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Enfundado en un peculiar traje de chaqueta y haciendo uso de una corbata que en él es una prenda muy poco habitual, el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, aprovechó el viaje a Bolivia con el fin de asistir a la toma de posesión del nuevo presidente, Luis Arce, para impulsar un manifiesto que señala al «golpismo de extrema derecha» como el mayor peligro para la democracia y la paz social. Un documento que cuenta con el aval del expresidente Rodríguez Zapatero, el pionero de la política de confrontación, del señalamiento del contrario ideológico no como un rival sino como un enemigo al que excluir, y de reabrir las heridas de la guerra civil con una «memoria histórica» que Sánchez&Iglesias han transformado en «memoria democrática». Entre los firmantes figuran algunos de los principales referentes de la izquierda radical y populista, como los expresidentes Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador), Dilma Rousseff (Brasil) y Alexis Tsipras (Grecia) o el líder de 'Francia Insumisa', Jean Luc Melenchon. El manifiesto, qué duda cabe, es de un sectarismo que tira de espaldas, únicamente considera un peligro para la democracia el golpismo de la ultraderecha, no así el de la ultraizquierda, lo cual lo invalida de raíz. Máxime cuando lo apadrina desde un continente, el americano, que aún hoy soporta una dictadura comunista (Cuba) y regímenes que se sostienen en el poder gracias a la opresión y el control de la sociedad que ejercen la policía y el ejército (Venezuela y Nicaragua). Pero para demostrar cómo Iglesias ha logrado imponer su agenda rupturista en el Gobierno fijémonos en esta parte del texto, cuando se especifica cómo actúa el enemigo de la democracia: «Una ultraderecha que se expande a nivel global, que propaga la mentira y la difamación sistemática de los adversarios como instrumentos políticos, apelando a la persecución y la violencia política en distintos países». La ultraderecha, dicen Iglesias y sus amigos, es quien propaga «la mentira y la difamación sistemática de los adversarios». De lo que se deduce, ya lo habrán adivinado, que hace falta un organismo -por supuesto gubernamental- que controle las informaciones y que determine qué es verdad y qué es mentira, no sabemos con qué criterios. Aunque los podemos imaginar: el populismo, el radicalismo, el odio, la violencia, todo procede y se puede encontrar en la derecha, mientras la izquierda es una ideología limpia, libre de impurezas, sana, volcada en el servicio al bien común, ajena por completo a cualquier movimiento o tendencia intolerante y que en consecuencia no representa ningún peligro para la democracia.
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