Si tuviste infancia lee la novela de Lola Mascarell
UNA PICA EN FLANDES ·
Secciones
Servicios
Destacamos
UNA PICA EN FLANDES ·
Este país, que cada mañana se alisa el pelo con la parte dentada de la quijada del asno de Caín, todo lo convierte en discordia, primero, y carne picada, después. En España, proclamar que algo se politiza equivale a decir que deja de pertenecer a una mitad de los españoles. A mí, tanto cainismo ya se me hace cansinismo. En torno a 'Feria', la extraordinaria novela de Ana Iris Simón, se ha encendido un absurdo debate sobre la naturaleza fascista de la nostalgia. Muchos niños de la Transición fuimos felices, pese a la pobreza y las condiciones poco democráticas de la época, y no nos dio por convertirnos en alevines existencialistas. Y ahora resulta que, según algunos policías del pensamiento, evocar aquellos años con cierta melancolía por el tiempo ido legitima a la dictadura. Como si mi tía Enriqueta, para quien parece escrita 'Los Ingratos' de Pedro Simón, hubiera debido leerme 'El capital' en vez de dejarme ver 'Yo, Claudio' si mis padres salían a cenar.
Dentro de esta corriente que mira atrás con añoranza se presenta 'Nosotras ya no estaremos' de la valenciana Lola Mascarell. No conozco a Lola ni sabía de su obra. Compré la novela por azar, porque me gustó lo que hojeé y porque la recomendaba Carlos Marzal. La leí de una sentada. Si en algún momento hice un descanso fue sólo para que me durase más. Rememora la infancia chaletera de una niña de los ochenta en una urbanización de Valencia, tan parecida a la de cuantos veraneábamos en Náquera, La Eliana, La Cañada, El Perelló, Gandía..., como una escapada con las bicis a la hora de la siesta a un salto de bomba en una piscina que también servía para regar. Le pide rollo al buen humor y a la poesía como si fueran de género adolescente. También refleja la simpleza en que se transforma el candor cuando crecemos. Y además te cuenta tu propia historia sin amargura. No me acordaba de que en agosto me mandaban cada día al horno con el saco del pan; dos barras, tres cruasanes y un pastelito Pantera Rosa. Ni de cuántas veces he intentado recomprar el apartamento de mis padres por reencontrarme con nuestros fantasmas viendo 'La Clave' un viernes de invierno por la noche.
La nostalgia no es de derechas ni de izquierdas, es de las personas y ya está. Hasta el gorro de tanta politización. Vivir también es dejar vivir. Ojalá yo volviera a ser tan feliz como lo fui de pequeño con mis padres, mis hermanos, la tía Enriqueta, mis primos y Ley, nuestro perro barraquero. ¿Y Franco? Pues Franco no, pero en los apartamentos La Loma ni estaba ni se le esperaba. La felicidad existe antes y después de la política, lo juro.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.