con pavor el efecto de las llamas y lamentan la desidia de las administraciones pese a las promesas realizadas en medio de la tragedia.
Seguir el rastro de destrucción no es complicado. Los árboles quemados todavía no se han retirado y marcan la senda que siguió el fuego. Viviendas que hace un año estaban rodeados de masas verdes forman ahora parte de un paisaje desolador y muestran las huellas de las llamas. Es el caso de la casa de Salvador Tarrasó, presidente de la asociación de vecinos de la urbanización Montesol en Marxuquera. Ahora está apuntalada a la espera de cobrar las ayudas y el seguro para acometer las obras de refuerzo.
Su caso no es único. Más de un centenar de afectados se encuentran en una situación similar. El malestar de estos vecinos ya se dejó notar cuando aún no se habían extinguido las llamas. Los propios bomberos se sumaron a las quejas y criticaron la gestión de los servicios de extinción por la falta de efectivos y la mala organización del dispositivo.
Lola Martín, presidenta de la urbanización Montepino de Marxuquera, aseguró que parecía que los bomberos no supieran donde estaba el fuego. «Iban perdidos», indicó.
La denuncia ha derivado en una demanda presentada por una veintena de afectados en los tribunales que ahora investigan «para averiguar (...) la realidad de los hechos sucedidos por si fueran constitutivos de delito de incendio imprudente».
Una de los principales motivos de queja de los afectados es lo que califican como «el olvido de la administración». Dirigen sus quejas tanto al Ayuntamiento de Gandia como a la Generalitat y al Gobierno central. Martín destacó como muestra de esta actitud el que el consistorio gandiense prometió no cobrar el IBI a los afectados y no ha sido así. En la misma línea se pronuncia Salvador Tarrasó.
Además, los damnificados coinciden en lamentar el retraso de las ayudas y la complejidad de la documentación necesaria para optar a ellas. En este sentido, la Generalitat ha destinado 933.000 euros para paliar los daños forestales a repartir entre los cinco municipios afectados. Esta misma semana el Diari Oficial de la Generalitat (DOGV) publicaba una modificación presupuestaria para dotar la línea de ayudas.
El Consell también aprobó la concesión de casi dos millones, de los que 1,8 son para los afectados de Gandia, en ayudas directas, una aportación que tanto Tarrasó como Martín calificaron de «insuficientes». Explicaron que los afectados podrán acceder a una cantidad máxima de 15.000 euros por la destrucción total de la vivienda si es primera residencia. «Los daños son mucho más altos», resaltó Tarrasó, mientras que Lola Martín comentó que «no nos dan ni los buenos días». Además, lamentaron que a alguno de los afectados no les han dejado reconstruir su casa: «Dicen que no está permitido construir en la zona», apuntó Tarrasó.
Pero las ayudas no son la única preocupación. Lola Martín aludió a problemas de contaminación y medioambientales generados procedente de los árboles quemados que todavía no han sido retirados. «Están desprendiendo micropartículas y alguna persona está teniendo problemas de salud», afirmó la presidenta de la urbanización.
Además, criticó que la reforestación todavía no ha empezado en serio. «Había 27.000 árboles en la zona y hasta ahora únicamente han plantado once», denunció Martín quien añadió que no se está haciendo nada.
José Mahiques | Vecino de Pinet
José Mahiques fue testigo directo del inicio del incendio y también uno de los vecinos más afectados en Pinet. «Si los medios aéreos hubieran llegado antes, habríamos evitado que las llamas se expandieran», afirma, aunque reconoció que ese día hubo una decena de fuegos en toda la provincia que tuvieron muy ocupados a los servicios de extinción.
Mahiques fue uno de los primeros que advirtió a Emergencias de que se había iniciado un incendio en la Vall d'Albaida. Otro de ellos fue su hijo Miguel Ángel. Pasaban pocos minutos de las dos de la tarde cuando se dieron cuenta de que había fuego en las inmediaciones de Pinet y dieron parte al 112. Las llamas se propagaron con rapidez y, cuando llegaron los medios aéreos, ya estaba fuera de control.
«La noche antes hubo una tormenta con muchos rayos, pero no cayó una gota de agua. Le comenté a mi mujer que era un peligro, que podría provocar un incendio», asegura. Al día siguiente se cumplía su presagio.
Miguel Ángel Mahiques estuvo a punto de ver cómo las llamas acababan con su chalet. Sólo la faja que hizo delante de la vivienda impidió que el fuego saltara. «Entre mi padre y yo habíamos arrancado los matorrales y las llamas se pararon ahí», señala.
Toda la familia tuvo que ser evacuada ante el avance de las llamas. El pueblo estaba rodeado por todas partes por una densa masa forestal de la que ahora sólo quedan los troncos quemados y la situación revestía peligro. «Nos tuvimos que ir», explica. «Tenemos familia en Benigànim y allí estuvimos cuatro días», añade y resalta que salieron «con lágrimas en los ojos». «Pasamos miedo, había viento que cambiaba de dirección continuamente», indica.
Aunque José pudo entrar todos los días a la granja de su propiedad acompañado por la Guardia Civil. «Iba en un coche con un agente, les daba de comer a los animales y me volvía. No me dejaron pasar con mi furgoneta», recuerda.
Dentro de la tragedia tuvo algo de suerte, ya que en ese momento los animales que tenía en la granja eran polluelos de cuatro días. «Si llegan a ser mayores, yo no me muevo. Hubiera sido un desastre, hubieran muerto todos», afirma.
Eugenio Mahiques es otro de los vecinos de Pinet que tuvo que salir del pueblo con el alma en vilo llevando poco más que lo puesto. Estuvo esos días en un centro social en Llutxent habilitado para acoger a los evacuados.
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