Pese a que ya se avecina el domingo y la segunda vuelta electoral -a la española-, lo cierto es que a estas alturas todavía no se percibe excesiva tensión en el ambiente. Quizá sea porque nos dura la resaca del 28A, con las estrategias del PSOE en el Senado y el baile de sillas, que en la Comunitat se disputa por partida doble. La actual «contiendilla» política ni motiva, ni entusiasma. Ni en la calle, ni en las redes. El final de 'Juego de Tronos' parece haberlo eclipsado todo, aunque, como era previsible, haya desilusionado a tantos. El episodio de cierre no dista tanto del acontecer de esta campaña, pues el capítulo que precedía dejó por desarmadas tantas cosas que el desenlace ya era casi lo de menos. Rápido, sin hilo conductor y con notables vacíos argumentales. Casi como lo que hay tras el muro de las Generales, que ya nos revelaron el techo de Vox, otorgaron título legítimo a Sánchez, y dividieron las fuerzas del trono de la derecha, fundiéndolo todo en un amasijo de colores, y dejando al PP inmerso en un latente desembarco interno. Esta pugna se está convirtiendo en una especie de tragicomedia televisada, pero sin digna banda sonora. Y ya dudo mucho -y Puig lo percibió a tiempo- que consiga la movilización de abril, pese a que la abstención continúe siendo el peligroso lastre de la izquierda. Nuestros políticos siguen sin incidir en la importancia de las Europeas ante un escenario internacional en el que se expanden los populismos, se contraen las fronteras, amenaza la desaceleración y se autoexpulsan, a trompicones, los británicos. Pero, resulta innegable que nos están haciendo pasar un buen rato de vergüenza ajena, pues los asesores se han dispuesto al unísono sacar a sus candidatos a la palestra del completo ridículo. Los hemos visto eliminando grafitis entre aplausos, pero sin apenas resultados pictóricos, protagonizando videos sobre atascos que no existen y realizando declaraciones esperpénticas. Incluso algunos, como Carmena y Errejón, se han lanzado, innecesariamente, a besarse. Bailes, cantes, reguetón catalán y chotis. Casi como Eurovisión: mucho ruido, mucho coste -sin datos oficiales se estima que más de 400.000€ nos ha costado la visita a Tel Aviv-y pocas nueces. Pero, como sucede con la mítica serie, la mejor noticia es que, por fin, se acaba. De momento.
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