Urgente Óscar Puente anuncia un AVE regional que unirá toda la Comunitat en 2027

Es el momento de quitarse la venda. De abrir ventanas. De dejar que entre la luz. Nuestra luz. Tiempo, en mitad de tanta demoscopia, de parar en seco. La hora, en medio de esa espiral acelerada en la que sólo parecen importar los datos y ... los escaños, de tomar un respiro y observarnos. Un instante para separarnos del ruido ideológico e intentar mimarnos como ciudadanos, creernos como valencianos y comprendernos como parte de una misma tierra y una misma realidad. Es el momento de asomarnos a ese extraordinario calidoscopio que es nuestra Comunitat y preguntarnos: dónde estamos como región, a dónde queremos ir y qué queremos ser en el futuro. Y de reflexionar sobre cuántos complejos estamos dispuestos a desterrar para, con una mirada netamente arraigada a nuestra identidad valencianista y a la vez universalista, darnos cuenta que esta tierra tiene todo el porvenir que quiera. Porque sólo así, con optimismo en vena, se puede alcanzar ese mañana próspero al que aspiramos: respetándose, dialogando, integrando, sumando. Discrepando, pero para enriquecer; disintiendo, pero para mejorar; debatiendo para comprender. Crecer, en definitiva, desde la más absoluta diversidad; esa que hace que esta autonomía sea especial. Tierra de acogida y de esfuerzos. Del campo y de la mar. De la industria del hierro y del telar. Del cuero, del juguete, de la cerámica, del sol... Tierra trabajadora hasta la médula, creativa sin límites, de raíz integradora y llena de pinceladas, cinceles y letras que trazan con arte un inmenso puzzle de miradas.

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¿Todo esto es utópico? No tiene porqué ¿Poético? Puede. Busca serlo, de hecho. Para, con la palabra sentida, enfrentarse a la virtualidad política que amordaza nuestros días. Para, desde la emoción, descubrir las múltiples versiones que existen de nosotros mismos. Y para, en especial, frenar en seco la vorágine diaria -también en LAS PROVINCIAS- y dedicar tiempo, titulares y reflexiones a esos otros protagonistas de la realidad valenciana. Esas otras miradas a pie de calle, como la de Marisa, que vende pescado en su puesto del mercado desde hace lustros; la de Javi-el del 'Caspi'-, que dejó su bar y se metió a taxista para tener mejor vida; la de la abuela Carmen, que pasa el día observando desde una ventana cómo el tiempo se le congeló y un desconocido le hundió en la desmemoria. «¿Quién eres?», pregunta a su hija. Y sonríe.

Es la hora de creer en nosotros, ignorar a quien divide y reforzar el espíritu universalista y abierto de esta tierra

La mirada de Paz, que tuvo que marchar a Australia para dar sentido a su futuro y acabó construyendo una nueva familia a miles de kilómetros de los suyos. La de los bomberos que se jugaron la vida este verano luchando contra el fuego; la de la pequeña que vio con estupor cómo su padre apuñalaba a su madre; la de Miguel, juez de guardia que no se acostumbra al horror; la de una florista del cementerio general que cada mañana, a eso de las ocho, coloca en sus jarrones rosas que acabarán perfumando lápidas. La mirada real de quien investiga, quizá en la penuria, sobre el envejecimiento en el Instituto de Biomedicina; la de Teresa, alcaldesa de Bugarra, diciéndole a José Manuel, alcalde de Gandia, que ella y su pueblo de 800 habitantes viven del campo; la de un chef llamado Camarena-que impregnó de prestigio nuestra huerta-, cuando está cara a cara con una estudiante de hostelería que sueña. ¡Noraya sueña! Como sueña Pau, que se hizo librero en tiempos de crisis; o el joven pilotari que venda sus manos quebradas, o el maratoniano que acaricia la meta. Miradas calidoscópicas pero complementarias: del religioso y del descreído; del empresario y del empleado; del taurino y del que no. La del donante, que contempla su sangre correr por una vía con la esperanza de que salve vidas; la de Kurvaek, que huyó de Rusia a Valencia porque no quería ser cómplice de la guerra de Putin-ni matar, ni que le maten-; la de Ana Lluch, ante una paciente a la que ayudó a ganar al cáncer, y la de esa paciente, Natacha, que ahora es feliz embarazada. Visiones intensas como la de un collage de Carmen Calvo, de una menina de Valdés, del Parotet que forjó Miquel Navarro, de un dibujo de Ana Juan. Visiones berlanguianas, que tanto nos retratan, y llenas de emoción porque las firma Brines: «¿Pero cómo saber, sin la mirada, / la hermosura del bosque, la grandeza del mar?». Miradas, sin más, como la de quien levanta la persiana del kiosco para vender un periódico que exclama: «Es la hora de creer en nosotros». De valorarnos, de ignorar a quien divide y de reforzar el espíritu abierto de una tierra que mira en plural.

És diumenge, 9 d'Octubre. Bon dia, valencianes i valencians.

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