El debate de la costa
Marcador dardo ·
MIQUEL NADAL
Viernes, 31 de enero 2020, 08:52
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Marcador dardo ·
MIQUEL NADAL
Viernes, 31 de enero 2020, 08:52
Puede que para enfrentarse al tema de la costa y del litoral haga falta más serenidad, reducir los posados de políticos de visita en las zonas afectadas, como si las palmaditas en la espalda y el rostro de preocupación sirvieran para algo, e introducir un poco de perspectiva histórica, viejos y no caducados conocimientos de geografía humana. Cualquiera que conozca un mínimo sabe que en el Mediterráneo, y por ceñirlo a lo nuestro, en el litoral valenciano, plana aluvial, es tierra de humedales, marjales, palmares y palmeretes, basses y bassetes. De norte a sur, de forma invariable, pueblos y ciudades están asentados a distancia del mar, porque el espacio entre el abrigo interior y la costa fue de habitabilidad compleja, y escaso rendimiento económico. El litoral era también fuente de peligros en forma de invasiones, y los escasos núcleos de población junto al mar vinculados a la pesca y al comercio. Cuando nació el concepto de la vacación, como mucho, el litoral fue espacio de temporada, en el verano, y las tormentas de septiembre indicaban con claridad cuándo había que desmantelar aquella estancia provisional. La memoria humana es frágil. Llegó el turismo, y aprecio por la contemplación en calma del mar desde la primera línea, y las cañas y las maderas, y los espacios para guardar barcas, y productos para el comercio, se transformaron en cimientos, calles para llegar, y hasta paseos marítimos que eran el peaje democrático para que los de la primera línea no disfrutaran en exclusiva de su privilegio. Hasta hay quien piensa que el hecho de tener escritura y pagar la contribución es un seguro frente a la inclemencia. Pero quien ha navegado, y sabe de la costa, conoce que el Mediterráneo y no solo en otoño e invierno es un mar con pocas bromas, y frente a ello debemos actuar con inteligencia, serenidad, sin apelaciones interesadas al cambio climático. Sin penalizar los derechos de los afectados, ni promoviendo una reescritura de la dinámica litoral del último siglo. Este tema, como tantos otros, es una cuestión en la que todos tenemos razón, y todos también estamos equivocados. Hace falta proteger y restaurar con inteligencia. También iniciar una reflexión sobre el tipo de hábitat que queremos en nuestra costa, no solo sobre el de las casas singulares sino sobre el de los apartamentos. Es incorrecto políticamente, pero era más sostenible y resistente la playa de les Marines cuando había apenas una decena de casas de temporada, que con decenas de promociones perpendiculares al alcance de todos. No hacer nada no resolverá nada. Sacar a pasear la amenaza de la demolición tampoco. Es una medida interesada. Con temporales o sin ellos, los que la apadrinan la sustentarían de igual modo. Y es probable que como con la Albufera, desde el periódico LAS PROVINCIAS, toque preguntarse con rigor y criterio, con expertos y desde todas las perspectivas, acerca del futuro del litoral y nuestra costa.
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