La ingratitud con Quico Catalán
EL FRANCOTIRADOR ·
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La ingratitud es uno de los grandes males de la condición humana. El desagradecimiento, el desprecio por lo inmediato sin pararse a mesurar lo conseguido. ... El levantinismo es ingrato con Quico Catalán, como persona y como presidente, en ese orden. La derrota ante el Cádiz se giró en un huracán contra el palco para que Catalán, artífice de los mejores días del Levante Unión Deportiva en toda su historia, haga las maletas y se marche a casa. No me gustan todas las cosas que hace Catalán pero me cae bien Quico. Los vacilones siempre enseñan la mitad de sus cartas en el primer contacto, y con eso ya sabes a lo que juegas en el cara a cara. El Levante ha estado en primera división 16 temporadas a lo largo de su historia, diez de ellas en los últimos once años. No hace mucho tiempo trataba de sobrevivir en las aguas de una ley concursal, componía una plantilla con retales en aquella surrealista concentración en Oliva y vislumbró un futuro con el que no podía soñar. El levantinismo ha disfrutado, disfruta y disfrutará de días de éxito de los que es responsable, sin duda alguna, Quico Catalán. El Levante se ha empachado de millones de euros gracias a una buena gestión, ha convertido su viejo estadio en una instalación moderna porque ha sido sensato a la hora de tomar decisiones, vivió un proceso de venta donde sobre la bocina se impuso el sentimiento y planea una ciudad deportiva en una enclave estratégico. Hoy la grada pide la marcha de Catalán sin caer en la cuenta de que si no hubiera llegado es fácil que nada de eso se habría conseguido. El único traspiés del presidente del club quizá haya sido no haberse ido a tiempo. Él lo tenía claro, tan claro que a última hora se dejó regalar los oídos para continuar en el cargo, porque el club sin Quico no era nada, porque el levantinismo adoraba a su salvador y porque tenía la ilusión de terminar el proyecto iniciado. Catalán será ahora un mal presidente a los ojos de la afición pero que nadie olvide que es un gran gestor, algo que no abunda hoy en el mundo de los mandamases del fútbol. Desde Orriols con una mirada al palco de Mestalla es suficiente. La posibilidad de que el Levante pueda descender siempre cotiza al inicio de cada campaña, porque no hay que perder el norte y saber que el club, y así se escribe en su historia, siempre ha luchado por mantenerse. Y en esas batallas cabe la posibilidad de bajar de categoría. Quico Catalán verá con el tiempo reconocido su trabajo al frente del club y el levantinismo lo recordará como uno de los mejores presidentes de su historia. La ingratitud es devastadora pero su parte buena es que tiene fecha de caducidad. No sé qué hará Catalán al final de esta temporada. Ya ha anunciado que se va a someter a un plebiscito para que el pueblo hable y él decida. Si me pidiera consejo, le diría que ya está todo hecho, que no queda nada por demostrar y que dejar paso es la mejor forma de ordenar las ideas.
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