Te confesaré que no hay negocio que no pueda hacer hoy que no deje para mañana». Larra escribía sobre la España del XIX y, dos siglos después, la idiosincrasia de esa España aún se reconoce en sus artículos. Nadie ha explicado la burocracia mejor que ... él. Es curioso consultar las definiciones de la Real Academia Española sobre este término. Tanto se ha desvirtuado que, en su diccionario, su primera acepción está en las antípodas de la cuarta. De lo que debería ser, es decir, una «organización regulada por normas que establecen un orden racional para distribuir y gestionar los asuntos que le son propios», a lo que es: una «administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas». Esto último narraba Larra en aquellas peripecias de un señor francés que vino a nuestro país para averiguar su árbol genealógico e invertir pero que en seis meses no pudo hacer otra cosa que «volver siempre mañana» y que «a la vuelta de tanto 'mañana', eternamente futuro, lo mejor, o más bien lo único que había podido hacer bueno, había sido marcharse». Lo peor es que esa hipertrofia administrativa del decimonónico se replica hoy.
Publicidad
«La burocracia se nos come». Lo dijo bien claro el presidente de Mercadona, Juan Roig, en la presentación de resultados. Un gran problema, señaló, que se repite gobierne quien gobierne. Que se lo digan también a los sanitarios de la atención primaria y hospitalaria que colapsó en plena sexta ola de coronavirus. O a las gestorías que han lidiado con los ERTE. Trabajadores que no cobraban, que se reincorporaban y sólo percibían retribución de ERTE o incluso empleados que, una vez fuera del ERTE, recibían el ingreso de su salario más una prestación por ese ERTE que, obviamente, después tenían que preocuparse de devolver al erario para no ser sancionados. Un compendio de vericuetos que se produce, acostumbran a decir 'los que mandan', por errores técnicos del sistema. Y así pasa pues que «la burocracia se come a la emergencia». De eso se queja la plataforma de afectados por el volcán de Cumbre Vieja seis meses después de la erupción y tres desde que dejó de emitir lava. No les llegan las ayudas prometidas para el alquiler y hay centenares de vecinos que, sin solución habitacional, permanecen en hoteles o casas de familiares o amigos.
Las trabas administrativas también pueden ser un lastre para la solidaridad. «No confundir la buena gestión con la buena intención». Es la advertencia del defensor del pueblo a todas las instituciones ante las señales de descoordinación en la acogida de los refugiados ucranianos que huyen de la guerra. Sería otro lamentable fracaso que la burocracia también se comiera esta emergencia.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.