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Un breve paseo por el tramo más antiguo de la Alameda, entre el puente del Real y el de Aragón, sirve para constatar lo evidente, que el histórico bulevar sufre un deterioro acelerado, que ha perdido arbolado, que es poco transitado por los peatones, que afortunadamente las terrazas de los restaurantes le dan algo de vida y que sin duda necesita una reforma de su trazado que le devuelva algo de su pasado esplendor. La Alameda no puede ser un gran aparcamiento al aire libre, con el añadido del peligro que representa estacionar el coche en el centro de la calzada. Pero el anuncio del Ayuntamiento de Valencia del inicio de un proyecto de remodelación 'avalado' por los votos de algo más de doscientos vecinos en un patético ejercicio de presunta democracia participativa no es más que la penúltima ocurrencia de agitación y propaganda a la que ya nos tiene acostumbrados el tripartito. En primer lugar porque no están claros los objetivos, no se sabe qué se persigue, más allá del clásico recurso a un nuevo carril bici. No existe -esto es lo peor de todo- un plan global de tráfico y aparcamientos que dote de sentido cada una de las actuaciones que se acometen. Ocurre igual que en el centro histórico, se funcione a golpe de improvisación, ahora unos maceteros por aquí, ahora una peatonalización por allá. La Alameda forma parte de las marginales del viejo cauce del Turia y como tal es un eje importante para la circulación rodada. Otra cosa es el aparcamiento, que al menos en la parte central de la calzada podría y debería suprimirse. Ahora bien, ¿qué se pretende hacer, con qué dinero se cuenta, que ideas de diseño se manejan? Nada de todo esto está claro o, mejor dicho, sí lo está: no hay nada de todo ello, el dinero anunciado no da ni para redactar el proyecto, no se cuenta con estudios ni bocetos, no se sabe siquiera qué objetivo se persigue. Tampoco se ha pensado el efecto que tendría una posible reforma del paseo en los habituales eventos que se celebran en el mismo, desde múltiples competiciones deportivas a la popular Batalla de Flores, por lo que las concejalías de Deportes y de Cultura Festiva tendrían algo que decir al respecto. Pero en el fondo da igual porque a lo que de verdad se aspira no es a hacer sino a aparentar que se hace, a dar sensación de una gran actividad transformadora de la ciudad que, en realidad (no hay más que pisar las calles) no existe. Se anuncia un proyecto de remodelación del histórico paseo de la Alameda que no es tal, para el que no hay apenas presupuesto y del que no se tienen ni las ideas básicas de lo que se pretende hacer. Y mientras tanto -esto sí que es la Valencia real- el paseo languidece con una vegetación mortecina y descuidada, invadido por los coches, con pocos peatones, con una decadencia acelerada.
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