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Comentaba un fotógrafo de prensa que la principal diferencia entre un partido de fútbol de primera división y otro de segunda es la altura de los pases. Según su experiencia, en los buenos equipos de primera se suele hacer circular la pelota a baja altura, casi a ras de suelo. Por el contrario, cuando menor es el nivel de los combinados, los chutes en parábola son más habituales, dificultando las buenas fotos, ya que no es igual la imagen de dos jugadores regateando, que un montón de tíos en pantalón corto corriendo y mirando hacia arriba para ver dónde cae la bola.
En las últimas fechas estamos viendo lo mismo en la política valenciana, cuando se tratan temas que van más allá de las fronteras locales. Por mucho que se diga aquí sobre la financiación autonómica, el FLA, la defensa del cava o cualquier tema que signifique barrer más para la Comunitat que para otras autonomías, esos tiros altos de portería a portería entre Consell y oposición en Les Corts pueden tener su foto, pero no será «la foto».
Al final, la buena, la que luce, la que queda para portada, se da desde donde realmente se manda. Los jugadores que de verdad compiten por la liga son los que dan el pase maestro, la driblada fina que define y permite inclinar la balanza... y no necesariamente son los que están aquí.
Por mucho que en los escenarios salga el líder de la formación a escala local asegurando que los suyos en Madrid harán esto y aquello o evitarán lo de más allá (jurando que los partidos rivales se esforzarán en meter palos en las ruedas que perjudiquen a los intereses de los valencianos), lo cierto es que llega el primer espada, abre la boca y les da una voltereta de las de acabar en la enfermería. Peor lo tienen aquellos que ni juegan a ese nivel, como Compromís, que pueden hacer ruido, pero se encuentran frente a la debilidad de disponer de un 'one man army' en la capital y, salvo en circunstancias específicas y por necesidades concretas de los grandes, hablar en hemiciclos casi vacíos de señorías.
Sin ir más lejos, llevamos escuchando a Ximo Puig reiterar el compromiso de su partido «por una financiación justa», por un reparto más equitativo de los fondos del Estado entre los territorios que permitan disponer de los adecuados al volumen de población, insistir en que era cuestión de poco tiempo que eso se consume... y aparece esta semana Pedro Sánchez en Valencia y suelta que por supuesto, que claro, que de maravilla, aunque, eso sí, dentro de cuatro años.
Con amigos como esos quién quiere enemigos, se comenta desde foros económicos, mientras se lamenta que aquello de 'el poder valenciano' es ahora más bien una aspiración frente a un país que se debate entre Cataluña y la desaceleración económica y donde las cosas de por aquí no están en la agenda.
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