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Ahuyentando inversores

BELVEDERE ·

Pablo Salazar

Valencia

Jueves, 16 de julio 2020, 07:49

¿Con qué ánimo se va a lanzar un inversor extranjero o nacional a arriesgar su dinero en la ciudad de Valencia cuando su alcalde se acaba de cargar un plan urbanístico amparado por el Plan General y ha necesitado cinco años de mandato para darse cuenta de que no es lo que el barrio precisa? ¿Qué seguridad jurídica ofrece un ayuntamiento que es capaz de arriesgarse a un litigio que le puede costar muchos millones a la hacienda municipal por no haber tenido la cintura y la mano izquierda necesarias en estos casos para negociar con el promotor del proyecto y ofrecerle una alternativa razonable? ¿Qué empresa puede estar interesada en fijar su atención en la tercera capital española cuando sus dirigentes tratan al emprendedor privado como un bulto sospechoso que -¡vaya escándalo, menuda aberración!- intenta rentabilizar sus negocios? ¿Qué cara se les quedará a esos improbables empresarios de la construcción, del ocio, de la distribución o del sector que sea, cuando se enteren que la primera autoridad municipal se niega a cualquier rebaja fiscal a pesar de las dificultades económicas como consecuencia de la pandemia y encima el Gobierno regional apunta como una de las medidas para salir de la crisis una subida de impuestos y la creación de otros nuevos? ¿Por qué se habla con tanta ligereza del fomento del «emprendedurismo» cuando la realidad es que tanto los gobernantes municipales como los autonómicos sólo tienen ojos para «lo público»? ¿Y cómo es posible que Ribó y Compromís hayan tardado cinco años en darse cuenta de que el PAI de Benimaclet responde a un modelo de ciudad expansionista caducado y que lo que hay que hacer antes de crecer es 'rellenar' los huecos de la ciudad consolidada y apostar por la rehabilitación de viviendas? Demasiadas preguntas que no van a obtener respuesta. En unos años hemos pasado de una alcaldesa que compraba con entusiasmo cualquier propuesta que le llegara de fuera por extravagante e irrealizable que fuera a un alcalde atrincherado (unas horitas por la mañana y no todos los días) en su despacho del ayuntamiento que ve como si fuera un enemigo a todo el que apuesta por Valencia como foco de inversión, se llame Metrovacesa o MSC. Y así, sin inversores privados que pongan en marcha proyectos que crean empleo y generan riqueza, es muy difícil que una ciudad prospere, se renueve, retenga y atraiga talento y se convierta en un lugar potencialmente interesante para desplazarse como visitante o residente. A no ser, claro que el modelo sea el contrario, la Valencia decadente y cerrada sobre sí misma tan del gusto del nacionalismo de campanario.

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