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El combo de Francis Puig

EL FRANCOTIRADOR ·

Héctor Esteban

Valencia

Viernes, 12 de febrero 2021, 07:24

La Venta La Serafina está en el kilómetro 28 de la N-232 en el término de Sant Mateu. Este bar de carretera era el punto de encuentro de Francis Puig y Juan Adell Bover para iniciar la ruta de conselleria en conselleria a la caza de subvenciones. Al menos, así lo cuenta Inés Aular, exmujer de Enrique Adell y denunciante de la trama de las productoras. Inés Aular nació en Valencia, pero en la de Venezuela. Un matiz importante para ser considerada la «loca sudamericana» que quiere hacer la vida imposible al hermano del presidente del Consell y sus amigos. En este país, hasta los de la izquierda traicionan sus principios para despreciar y quitarle hierro a los delirios de «la venezolana». Inés Aular lo ha perdido todo por mantenerse viva en esta cruzada. Durante las últimas semanas, se ha intentado desvincular a Ximo Puig de las torpezas de Francis -ayer Mónica Oltra, que no da puntada sin hilo, dijo que los hermanos no se eligen, marcando al mismo tiempo un cordón sanitario alrededor del presidente pero poniendo sobre la mesa que en el cártel de las productoras hay algo que huele a podrido- e incluso se ha intentado blanquear los chanchullos de las productoras porque la presunta corrupción, cuando es de los nuestros, parece que es menos. Nunca hay que olvidar que los hilillos de plastelina del Prestige -Rajoy dixit- se convirtieron en chapapote. La indiscutible realidad es que Francis Puig y los hermanos Adell Bover han sido sancionados por Competencia de la Generalitat con más de 40.000 euros por tramposos. Manipularon los precios de un concurso de À Punt para ganar tres lotes al abrigo de la «impunidad», como dice Inés Aular, a la que nadie le tiene que contar lo que ha escuchado en la intimidad. La locura de la venezolana, ese mantra que repiten algunos para tratar de tapar la verdad, se fundamenta en la sanción de Competencia y en el proceso judicial abierto, con varias imputados como si fuera una ristra de longanizas, para averiguar si los miles de euros en subvenciones para el fomento del valenciano se han destinado al fin para el que fueron concedidos. Lo que hace unos meses no iba a ser nada, porque aquí todos los correividiles jugaron a pitonisos para ver si la prensa bajaba un par de marchas, lo cifró el director de la Agencia Valenciana Antifraude, Joan Llinares, en 530.000 euros de nada en la tribuna de Les Corts. Mucho dinero en ayudas de complicada justificación. Me creo que Ximo Puig no supiera mucho de los tejemanejes de su hermano pero me preocupa que el presidente del Consell no esté atento a los pactos de precios de su familia para meterse en el bolsillo miles de euros de un concurso público. El apellido del máximo dirigente de la Comunitat Valenciana debe relucir como una patena. Al final parece que Inés Aular sabe más de los que muchos piensan y que nadie pierda esa pista de que Francis Puig era el cerebro de toda esta operación.

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