Cuando declina el día acude a él en busca de su beso de buenas noches. Espejito, espejito, quién es el mejor alcalde del reino, le pregunta narcisista. No me pongas en este aprieto, obtiene por respuesta, sabes que se me da mal mentir. Lejos de ... amohinarse, el jerarca encara una negociación. Venga, sé ecuánime y te untaré de Cristasol: dime si esta no es ahora una ciudad más amable. Mira tú mismo, recita insobornable el oráculo mientras su superficie proyecta imágenes de atascos. Bobadas, concédeme al menos la paternidad de una Valencia verde. Lo será cuando rellenes los alcorques, le suelta. Pues qué tal la de una Valencia para peatones. Sí, siempre que no los arrolle algún ciclista o patinete. Las andanadas convierten el diálogo en metralla. Al menos yo no me hipoteco con grandes eventos. En efecto, ahora son pequeños y has cambiado la Fórmula 1 y la Copa América por los Gay Games y la capitalidad del diseño. Ahí te quería llevar, apunta victorioso, en contra de la opulencia yo apoyo la diversidad y el buen gusto. No se arredra el espejo: respecto a lo segundo, si quieres hablamos del zoco de la plaza del Ayuntamiento, y sobre tu talante plural, consulta a Lo Rat Penat o al arzobispo y te llevarás otra sorpresa. ¿Cómo dices? Eso sí que no lo tolero, no ha habido otro tan aperturista, y lo demuestran mis presupuestos participativos, donde... Donde no participa ni Blas, le interrumpe la voz, tres vecinos de cada cien, ahí lo dejo. El pescozón no surte efecto, se siente él fuerte en este terreno: ya que hablas de cuentas, no irás a cuestionar que las mías son expansivas. La respuesta le llega a quemarropa. Será por la onda que generan los incumplimientos, si quieres repasamos la ejecución de las inversiones. ¡Demagogia!, brama, atravesamos tiempos difíciles. Impertérrito, acude su censor al turno de réplica: también el comercio aislado entre obras, y los turistas a los que quieres cobrar por pisar tu suelo, y el pueblo cocido a impuestos, y el puerto que encajonarías, y los barrios que no proteges... ¡Más demagogia!, insiste alterado, sólo crecen los delitos de poca monta. Deja que opinen Malvarrosa y Orriols, que a ti te falta información porque la Policía no responde a muchas llamadas ante la carestía de agentes; y de paso que Benimaclet te hable del botellón y la suciedad. ¿Acaso también vas a insinuar de mí que gobierno la ciudad más mugrienta?, musita resquemado. No, esa es la alcaldesa de Barcelona, tu otro espejo, responde el cristal con inequívoco despecho. Clarines de retirada. Sabes que todo es culpa del PP, que el camarada Stalin no mandaba a sus hijos a la revolución con tirachinas. Piadosa, decide callar esta vez la voz. Ya ha habido bastante por hoy. Quien no quiera transparencia, que no pregunte a un espejo.
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