Es difícil dejar de lado el victimismo, como pedía la ministra Sánchez a los empresarios, cuando las obras del corredor siguen en marcha casi una década después de planificarse
ISABEL DOMINGO
Sábado, 19 de noviembre 2022, 00:12
Viaje. Ninguna campaña de publicidad impulsada por los empresarios de AVE para denunciar los retrasos en el corredor mediterráneo ha sido tan efectiva como el viaje en tren de este jueves a Barcelona. Ni el coleccionable por fascículos, ni el show de monólogos, ni ... el corto 'Sí, quiero (corredor)'. Si se llega a planificar, no hubiera salido: el tren llegó a la ciudad condal con diez minutos de retraso, salió hacia Valencia con otros diez y se detuvo en la estación Joaquín Sorolla con quince sobre la hora prevista. Todo ello aderezado con varios parones en mitad de trayecto y una ida en un convoy sin enchufes en los asientos. Sí, asunto menor, pero que cobra importancia cuando es un desplazamiento de horas por motivos de trabajo. Pregunten, si no, a los sufridos viajeros que compartían coche con los medios de comunicación y que se decidieron a entrar en la conversación para explicar que llevan diez años sufriendo las deficiencias del Valencia-Barcelona, recorrido que hacen dos veces por semana porque trabajan en la segunda y residen en la primera. El 'Eurolent' que dijo hace unos años Vicente Boluda en otro viaje a Tarragona.
Demora. Ese retraso fue lo primero que mencionó el empresario Juan Roig cuando el jueves se vio rodeado de micrófonos: «Hoy hemos hecho el Valencia-Barcelona en 3 horas y 10 minutos, mientras que el Valencia Madrid cuesta una hora y media y un Valencia-Alicante ni nos lo planteamos, es infinito». Luego llegó la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, y dijo aquello de abandonar la política del victimismo porque el avance desde 2018 es «indiscutible» en respuesta a las quejas empresariales hacia el retraso que acumula la infraestructura, que fue declarada prioritario por Europa en 2011 y que en 2013 quedó definida. Una década después las obras siguen en marcha, incluida aquella actuación provisional del tercer carril que debía estar operativa en Valencia y Castellón en 2015 y en Alicante en 2016. El AVE regional también se esperaba para 2015. Y así se encadenan una retahíla de fechas sin cumplir.
Tiempos. Si a esas promesas incumplidas, en los que una puede aceptar complejidades técnicas, revisiones de proyectos, etc., se suma un vistazo a los tiempos de viaje, entenderá la ministra el hartazgo (y escepticismo) empresarial y social. Es incomprensible que Valencia y Alicante sigan unidas en tren en 1 hora y 50 minutos pese a tener muchos menos kilómetros de distancia que el Valencia-Madrid, que se hace en el mismo tiempo. O que las tres horas del Valencia-Barcelona sean similares a las que se emplea en cubrir la distancia entre Madrid y Barcelona en AVE a pesar de tener el doble de kilómetros (659) que la conexión Valencia-Barcelona (350) que, por cierto, tiene el mismo tiempo (incluso más si hay retrasos) que hace 25 años. Y esto también es indiscutible.
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