Benidorm está lleno de españoles y eso deberían advertirlo al entrar. Si no, pasa que una señora inglesa de 81 años llamada Freda Jackson, residente en Blackburn, termina llamando al periódico local, el Lancashire Telegraph, para contar entre lágrimas que «fue un desastre de principio a fin. ¡Arruinaron mis vacaciones!».
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Resulta que la señora se había pillado con una amiga de 61 tacos un 'Todo incluido' con el touroperador Thomas Cook con el que vuelo, desplazamientos y pensión completa les salía por 1.133 libras (unos 1.270 euros). Teniendo en cuenta que la mitad correspondía al vuelo y la estancia parece que fue de una semana, el precio queda por persona y día a 43 euros a desayuno, comida, cena, piscina y hotel. Una cosa bastante económica para un destino de sol y playa como Benidorm en temporada alta.
Bueno, el tema es que la mujer no paró de quejarse desde que puso un pie en el establecimiento. Que si no era primera línea, que si para ir a la piscina había que bajar 42 escalones (los contó y los incluyó en su queja) y, para colmo de desgracias «un joven español casi» le «tiró al suelo y se marchó sin disculparse». Esto último no dudo que fuera cierto, ya que en su país es costumbre abrirse paso en el metro ensartando con el pico del paraguas al que está a tu lado mientras espetas un «excuse me».
«¿Por qué los españoles no se van de vacaciones a otro lado?», clamaba la señora al redactor de la pieza que ha corrido como la pólvora y han reproducido diversos tabloides británicos y la prensa española, no sin choteo tanto allí como aquí.
Sin embargo, lo que se advierte desde la patronal hotelera valenciana Hosbec y desde la propia prensa inglesa es la constante búsqueda de indemnizaciones de los británicos, que alcanza su cima con las vacaciones de verano: falsas denuncias de intoxicaciones alimentarias y diversas pirulas que buscan la devolución íntegra de los gastos del viaje, algo que consiguen porque el hotelero español no puede asumir el gasto de un proceso judicial en Reino Unido o porque los touroperadores no quieren ruido que pueda perjudicar sus intereses.
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La memorable Doña Croqueta y Juanito Navarro no habrían imaginado semejante trapisonda en sus apariciones como guiri y paisano en el 'Un, dos, tres'.
En todo caso, la mujer le ha levantado a la compañía con la que contrató su estancia 630 euros por las molestias (fruto de un cambio de vuelos imprevisto y no por la españolidad de Benidorm) y es una pena, porque nos podría haber instruido sobre su parecer a cerca de ese 'know how' turístico anglosajón, ese que incluye el consumo de ingentes cantidades alcohol a gañote o impregnando tampones con tequila (algo habitual en Magaluf), defecar desde el balcón o tatuar el propio nombre en la frente de un mendigo. Vamos, la flema inglesa.
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